Misterios y curiosidades del Antiguo Egipto

La curiosa ceremonia egipcia de la apertura de la boca

Tras fallecer, y antes de ser enterrado en su tumba, la momia del difunto debía ser sometida a una compleja ceremonia para ayudarle a recuperar sus sentidos mediante la magia y, así, poder disfrutar de una vida completa en el más allá.

Libro de los muertos de Hunefer, en el que su momia, atada por un Sacerdote de Anubis, recibe el ritual de la apertura de la boca practicada por varios sacerdotes.

Libro de los muertos de Hunefer, en el que su momia, atada por un Sacerdote de Anubis, recibe el ritual de la apertura de la boca practicada por varios sacerdotes.

Foto: CC

Egipto durante el Reino Nuevo. No es un día cualquiera: el faraón ha muerto. Para que el soberano difunto pueda reunirse con los dioses y disfrutar de la vida eterna va a ser necesaria la más escrupulosa observancia de los rituales funerarios. Tras los preceptivos setenta días que dura el proceso de embalsamamiento, la momia real es colocada en una embarcación a la cabeza de una pequeña flota que la llevará Nilo arriba hasta su último lugar de reposo: el Valle de los Reyes, al occidente de Tebas, la capital del país. El sucesor del fallecido rey va al frente de la caravana fúnebre, mientras los habitantes del país del Nilo, sus súbditos, se arremolinan en las orillas para dar el último adiós a su soberano, rompiendo el silencio con sus gritos y lamentos. Se espera de quien va a ser el próximo faraón que juegue un papel activo en el funeral de su predecesor puesto que sólo siguiendo a rajatabla el ritual podrá asegurar su legitimidad como heredero al trono de las Dos Tierras.

El viaje hasta la tumba

Tras desembarcar, el ataúd con la momia real es colocado sobre una plataforma tirada por dos bueyes para ser trasladado hasta la tumba. Pero el difunto faraón no irá solo. Su último viaje lo hará acompañado de una nutrida procesión compuesta por sacerdotes de cabeza afeitada que llenan el ambiente con sus cánticos y con el aroma del incienso; plañideras profesionales que gritan, lloran, gimen y se desgarran las vestiduras mientras mesan sus cabellos con desesperación; sirvientes que transportan los enseres que compondrán el lujoso ajuar funerario del rey... La procesión funeraria la cierran dos mujeres vestidas como las diosas Isis y Neftis, las dos hermanas dolientes de Osiris, que con las alas desplegadas protegen al difunto.

El rey difunto hará su último viaje acompañado de sacerdotes, plañideras profesionales, sirvientes y su hijo y sucesor.

Cuando la numerosa comitiva llega ante las puertas de la tumba real, un sacerdote sem (puro), que porta una máscara con la efigie del dios cánido Anubis, pide permiso para llevar a cabo el entierro. En ese momento aparece un grupo de danzarines muu, que lleva a cabo una danza ritual ante el féretro para confirmar que el funeral puede proseguir. Posteriormente, un sacerdote lector o jer-heb lee algunos pasajes de un texto funerario. Una vez acabados estos rituales, el féretro, con la momia en su interior (algunos autores sostienen que la ceremonia se hacía ante la momia, que había sido sacada del ataúd; otros creen que se realizaba ante una estatua y que tenía lugar dentro de la cámara funeraria), es puesto en pie delante de la puerta de la sepultura para llevar a cabo el rito más importante de todos, el que permitirá al difunto recuperar todos sus sentidos para poder vivir plenamente en el más allá: se trata de la conocida como ceremonia de "la apertura de la boca y de los ojos".

Ritual de resurrección

La ceremonia de la apertura de la boca (como se la conoce en su forma abreviada), un ritual del que tenemos constancia desde tiempos muy remotos, no era exclusiva de la realeza, sino que se llevaba a cabo sobre la momia de cualquier fallecido con el objeto de asegurarle la plena recuperación de todos sus sentidos (habla, vista y oído) para su vida ultraterrena. Así, esta ceremonia constituía la confirmación de que la muerte no era el final, sino el principio de una nueva vida que duraría eternamente.

Los pasos (75, según algunos textos) que seguían los sacerdotes encargados del ritual eran muy complejos y estaban cargados de misticismo. La recuperación de cada sentido correspondía a un dios diferente que era representado por un sacerdote vestido con una máscara de la divinidad. Por ejemplo, el dios Ptah, dios creador de Menfis, era el encargado de "abrir" simbólicamente la boca del difunto para que éste recuperase el habla, y el dios funerario Sokar se ocupaba de la recuperación de la vista.

La recuperación de cada sentido correspondía a un dios diferente que era representado por un sacerdote vestido con una máscara de la divinidad.

Para llevar a cabo el mágico ritual, los sacerdotes empleaban normalmente elementos hechos con hierro meteórico ya que se pensaba que este material procedente del cielo era enviado por los dioses. Entre estos instrumentos se encontraban varias azuelas, un bastón en forma de cola de pez llamado peseshkef y un cuchillo decorado con la cabeza de una serpiente llamado uerhekau. Con ellos, los sacerdotes tocaban los miembros y órganos que debían volver a la vida, principalmente ojos, nariz, oídos y boca, para que el difunto pudiera comer, beber, hablar, oír, oler y ver en el más allá.

En el Libro de los muertos (un compendio de fórmulas funerarias destinadas a facilitar el viaje al inframundo) hay un pasaje en el que el difunto hace referencia al ritual: "Mi boca es abierta por Ptah, / las ataduras de mi boca son soltadas por el dios de mi ciudad. / Toth ha venido totalmente equipado de hechizos, / desata las ataduras de Seth de mi boca. / Atum me ha dado mis manos, / se colocan como guardianes. / Me es dada mi boca, / mi boca es abierta por Ptah / con ese cincel de metal / con el que abrió la boca de los dioses. / Soy Sejmet-Wadjet que habito en el oeste del cielo. / Soy Sahyt entre las almas de On".

Ai abriendo la boca de Tutankamón, disfrazado de Osiris. Fresco de la tumba de Tutankamón. XVIII dinastía.

Ai abriendo la boca de Tutankamón, disfrazado de Osiris. Fresco de la tumba de Tutankamón. XVIII dinastía.

Foto: CordonPress

Comida y bebida para el difunto

Una vez que el fallecido había recuperado sus sentidos, se llevaba a cabo el sacrificio de uno de los bueyes que había participado en la procesión funeraria. Ayudado por el muslo del animal (que a veces no era real, sino una herramienta que tenía esta forma), el sacerdote sem "abría" cuatro veces los ojos y la boca de la momia. Después, se volvía a abrir la boca del muerto con una azuela. Como el difunto ya podía comer y beber, se le presentaban una serie de ofrendas de alimentos y una copa con agua. Mientras, los sirvientes iban depositando el ajuar funerario en el interior de la sepultura. Por último, y tras "limpiar" los vendajes que cubrían ojos y boca, se colocaba un ejemplar de un texto funerario (normalmente el Libro de los muertos) en el interior del ataúd y éste era llevado hasta la cámara funeraria. Si se trataba del faraón, su ataúd sería depositado en el interior de un sarcófago de piedra. Al retirarse, el grupo encargado de todos estos menesteres borraba sus huellas.

El sacerdote sem "abría" cuatro veces los ojos y la boca de la momia. Después, se volvía a abrir la boca del muerto con una azuela.

El faraón descansa por fin en su sarcófago. Ya dispone de todos los elementos necesarios para una vida plena junto a Osiris. Una vez cerrada y sellada la puerta de la tumba, los sacerdotes recitan una letanía final y purifican el lugar con incienso y agua lustral. La procesión ya puede regresar a Tebas y dejar al difunto faraón descansando para siempre en su sepultura. Empieza una nueva era para Egipto, liderada por un nuevo gobernante. ¡Larga vida al faraón!

Para saber más

42 16635153

Las momias de Anubis

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