Los bajos fondos de París

La Corte de los Milagros, el "reino" del Gran Coesre

En la Corte de los Milagros, aquella degradada zona del París medieval descrita perfectamente por Victor Hugo en su novela 'Nuestra Señora de París', se daban cita falsos mendigos, ciegos, tullidos y prostitutas. Era un lugar tan peligroso que ni las autoridades se atrevían a penetrar en él.

"La corte de los milagros", una ilustración de Gustave Doré inspirada por la visión romántico-medieval de las obras de Victor Hugo.

Foto: CC

En el París del siglo XVII, durante el reinado de Luis XIV, la mayoría de la población era pobre, estaba desamparada y vivía en oscuros y malolientes tugurios donde muchos desempleados tenían que recurrir a la mendicidad para tratar de llevarse algo de comer a la boca. Pero también había otros que disfrazados de tullidos, ciegos o enfermos salían a las calles con la esperanza de que algún alma caritativa les arrojase alguna moneda para poder comer. Según el historiador francés Henri Sauval, los mendigos y los ladrones se dividían en una amplia gama de categorías como los narquois o drilles: falsos soldados que simulaban mutilaciones recibidas durante el servicio de armas al rey; los malingreux o malignos: falsos enfermos; los francs mitoux: pacientes falsos que simulaban ataques de epilepsia; los courtauds de Boutange: mendigos que tenían derecho a mendigar sólo durante el invierno; los orphelins o huérfanos: niños pequeños casi desnudos, que parecían congelados y temblaban de frío incluso en verano, o los coquillards o conchas: falsos peregrinos que lucían una concha de vieira como símbolo de su condición.

Guerra y pobreza

Las constantes guerras en las que, a lo largo del siglo XVII, se vio sumida Francia, la subida generalizada de los impuestos, así como el gasto que suponía mantener a una corte derrochadora, dieron lugar a un progresivo empobrecimiento de los estratos más bajos de la sociedad. Toda Francia, pero principalmente la capital, se vieron castigadas por este empobrecimiento. Los campesinos no disponían de tierras de cultivo con las que poder alimentar a su familia, lo que provocó un aumento de los mendigos que, como en todas partes, tuvieron que hacer gala de cierta "originalidad" para obtener ingresos.

Jacques Callot representó una visión más realista de un mendigo de la Corte de los Milagros en este gravado de 1622 titulado "Los mendigos".

Jacques Callot representó una visión más realista de un mendigo de la Corte de los Milagros en este gravado de 1622 titulado "Los mendigos".

Foto: CC

Al norte de la ciudad, en el actual barrio de Les Halles, existía un París habitado por prostitutas, carteristas, mendigos y ladrones. Todos malvivían hacinados en las estrechas callejas medievales del París de entonces, lejos de la pompa de la Corte. Entre las calles Montmartre y Montorgueil, a los niños se les enseñaba a robar desde bien pequeños, y ni las autoridades entraban en esos barrios. Tenían sus propias leyes, su propio argot e incluso su propio "gobierno". El lugar era conocido como "la Corte de los Milagros".

Entre las calles Montmartre y Montorgueil, a los niños se les enseñaba a robar desde bien pequeños y ni las autoridades se atrevía a entrar en estos barrios.

Victor Hugo describió la vida de aquellas personas que vivían en la Corte de los Milagros: por la mañana, los falsos mendigos, ciegos, tullidos y prostitutas se desplazaban hacía los barrios ricos de París a pedir limosna, pero al caer la noche volvían a su casa desprendiéndose de la máscara y dejaban de fingir recuperando milagrosamente la salud y la decencia. Durante los reinados de Luis XIII y Luis XIV había nada más y nada menos que doce puntos en París conocidos con ese peculiar nombre. Su grado de organización era tal que incluso elegían a su propio rey, al que llamaban el Gran Coesre o roi des Thunes. El "poder" de este personaje era tan grande y evidente, que ni el propio ejército se atrevía a penetrar en sus dominios. Es más, cuando en 1630 Luis XIII ordenó construir una nueva calle que atravesara aquella zona, toda la cuadrilla de obreros fue asesinada y se tuvo que cancelar el proyecto.

El "Grand Coesre", gravado de Jacques Laignet de 1663.

El "Grand Coesre", gravado de Jacques Laignet de 1663.

Foto: CC

Un lento final

La mayor de las doce "cortes de los milagros", y la más conocida, era la llamada "Gran Corte de los Milagros". Aquel era el lugar más peligroso de París y, seguramente, de Francia. Las historias que se contaban sobre él y los sucesos que en allí tuvieron lugar sirvieron de inspiración para muchos artistas y escritores en siglos posteriores. El propio Victor Hugo se inspiró en las aventuras y personajes de la Corte de los Milagros para escribir su Nuestra Señora de París, una obra en once volúmenes en la que el autor describe con detalle el París del siglo XV, con sus sombrías callejuelas, pobladas por los desheredados de la fortuna y llena de espíritus atormentados. Nos presenta a la gitana Esmeralda, un personaje que predice el porvenir y que atrae fatalmente a los hombres siendo acusada injustamente de la muerte de su amado y condenada al patíbulo, y a Quasimodo, el campanero de la catedral, jorobado y sordo.

El propio Víctor Hugo se inspiró en las aventuras y personajes de la Corte de los Milagros para escribir 'Nuestra Señora de París', una obra en once volúmenes, en la que nos muestra el París del siglo XV, con sus sombrías callejuelas.

El final de la Gran Corte de los Milagros llegó en 1667, cuando tras una gran oleada de crímenes, Luis XIV, el Rey Sol, decidió poner fin a aquella situación a riesgo de que los delincuentes acabaran adueñándose de toda la ciudad. Así que envió una gran fuerza policial para destruir la "Corte". Las fuerzas del orden se emplearon a fondo, no sólo en la Gran Corte de los Milagros, sino también en el resto de "cortes" diseminadas por la capital francesa. En 30 años se envió a docenas de delincuentes a galeras y otros muchos fueron ajusticiados. A pesar de esto, el final de la Corte de los Milagros no llegaría a producirse tan rápidamente. En años y décadas posteriores, el problema de la delincuencia volvió resurgió con fuerza. El mundo del hampa francés volvió a hacerse con el control de la zona poco a poco. Su final definitivo llegaría a finales del siglo XIX, cuando los tugurios y los antros se fueron demoliendo, junto con una gran parte del barrio medieval, que fue arrasado para construir el mercado de Les Halles.