Curiosidades del antiguo Egipto

Los cinco elementos espirituales de los antiguos egipcios

En Egipto, preparar los detalles necesarios para alcanzar la eternidad tras la muerte, tales como la conservación del cuerpo y la colocación de los elementos necesarios en la tumba para emprender con garantías el viaje al más allá, era imprescindible a la hora de garantizar que los elementos espirituales del ser humano pudiesen sobrevivir para siempre.

El dios solar Re, con cabeza de halcón, acompañado de Maat, diosa de la justicia y el orden. Pintura de la tumba de Tausert y Setnakht en el Valle de los Reyes.

El dios solar Re, con cabeza de halcón, acompañado de Maat, diosa de la justicia y el orden. Pintura de la tumba de Tausert y Setnakht en el Valle de los Reyes.

El dios solar Re, con cabeza de halcón, acompañado de Maat, diosa de la justicia y el orden. Pintura de la tumba de Tausert y Setnakht en el Valle de los Reyes.

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No es una novedad decir que los antiguos egipcios hacían todo lo posible para alcanzar la vida eterna tras su muerte. Para lograrlo preparaban con todo detalle su tumba, o casa de eternidad, y también su cuerpo, que se transformaba en una momia para que se conservase eternamente y, de este modo, protegerlo de la destrucción. Y es que el cuerpo era algo absolutamente necesario para garantizar la supervivencia en el más allá.

Para los antiguos egipcios, además del cuerpo físico, los humanos estaban compuestos por ciertos elementos espirituales que, unidos, conformaban a la persona, y que, junto con el cuerpo, eran asimismo fundamentales para lograr la eternidad. Estos elementos eran cinco: ren (nombre), shuyet (sombra), ka (doble o fuerza vital), ba (personalidad o alma) y akh (espíritu).

la necesidad de tener un nombre

El nombre o ren era uno de los elementos más importantes del ser humano, ya que proporcionaba la identidad. Sin nombre, uno quedaba reducido a la categoría de "no persona", con lo que dejaba de existir. El peor destino imaginable para un egipcio. Por eso el nombre del difunto se plasmaba en todos los lugares posibles de la tumba (puertas, muros, objetos); también en el exterior, e incluso se pedía a quien pasara ante la sepultura que pronunciara en voz alta el nombre del allí enterrado para que pudiese continuar viviendo en el más allá.

El nombre del difunto se plasmaba en todos los lugares posibles de la tumba (puertas, muros, objetos); también en el exterior.

Estela de falsa puerta de Neferiu. Primer Período Intermedio, que contiene los nombres y títulos del propietario. MET, Nueva York.

Estela de falsa puerta de Neferiu. Primer Período Intermedio, que contiene los nombres y títulos del propietario. MET, Nueva York.

Estela de falsa puerta de Neferiu. Primer Período Intermedio, que contiene los nombres y títulos del propietario. MET, Nueva York.

Foto: PD

Esta idea se mantuvo prácticamente inalterable durante toda la historia de Egipto. En época grecorromana, todos los difuntos, incluso los que se enterraban en fosas comunes, eran etiquetados con una tarjeta en la que podía leerse el nombre y el título del difunto para garantizar su existencia ultraterrena. Y es que el temor a morir para siempre si se perdía la identidad fue una constante entre los egipcios de todas las épocas.

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la sombra y el ka

La sombra (suyet) se describe en los textos funerarios como una entidad poderosa y rápida. Asimismo, la sombra se asociaba con el Sol, y estaba vinculada a la idea de renacimiento. De hecho, era el Sol el que producía la sombra de una persona o, lo que es lo mismo, una imagen del individuo. Cuando el Sol se escondía por el oeste, la sombra desaparecía momentáneamente para renacer al día siguiente, con la salida del astro rey. De este modo se creía que el Sol ayudaba al difunto para que su ser se duplicase en el más allá para siempre.

En cuanto al ka, este es un concepto que los egiptólogos aún no han logrado comprender del todo. Lo que sí está claro es que nacía al mismo tiempo que una persona y la acompañaba durante toda su vida, como un doble, hasta su fallecimiento. Era la fuerza que lo animaba. Y que debía ser conservada tras la muerte. Para logarlo, uno de los elementos más importantes del ajuar funerario eran las llamadas "estatuas ka", en las que, además de en la momia, este se encarnaba. Algunas de estas estatuas se representaban con el símbolo jeroglífico del ka sobre su cabeza: dos brazos elevados como señal de protección o alabanza. 

El ka nacía al mismo tiempo que una persona y la acompañaba durante toda su vida, como un doble, hasta su deceso.

Las dos manos alzadas que constituyen el símbolo jeroglífico del ka. Relieve del templo de Karnak.

Las dos manos alzadas que constituyen el símbolo jeroglífico del ka. Relieve del templo de Karnak.

Las dos manos alzadas que constituyen el símbolo jeroglífico del ka. Relieve del templo de Karnak.

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Los textos funerarios nos informan de que el ka continuaba viviendo tras la muerte, pero para ello necesitaba sustento. Y precisamente las ofrendas alimenticias que se disponían en la tumba tenían ese objetivo. Evidentemente, el ka no ingería los alimentos de un modo literal, sino que absorbía su sustancia y de este modo conseguía la energía necesaria para su vida eterna.

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el ba emprende el vuelo

Otro elemento importante que formaba parte de la parte espiritual de una persona era el ba, que se representaba como un pájaro con cabeza humana (a veces con brazos). Este espíritu podía trasladarse desde el interior de la tumba hasta el exterior gracias a sus alas, que lo convertían en el elemento espiritual con más movilidad de un individuo. Además, el ba también contaba con las capacidades de un humano: podía comer, beber, hablar y, como hemos visto, moverse. 

Pero, ¿por qué se representaba en forma de pájaro? Esta forma, como se ha apuntado antes, daba a este aspecto espiritual del individuo más movilidad y lo relacionaba también con las aves migratorias. Aunque a pesar de su capacidad de desplazamiento, el ba debía regresar cada día junto a la momia, ya que si no lo hacía, el difunto no podría sobrevivir en el más allá.

El ba debía regresar cada día junto a la momia, ya que si no LO HACÍA, el difunto no podría sobrevivir en el más allá.

Estatuilla de madera que representa al ba, tocado con un disco solar. Período ptolemaico. MET, Nueva York.

Estatuilla de madera que representa al ba, tocado con un disco solar. Período ptolemaico. MET, Nueva York.

Estatuilla de madera que representa al ba, tocado con un disco solar. Período ptolemaico. MET, Nueva York.

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Las representaciones del ba empezaron a adquirir importancia sobre todo a partir del Reino Medio (1980-1760 a.C.), alcanzando su apogeo durante el Reino Nuevo (1539-1077 a.C.), cuando pasaron a ser un elemento común en las tumbas, costumbre que se mantuvo hasta el final de la época romana. 

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un ser de eternidad

Finalmente, el akh es tal vez uno de los conceptos más complejos. Los expertos no se ponen de acuerdo en qué era exactamente esta característica de la personalidad humana. Una de las teorías postula que el akh era la unión del ka y el ba, es decir, el difunto transfigurado en un ser eterno e inmuntable. Aunque parece ser que no todo el mundo podía transformase en un akh. Solamente podían hacerlo aquellos que hubiesen llevado una vida acorde con la maat (el orden, la armonía y la justicia). 

El akh se representaba con el jeroglífico del ibis eremita, un ave hoy extinta en Egipto. Su color azulado se identificaba con el cielo y el color rojizo de su cabeza, con el Sol. Todo ello realzaba su naturaleza celestial. En realidad, el akh era un concepto que se vinculaba principalmente con los dioses. De hecho, solamente tomaba forma tras la muerte de una persona, y simbolizaba el renacimiento y la resurrección en la otra vida. 

El akh se representaba con el jeroglífico del ibis eremita, un ave hoy extinta en Egipto.

El dios solar Re, con cabeza de halcón, acompañado de Maat, diosa de la justicia y el orden. Pintura de la tumba de Tausert y Setnakht en el Valle de los Reyes.

El dios solar Re, con cabeza de halcón, acompañado de Maat, diosa de la justicia y el orden. Pintura de la tumba de Tausert y Setnakht en el Valle de los Reyes.

El dios solar Re, con cabeza de halcón, acompañado de Maat, diosa de la justicia y el orden. Pintura de la tumba de Tausert y Setnakht en el Valle de los Reyes.

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Durante el Reino Antiguo, el concepto de akh se vinculó principalmente con la realeza. Así, los faraones, como seres divinos, se reunían con los dioses tras la muerte y sus respectivos akh viajaban con el dios solar Re en su barca, surcando el cielo y el inframundo para siempre, compartiendo con las divinidades su poder. Posteriormente, con la "democratización" de la muerte, los simples mortales tuvieron la oportunidad de transformarse asimismo en seres inmortales y, de este modo, pudieron disfrutar también de su parcela de eternidad.