Cocodrilos en el Antiguo Egipto: temidos y venerados

Estos grandes reptiles, que representaban una amenaza para quienes vivían en las orillas del Nilo, fueron objeto tanto de temor como de devoción por parte de los egipcios

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FOTO: AKG / Album

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El Dios Sobek ante un cartucho con el nombre de Ptolomeo XII. Templo de Kom Ombo, dedicado a los dioses Haroeris y Sobek.

Sobre todo desde la Baja Época, en los templos dedicados al dios Sobek se criaban cocodrilos. Los sacerdotes los alimentaban y cuidaban, y para disminuir el riesgo a los más grandes se les extraían los colmillos. A su muerte, estos cocodrilos sagrados eran momificados y enterrados en necrópolis específicas. Las momias se vendían a los devotos que las usaban como ofrenda, pues se consideraba que un cocodrilo era la imagen viviente del dios, que se sentiría complacido con el presente y otorgaría al solicitante el favor demandado.

 

 

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Ammit espera para devorar el alma del difunto si el resultado del juicio es desfavorable.

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Relieve de la Mastaba de Mereruka, en Saqqara. Dinastía VI.

Un cocodrilo se prepara para engullir a una cría de hipopótamo que está a punto de nacer. 

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Máscara funeraria de un cocodrilo en cuyo interior aún se conservan algunas vendas de lino usadas en su momificación.

Dentro de la poblada fauna del Nilo, el cocodrilo ha sido siempre una de las presencias más características e inquietantes. Con hasta seis metros de longitud, su poderosa mandíbula y su escudo de escamas, representaba una amenaza constante y angustiosa para los antiguos egipcios, acostumbrados a navegar y pescar en frágiles barcas de papiro. No es extraño, por ello, que este temible animal ocupara un lugar destacado en la cultura faraónica.

Para los habitantes del valle del Nilo, el cocodrilo era sinónimo de peligro. Algunos signos de la escritura jeroglífica muestran al saurio con uno o varios cuchillos clavados en su cuerpo. Además, algunos términos se escribían con una partícula en forma de cocodrilo para expresar conceptos ligados a la «agresividad» y la «voracidad».

El sigiloso reptil representaba una amenaza para todos los que se aproximaran a la orilla del Nilo, empezando por los otros animales. Así, en un papiro del Imperio Nuevo se registran algunos conjuros necesarios para proteger a los caballos que atravesaban el río. En cuanto a los humanos, el peligro de los cocodrilos se convirtió en un tópico literario. En la Sátira de los oficios, por ejemplo, se explica el riesgo que corre el lavandero que lava en la orilla del Nilo teniendo a los cocodrilos como vecinos, o el pescador que faena en el río mezclado con ellos y al que el miedo impide conseguir una pesca copiosa.

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En el Diálogo del desesperado con su ba, el protagonista declara: «Mira, mi nombre es detestado, más que el hedor de los cocodrilos, más que sentarse en un banco de arena lleno de cocodrilos». En el Papiro Westcar, un cocodrilo fantástico interviene en una historia de celos y venganza. En el cuento, el sacerdote Ubaoner descubre que su mujer le es infiel y al conocer la cita programada por los amantes crea un cocodrilo de cera que, mediante la magia, cobra vida y atrapa al amante de su esposa, llevándolo al fondo del río. Tras varias peripecias, el animal se come al infeliz, mientras que la adúltera muere quemada.

Metamorfosis divinas

En un cuento del Imperio Nuevo llamado El príncipe predestinado, las diosas del destino vaticinan al rey que su hijo, que acaba de nacer, morirá a causa de un cocodrilo, un perro o una serpiente.
El rey juzga entonces necesario esconder al niño en una casa en el desierto; el cocodrilo lo descubre, aunque parece que no lo mata (el final de la historia se ha perdido). Otra narración del mismo período relata el enfrentamiento entre dos hermanos, Inpu y Bata, a causa de las mentiras maquinadas por la mujer del primero en venganza por haberse sentido rechazada por su cuñado; la lucha se detiene al intervenir una divinidad que interpone entre ambos un lago lleno de cocodrilos que ninguno se atreve a cruzar.

Pero el cocodrilo no era sólo una fiera terrorífica. También suscitó especial reverencia, lo que hizo que diversas divinidades tomaran su forma. Así, el dios halcón Horus se transformó en cocodrilo para sacar de las profundidades del río a su padre Osiris, asesinado por su malvado hermano Set. También se le identificó con el dios solar Re en el momento de su resurrección surgiendo del Nun, las aguas primordiales.

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En todo caso, el dios-cocodrilo por excelencia era Sobek, cuyo nombre significa justamente «el cocodrilo». Representado primero con la forma de este animal, con el tiempo Sobek se representó con cuerpo humano y cabeza de cocodrilo. En el Imperio Medio Sobek se solarizó, y bajo la dinastía XIII fue adoptado como patrón de la realeza. Sobek era un dios de la fertilidad, la vegetación y la potencia creadora. Fue señor de las aguas y los humedales, pero a la vez era un dios protector, pues los egipcios observaron que era un feroz defensor de sus huevos y sus crías, a las que protegía una vez nacidas introduciéndolas en sus fauces.

En la iconografía egipcia había numerosos híbridos de cocodrilo y otros animales. Una forma acuática de Horus tenía cuerpo de cocodrilo y cabeza de halcón. La benéfica diosa Tueris, una divinidad del hogar, protectora de las mujeres durante el embarazo, el parto y el nacimiento, tenía cabeza de hipopótamo, patas de león, pechos humanos y cola de cocodrilo, mientras que Ammit, monstruo encargado de devorar las almas de los difuntos que no superasen el juicio de Osiris, era mitad león, mitad hipopótamo y tenía cabeza de cocodrilo.

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