Trabajo bajo el sol

La cosecha, un duro día de verano según Bruegel

La cosecha

La cosecha

La cosecha es una pintura ejecutada por Pieter Bruegel el Viejo en 1565. Actualmente expuesta en el Metropolitan Museum de Nueva York. 

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Pieter Bruegel de Oude, conocido mundialmente como el Viejo, fue un pintor singular. Desplazó a reyes y héroes épicos del protagonismo de sus obras para otorgárselo a los humildes campesinos holandeses, a sus rutinas agrícolas, sus fiestas desenfrenadas y sus momentos de sufrimiento ante las calamidades y los desastres. 

La cosecha refleja una de esas duras rutinas periódicas, la siega de los campos de cereal bajo la canícula de una jornada veraniega. Una escena que nos transporta un tórrido día de verano hace 500 años y que se mantuvo esencialmente igual hasta la modernización tecnológica del siglo XX.

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El pintor del pueblo

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El pintor del pueblo

Pieter Bruegel era un gran observador de las costumbres de los campesinos neerlandeses del siglo XVI que después recreaba en unas pinturas que reflejan la vida cotidiana de sus humildes protagonistas. Un trabajo que se puede calificar de antropológico. Arriba, una pintura que representa una de esas fiestas, el kermis, para conmemorar la dedicación de la iglesia local. El propio Bruegel añadió: este comentario a la pintura: "Los campesinos se deleitan durante tales fiestas en bailar, saltar y beber hasta emborracharse como bestias. No pueden dejar pasar la oportunidad de participar en semejante kermés, incluso si el resto del año tienen que pasar hambre y morir".

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Los ciclos campesinos

La Cosecha forma parte de una serie de seis obras sobre los ciclos del año y los trabajos campestres asociados a ellas que Bruegel realizó en 1565 por encargo del banquero y comerciante de Amberes Nicolaes Jonghelinck: de izquierda a derecha y de arriba a abajo: Día triste (febrero-marzo), La siega del heno (junio-julio), El regreso de la manada (octubre-noviembre) y El regreso de los cazadores (diciembre-enero). Una sexta pintura, hoy perdida, representaría los meses de abril y mayo.

El primer paisaje moderno

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El primer paisaje moderno

Tras la muerte de su primer propietario, la serie pasaría a formar parte en el siglo XVII de las colecciones imperiales. A diferencia d las otras cuatro pinturas, que todavía se conservan en Viena, La cosecha (que recrearía la época de agosto-septiembre) fue vendida diversas a partir del siglo XIX hasta ser adquirida por el Museo Metropolitano de Nueva York en 1919. El cuadro está considerado el primer paisaje moderno de la pintura occidental. Según la ficha del Met Museum, Bruegel suprime "el pretexto religioso para la pintura de paisajes en favor de un nuevo humanismo". El pintor demuestra un dominio de la perspectiva desconocido hasta entonces.

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Cuestión de perspectiva

La representación en perspectiva del paisaje fue una invención de Bruegel y sus colegas holandeses. En el Renacimiento italiano, el paisaje era generalmente desdeñado (tal vez con la excepción de Leonardo da Vinci). En obras como El nacimiento de Venus o La creación de Adán –sobre estas líneas– es una simple cortina que tan solo sirve para destacar las figuras de los personajes representados sobre él.

Una visión de altura

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Una visión de altura

La técnica que se desarrolló en el norte de Europa y que Bruegel ejecutó con maestría tanto en La cosecha como en sus cuatro obras "hermanas" fue situar el punto de vista en un lugar elevado y empequeñecer las figuras y difuminar los objetos, velados por la bruma de la lejanía, a medida que se alejan del espectador.

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Un trabajo duro

El sol cae inclemente sobre los segadores que tal vez llevan desde el alba, a las 5 o las 6 de la mañana, en el campo, para trabajar durante las horas menos duras de la jornada. Visten ropas humildes de colores claros que atenúan la sensación de calor y sombreros que les protegen de la insolación. Importante también la presencia de cántaros entre las espigas para conservar el agua fresca.

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"Firma" involuntaria

Precisamente detrás del portador de uno de esos cántaros se encuentra uno de los elementos más curiosos de esta obra. La mancha oscura en medio del camino segado es una huella dactilar, seguramente del propio Bruegel al manipular el cuadro, que ha quedado como "firma" involuntaria del autor en su obra.

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Merecido descanso

Junto a los segadores, aprovechando la sombra de un árbol, un grupo de aldeanos retoma fuerzas tomando su almuerzo: pan con queso y tazones de leche con pan. Otro, duerme la siesta a pleno ronquido, con los pantalones desabrochados lleno por la comida que acaba de tomar.

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Rastros y sombras

Esta escena permite observar dos detalles que reflejan el proceso de creación de Bruegel. El artista hizo algunos retoques con una fina capa de pintura que ha “desaparecido” con el paso de los siglos. Así, ha aparecido la sombra de una gorra que el pintor ocultó bajo la manga de una camisa en el caso del hombre dormido o de una cuchara que paree desvanecerse ante la boca de un comensal.

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Recolección

Detrás de la escena del almuerzo, el pintor dispuso a un par de personas recogiendo las manzanas que otro hombre encaramado a una rama boca abajo va lanzando desde el árbol. Otra pareja anuda los haces de espigas ya segadas durante la mañana.

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Cuadro de cuadros

Como buen discípulo de la escuela neerlandesa, Pieter Bruegel cuidó hasta el mínimo detalle su obra y plasmó en ella multitud de escenas que funcionan de forma independiente pero se integran perfectamente en el conjunto. Es el caso de los alrededores del castillo a medio término. A la derecha, un grupo de monjes aprovecha para bañarse desnudos en el estanque. A su izquierda, un buey parece realizar un gran esfuerzo para tirar del carro lleno de paja, que no se ha trasladado a la sensación de movimiento de las ruedas del carro. Y en el otro extremo, un guardia persigue con su lanza a unos ladrones, que deben haber robado algo del huerto de la fortaleza. En su huida se han dejado la escalera apoyada en el árbol.

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Un juego cruel

A la derecha de esta triple estampa, una escena que podría ser motivo de un cuadro costumbrista por sí sola, pero que en este caso está recreada de forma diminuta pero co mucho detalle. El cruel juego de un grupo de aldeanos: lanzan palos a un gallo atado a una cuerda. En animal sufrirá una lenta agonía antes de morir. La persona que le dé el golpe de gracia al ave podrá quedársela y darse un festín.

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Un poco de escatología

La parte posterior de esta escena es un ejemplo prodigioso de como una serie de empastes, unos más gruesos y otros más finos, se convierten en una casa, un grupo de gallinas o patos y un niño haciendo sus necesidades de cuclillas.

Un puerto brumoso

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El puerto brumoso

Al fondo, la perspectiva nos conduce al destino final de este viaje, la silueta brumosa de un puerto que no puede identificarse con ningún lugar en concreto, pero que sin duda estaría inspirado en la próspera Amberes de quien encargó la obra. Tal vez, el destino final de gran parte de los productos recogidos con el esfuerzo de los campesinos a los que Bruegel consagro su pintura.