En este capítulo viajamos a Asia Central. Nos adentramos en el silencio de la estepa de Mongolia… un silencio interrumpido a menudo por el estruendoso paso de los animales en manada… un sonido muy característico de la zona.
Mongolia es conocida por su extensa estepa, su gran y variada fauna y, sus habitantes que practican el seminomadismo, desde hace al menos 5.000 años. Conoceremos el estudio que está realizando un equipo de arqueólogos para conocer más sobre cómo eran y dónde vivían los pastores nómadas durante la Edad del Bronce y del Hierro.
Hasta el momento se sabe poco de la complejidad social en las comunidades nómadas de Mongolia, pero este equipo capitaneado por una investigadora española, estudia los elementos microscópicos y moleculares encontrados en distintos yacimientos arqueológicos.
Conoceremos más sobre este fascinante país con una densidad de población muy baja y con un marcado clima extremo que provoca tormentas devastadoras para sus habitantes. Hablamos, concretamente, del fenómeno conocido como Dzud. Solo un dato: puede provocar temperaturas de menos 60 grados y, llegar a matar a manadas de miles y miles de animales incapaces de soportar estas temperaturas extremas.
¿Cómo influye el cambiante clima a sus habitantes? ¿Cómo hacen para convivir con esta a menudo adversa meteorología?
Bienvenidos a un nuevo capítulo de “Desenterrando el pasado”.
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TRANSCRIPCIÓN DEL PODCAST
El impactante sonido que hemos escuchado al principio de este podcast es el que muchas veces sorprende a los investigadores del proyecto que nos ocupa hoy, cuando están excavando en tierras mongolas.
Nos lo cuenta su directora, Natalia Égüez. Forma parte del Archeological Micromorphology and Biomarkers Laboratory, ubicado en la Universidad de la Laguna, en Canarias, dónde reside. Égüez es especialista en Arqueología de Pastoralismo.
Conoce muy bien el país dónde nos detenemos hoy. Desde 2015 trabaja en Mongolia.
“Estás en silencio pero después está un sonido que te viene. Y es el de las pezuñas de los animales en el suelo. El trotar de los caballos, de los rebaños porque estás rodeado de miles de animales. Hay silencio y de repente un rebaño de caballos galopando te pasa por al lado”.
Nos cuenta que de hecho, este sonido provoca algunos momentos de pánico cuando están en la tienda durmiendo y de repente escuchan el galopar de una manada que les pasa por al lado. Por suerte, nos explica, nunca han tenido ningún problema.
El proyecto “Arqueología del pastoralismo nómada en Mongolia”, financiado por la Fundación Palarq, se despliega en este curioso país formado, en su mayor parte por estepas, desiertos y lagos. Un territorio que parece haber sido creado para la vida nómada.
El país está compuesto por inmensas llanuras, desiertos, montañas de más de 4.000 metros de altura y caudalosos ríos.
“Tienen diferentes ecosistemas que cambiaban a lo largo de las diferentes latitudes. En el norte tenemos un paisaje boreal de bosques de coníferas con una estepa que no e sla estepa clásica del centro cuando tu ves unas fotos de mongolia la gente solamente ve hierba, y un espacio abierto sin árboles esto solo ocurre en el centro del país, o en el sureste o suroeste. Pero en el sur tenemos ya la transición al desierto del gobi y que no es de arena es un desierto frío y ricoso”.
Se trata, pues, de un país enorme, tres veces la extensión de España, con un paisaje muy cambiante.
Cuando el equipo del proyecto, formado por unas 10 personas, está de campaña en el yacimiento no cuentan con infraestructuras para alojarse. Así que lo que hacen es convivir con las familias nómadas que viven en “gerts”, una vivienda utilizada por los nómadas en las estepas de Asia Central. En unos minutos hablaremos de ello.
Pero antes, conozcamos su misión:
“Estamos muy interesados en saber cómo vivía la gente hace 5.000 años y donde vivía. Porque lo que conocemos de Mongolia en el momento que empiezan a aparecer los monumentos funerarios, la domesticación de los animales, aparecen hace 5.000 años, pero no sabemos nada de cómo esa organización se gestionaba. Dónde vivía la gente, había campamentos donde se agrupaban varias familias, era unifamiliar? Entonces, todavía hay muchas cosas desconocidas que nos pueden ayudar a comprender cómo era la sociedad del momento, en que aparece la domesticación de varias especies animales la vaca, el caballo, la cabra y la oveja”.
Según cuentan los expertos, lo que hace que este estudio sea más complejo es que en Mongolia es difícil saber dónde se encuentran los yacimientos arqueológicos domésticos, dónde vivía la gente, porque no están localizados. Su población se basa, desde hace al menos 5.000 años y, en la actualidad, en el pastoreo por lo que, al llevar una vida seminómada, no construyen nada sobre el terreno.
Ya sabemos algo más del paisaje, fijémonos ahora en el clima de este país, que se caracteriza por ser continental extremo, con inviernos muy fríos y veranos muy cálidos.
Este clima provoca que el nomadismo no se produzca durante todo el año, sino que se hable de seminomadismo. Así pues, los animales están estabulados, es decir, se encierran dentro de un recinto vallado, durante los meses de invierno.
“Son temperaturas muy extremas que afectan al modo de vida. Durante los inviernos los pastores están soportando temperaturas de menos 50 grados centígrados lo que hace que necesiten tener a los animales en corrales para darse calor, y no pastorear”.
El equipo del proyecto ha sacado algunas conclusiones interesantes con el material analizado que confirman las variaciones climáticas en el pasado.
Utilizando técnicas de biomarcadores y de isótopos han podido determinar 3 niveles de máxima ocupación en el territorio que datan de aproximadamente entre 1.000 y 4.000 años antes del presente. Lo cuenta Margarita Jambrina, ella es geoquímica.
“Dónde nos está indicando que las condiciones climáticas eran húmedas y templadas con vegetación de tipo arbórea, cosa que es muy diferente con otros niveles sedimentarios intermedios en las que vemos que dominó una vegetación más herbácea, templada y con condiciones distintas, más frías y secas. Bueno, seco dentro de lo que es un clima invernal”.
“Estamos vivos porque estamos en movimiento” decía Jorge Drexler en una canción. Una frase que los mongoles podrían aplicarse sin duda. De hecho su cultura es una historia de supervivencia en un medio hostil y ahora entenderéis por qué.
Cada 5 años, más o menos, se produce un fenómeno “aterrador” para los habitantes del país. Allí es conocido como “invierno devastador”. Hablamos del Dzud.
Se trata de un fenómeno meteorológico que se produce cuando se combina una sequía importante durante el verano, con un invierno frío que produce severas tormentas. En este periodo las temperaturas pueden llegar a -60 grados centígrados y se experimenta un viento viento siberiano de casi 100k por hora.
Este fenómeno además arrasa con las vidas de millones de animales de Mongolia, ya que mueren congelados.
“Ellos tienen las tiendas, el gerd, y los animales están estabulados. Pero no hay un edificio donde se pueden resguardar. Entonces los animales están expuestos a las condiciones de temperatura exteriores. Cuando se producen estas tormentas hablando con pastores nos explican que han perdido la totalidad de los rebaños. Estamos hablando de una media de 800 animales por familia. Si un pastor pierde todo el rebaño se queda en la pobreza más absoluta. Por eso hay tanta migración hacia las ciudades, con barrios con una pobreza absoluta. Son pastores que han perdido todos sus animales”.
De hecho la gente del lugar cuenta que cuando se enfrentan a adversidades climáticas como esta, se ven obligados a sacrificar uno de los animales más preciados, el caballo, para poder alimentarse.
El equipo, cuando está trabajando en el campo, convive con familias mongolas que se encuentran en medio de la estepa. Ellos les proporcionan seguridad y además les protegen el material con el que viajan para hacer sus estudios… Es toda una experiencia compartir comida y techo con una de estas familias en un “ger”, una típica tienda mongola. En ellas no hay lujos, ni tan siquiera electricidad, pero son prácticas y cómodas.
Natalia conoce muy bien el carácter de sus gentes… de quien al principio podríamos pensar que son un poco huraños…
“porque suelen tener una voz más profunda, un aspecto cómo de personas muy fuertes, no?”
… pero la directora del proyecto en seguida lo desmiente…
“En general son gente muy amable, muy acogedora, les encanta reir, tienen muchas tradiciones que continúan hoy presentes desde la prehistoria como por ejemplo reunirse por la noche alrededor del fuego y cantar. Les encanta cantar, los niños pequeños están siempre, cada día, cantando, contándote cuentos tradicionales, la comunicación entre las familias es muy cercana y muy fluida. Para ellos lo más importante es la familia”.

Estela con grabados asociada a los complejos funerarios DSK (llamada "Deer Stone") en la zona de Züünkhangai, noroeste de Mongolia.
Estela con grabados asociada a los complejos funerarios DSK (llamada "Deer Stone") en la zona de Züünkhangai, noroeste de Mongolia. Foto: Proyecto Arqueología del Pastoralismo en Mongolia
Mongolia es uno de los países más seguros para viajar, cuentan los arqueólogos. Y, como curiosidad explicaremos que es el país menos poblado de Asia. Tiene una densidad de población de 1,6 habitantes por kilómetro cuadrado, una de las más bajas del mundo.
Podemos pensar que es un país muy remoto. Pero, como ha pasado en casi todo el planeta, también ha llegado Internet, así que sus habitantes están conectados al mundo!
“Y tienen móviles, los ves montando a caballo, manejando su rebaño hablando con el móvil. Tienen televisión, tienen Internet cuando hay cobertura, que no siempre.
La llegada de la red móvil ha provocado una occidentalización de la cultura del propio país.
“Los niños, o los adolescentes, quieren ser cantantes y actores o jugadores de la NBA porque lo ven en la televisión. Ellos ya no quieren ser pastores, quieren ser lo que ven en la televisión. Quieren ser famosos”.
El mundo occidental ha penetrado y está ya desde hace años, arraigando en el país mongol, aun así y por suerte, el territorio aún mantiene costumbres ancestrales que continúan definiendo su identidad.
Para poder cumplir los objetivos marcados en el proyecto, los investigadores aplican una tecnología y un método de estudio conocido como “Multiproxy”.
¿De qué se trata?
“Significan estudios multi indicadores. Es decir, en la misma muestra de sedimento, aplicamos una gran batería de análisis. Análisis de biomarcadores, isotopos estables, fitolitos, también, análisis de micromorfología, restos de cerámica, restos óseos, es una combinación de distintas técnicas con el objetivo de dar una imagen mucho más amplia, no solamente desde el punto de vista climático, sino desde el punto de vista de la variabilidad de ocupación”.
Gracias a estas técnicas han conseguido hallazgos muy reveladores. Por ejemplo, al analizar las cerámicas encontradas, han detectado restos lácteos depositados en su interior, lo que ha llevado a pensar a los investigadores que allí se almacenaban productos cómo queso o leche de cabra.
Y, os preguntaréis… ¿Cómo encuentran estos restos de cerámica? Bien, el método clásico que nunca falla consiste básicamente en patear el terreno, andar horas y horas en busca de evidencias materiales que indiquen que alguien vivió allí, pero para ahorrarse caminar durante kilómetros aplican otras tecnologías.
Así es, analizan el paisaje, con imágenes satelitales. Hacen una prospección aérea para encontrar estos campamentos modernos.
“Porque las hipótesis con las que estamos trabajando, vemos que los campamentos arqueológicos están debajo de los campamentos actuales estos campamentos actuales son muy ricos en excremento animal. Estos excrementos se ven desde el espacio, los satélites captan las imágenes del campamento de invierno. Como una señal que se ve una mancha marrón porque esto son los excrementos de los animales que han estado estabulados durante los campamentos de invierno. Primero hacemos una pequeña prospección con estas imágenes de satélite y luego hacemos la prospección tradicional, que es a pie…
La mancha negra formada por los excrementos de los animales les da pistas de que allí se estableció un campamento de invierno para los pastores nómadas.
Además, cuando encuentran una concentración de muestras superficiales como fragmentos de cerámica, abren pequeñas trincheras para hacer análisis químicos y después proceden a excavar.

Complejo funerario DSK con túmulo de piedras llamado Khisigsuur y pasillo central en la zona de Züünkhangai, noroeste de Mongolia.
Foto: Proyecto Arqueología del Pastoralismo en Mongolia
Otro de los objetos de estudio de los investigadores del proyecto son los complejos funerarios conocidos como Deer Stone Khirigsuur (DKS por sus siglas en inglés, y que se pueden encontrar distribuidos por todo el país. Aparecen al final de la Edad de Bronce, es decir, entre 1200 y 700 años antes de nuestra era.
Los Khirigsuurs son el elemento monumental más destacado del complejo. Se trata de un montículo que tiene un diámetro de 10 metros (más o menos) y está rodeado por un perímetro exterior de piedras planas, en círculo o en forma cuadrangular.
“Es una tumba, es como una cámara funerario donde se enterraba el cuerpo de un individuo. Muchos de estos monumentos han sido vandalizados, y ahora mismo cuando los excavas normalmente no encuentras el cuerpo ni los ajuares funerarios porque han sido robados, pero en algunos casos si que se han encontrado los ajuares y en algunos casos el individuo en sí”.
Adyacentes a estos Khirigsuurs aparecen 2 estructuras mortuorias más. La primera:
“Unos círculos de piedra que son pequeñitos entre 1 metro y metro y medio y aquí se entierran fragmentos de animales quemados, son calcinados, fragmentos de 2 centímetros de tamaño. Pero son miles.
En su interior se han encontrado huesos quemados de animales domésticos, en su mayoría caprinos, cómo cabras, pero a veces también bovinos, cómo son las vacas.
Y, el segundo monumento… Es conocido como “Horse Mounds” o montículos de cabeza de caballo.
“Donde se entierran las cabezas de los caballos junto a sus pezuñas y estos son un poco más grandes porque suelen ser entre 2 y 4 metros.
Además, en algunos casos hay otro monumento que aparece junto a estos complejos mortuorios. Se trata de estelas, cómo un monolito, con grabados que representan ciervos y que a veces también van acompañadas de un círculo de piedras.
Aún hay muchas incógnitas en relación con estos monumentos… los investigadores se preguntan… ¿Cuántas personas y animales fueron necesarios para su construcción? ¿Tuvo algo que ver el clima? ¿Dónde y cómo vivían las comunidades involucradas en su edificación?
En las próximas campañas tratarán de dar respuesta a estas incógnitas.
Natalia y Margarita, junto al resto del equipo, analizan las muestras encontradas en tierras mongolas, en los laboratorios de la Universidad de la Laguna, en Canarias. Intentan no sacar más material del que sea necesario del país de origen. Es decir, solo traen a Europa lo que van a analizar con una tecnología específica que no tienen en Mongolia.
Con la extracción de material Natalia es muy clara.
“Entonces, es un valor patrimonial que pertenece al país donde se excava, y por eso nosotros creemos que tenemos que sacar solamente piezas de cerámica para nuestro análisis no nos vamos a llevar todas las piezas de cerámica, sino que solo nos llevamos lo que necesitamos para analizar, y el resto se queda en el museo para ser utilizado en las exposiciones o para ser utilizado para sus colecciones del museo nacional”.
La investigadora denuncia que durante muchos años los países del mundo occidental han realizado arqueología extractiva o colonialista y defiende que la riqueza material del país debe quedarse en su lugar de origen. Por suerte Mongolia tiene unas leyes muy estrictas para la conservación de su patrimonio.
El equipo del proyecto viajará pronto al país para seguir investigando sobre su cultura y la vida nómada de sus habitantes. Centrándose en estudiar el contexto doméstico y los complejos funerarios. Continuarán aplicando técnicas de geoarqueología y biomoleculares para arrojar luz sobre los orígenes y desarrollo de las primeras sociedades de pastores nómadas.
Cómo siempre decimos, a fin de cuentas conocer nuestro pasado es conocernos mejor en el presente.