La ciencia al servicio de la justicia

La ciencia al servicio de la justicia: Marie Lafarge, la primera condenada por asesinato

En 1840 Charles Lafarge murió entre fuertes vómitos y dolores de estómago. Un tribunal condenó a su viuda por envenenamiento en base a pruebas circunstanciales y un análisis toxicológico que muchos pusieron en cuestión, convirtiéndose en la primera persona en ser condenada gracias a la toxicología forense

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FOTO: Leemage / Prisma Archivo

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Una muerte sospechosa

Charles Lafarge murió el 14 de enero de 1840 entre fuertes dolores abdominales y vómitos. Este grabado de la época muestra como la familia del difunto ya sospechaba de la esposa, Marie (apartada de los cuidados del moribundo) y revisaba botellas y frascos para descubrir la prueba del envenenamiento que estaban seguros que se había cometido.

FOTO: Roger-Viollet / Aurimages

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Una parisina fuera de lugar

Marie Lafarge, nacida Capelle, provenía de una familia acomodada de París. Destacaba por su distinción y cultura. Un carácter que no encajaba en el ambiente rural y tradicional al que se mudó tras casarse. En este grabado, Marie Lafarge durante su juicio por asesinato.

FOTO: DEA / Album

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Le Glandier, un hogar desapacible

La casa de la familia Lafarge, le Glandier, era una antigua abadía cartuja desamortizada adquirida por el padre de Charles en 1817. A Marie le pareció una casa "sucia, desierta, con un frío atroz, sin muebles, sin puertas ni ventanas que cierren", según escribió en una carta a su tía.

FOTO: AKG / Album

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Gran espectación en el tribunal

El juicio levantó gran expectación entre la sociedad y la prensa francesa de la época, que abarrotaba a diario la sala donde se celebraba. El proceso estuvo muy condicionado por los prejuicios que asociaban el envenenamiento a las mujeres, aunque las estadísticas demostraban que la gran mayoría de estos crímenes eran cometidos por hombres. En la imagen, un grabado de 1842 que muestra a Marie Lafgare ante el tribunal.

FOTO: Science Source / Album

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Método nuevo y polémico

Tras varios ensayos no concluyentes, la culpabilidad de Marie Lafarge fue determinada por el eminente toxicólogo Mateu Orfila gracias al test de Marsh. El problema de esta prueba residía en su alta sensibilidad, pues la menor contaminación de los recipientes y los reactivos o el mismo arsénico natural bastaban para arrojar un falso positivo. En la imagen, el aparato usado para realizar el test.

FOTO: SPL / AGE Fotostock

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Orfila, la eminencia parisina

En 1841, Mateu Orfila i Rotger (1787-1853) era  la máxima eminencia de la toxicología en Francia. Su palabra bastó para condenar a Marie Lafarge por envenenamiento. Más tarde, otros pusieron en duda sus métodos. Él se defendió con demostraciones como la que ilustra esta caricatura.

FOTO: Bridgeman / ACI

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Un abogado experto

El abogado defensor de Marie Lafarge, Alphonse-Gabriel-Victor Paillet, era un letrado con experiencia en litigios penales. Consiguió desacreditar varias pruebas periciales que incriminaban a su clienta, pero cuando parecía que iba a conseguir su absolución no pudo hacer nada ante la decisiva de la intervención de Mateu Orfila.

FOTO: Dagli Orti / Aurimages

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¿Veneno o enfermedad?

Los síntomas del envenenamiento con arsénico son muy vagos y pueden confundirse fácilmente con los de enfermedades como el cólera, que había llegado a Europa hacía poco tiempo –en la década de 1830– y de la que no sospecharon. Sobre estas líneas, La epidemia de cólera de París en 1832. Museo Carnavalet, París.

FOTO: Lebrecht / Album

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Inspiración literaria

El caso Lafarge obsesionó a la alta sociedad parisina e inspiró Madame Bovary, la obra de Gustave Flaubert, sobre estas líneas en una imagen tomada por el fotógrafo Nadar. 

Cuando a finales de 1840 Mateu Orfila, la mayor eminencia en Química de la época, leyó las conclusiones de su informe toxícológico ante el tribunal de Tulle que la juzgaba, la suerte de Marie Lafarge, acusada del envenenamiento de su marido, quedó sellada: el análisis halló pequeñas muestras de arsénico en el cuerpo del difunto Charles Lafarge "que no viene de esa porción de arsénico que naturalmente existe en el cuerpo humano", es decir, que le había sido suministrado. Orfila había usado un método novedoso, el test de Marsh, que permitía detectar porciones infinitesimales de este veneno y, aunque pruebas toxicológicas anteriores habían descartado el envenenamiento y los resultados del test de Marsh eran puestos en duda por otros expertos en química, el tribunal halló culpable a la viuda y la condenó a pasar el resto de su vida en la cárcel por ello. Sobre ella pesaron la animadversión de su familia política, que enseguida sospechó de ella, y los prejuicios de la época, que asociaba venenos y mujeres.

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Una mujer liberal

Marie-Fourtunée Capelle nació en 1816 en el seno de una familia acomodada y pudo formarse en uno de los primeros centros de enseñanza femenina en París. A través de una agencia matrimonial, entró en contacto con un maestro de forja de una pequeña localidad del centro de Francia, Charles Lafarge, cinco años mayor que ella. En esa época, Lafarge atravesaba una situación económica complicada, como otros empresarios de su sector, y creyó que su unión con una familia parisina destacada podría abrirle las puertas de futuros negocios.

Marie Capelle recibió una educación liberal que chocaba frontalmente con la visión tradicional de su familia política

Marie Capelle no obtuvo una buena impresión en su primer encuentro con Lafarge, al que describió como un hombre con "rostro bastante feo, una apariencia y unas maneras muy salvajes". Bajo la presión de su familia aceptó la boda, que tuvo lugar a mediados de agosto de 1839. Durante el viaje a su nuevo hogar se produjeron fuertes disputas entre los esposos e incluso intentos de violación por parte del marido.

Incomprendida en la sociedad

Al llegar a Beyssac, en la región de Corrèze, Marie Lafarge encontró un hogar destartalado que no se parecía en nada a la mansión que le había descrito Charles. Tuvo también que soportar recelos por su conducta, alejada del recato que se esperaba de las mujeres de la región. A la familia Lafarge le molestaba que la joven esposa montara a caballo o que interpretara piezas al piano y leyera poesía romántica frente a sus invitados.

La tensión creció. Marie Lafarge padeció ataques nerviosos, imaginó un intento de fuga con un amante ficticio y hasta parece que trató de envenenarse. Sin embargo, pasadas las primeras semanas, consiguió amoldarse a la nueva situación y la relación con su nueva familia mejoró. Marie inició una renovación profunda de su casa y empezó a colaborar en los negocios de su marido, al que ayudó con sus contactos entre los notables parisinos para obtener un préstamo.

La familia acusa

A mediados de diciembre de 1839, cuando se encontraba en París para realizar negocios, Charles Lafarge recibió unos pasteles aparentemente elaborados por su mujer. Comió un trozo pequeño y esa misma noche se sintió indispuesto. Al regresar a casa, su estado se agravó, con vómitos cada vez más violentos y fuertes dolores de estómago. Pese a los cuidados de los médicos, murió el 14 de enero de 1840. Ese mismo día, los familiares del difunto manifestaron sus sospechas de que la joven esposa lo había envenenado con arsénico, disuelto no sólo en el famoso pastel, sino también en las medicinas y bebidas que le sirvió durante la enfermedad. Se supo asimismo que había comprado arsénico en una tienda.

Charles Lafarge comenzó a encontrarse mal en París, tras comer unos pasteles elaborados, al parecer, por su esposa

El juez instructor de Tulle se hizo cargo de la investigación. Interrogó a los familiares, hizo registrar la habitación de Marie, ordenó una autopsia del cadáver e hizo analizar todos los frascos de la casa. Los peritos estuvieron trabajando en los análisis durante varios días, mientras el juez instructor recogía una gran cantidad de informaciones diversas: cartas, testimonios, facturas, etcétera. El 23 de enero, se ordenó el arresto de Marie.

El juicio oral comenzó el 3 de septiembre de 1840 en Tulle, capital del departamento, en medio de una gran expectación. Desde las siete de la mañana, "una multitud compacta esperaba con impaciencia la apertura del santuario de la justicia", según la prensa. Al día siguiente se presentó el informe de la autopsia y el análisis de tóxicos realizado por orden del juez instructor. Los peritos –un grupo de médicos y farmacéuticos de la zona, que habían atendido personalmente a Charles Lafarge– describieron que habían encontrado indicios relacionados con el arsénico: daños anatómicos en su conducto digestivo o unos gránulos en el estómago que podían identificarse con el veneno, aunque su consistencia y color eran dudosos.

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Los peritos también relataron que al ir a realizar los análisis químicos, un accidente provocó la ruptura de un tubo, por lo que no pudieron confirmar la presencia del tóxico. Aun así, su veredicto fue que Charles Lafarge había muerto envenenado con arsénico. El abogado defensor de Marie Lafarge, que tenía experiencia en juicios de este tipo, resaltó con habilidad todas las incertidumbres para que se descartara el primer informe pericial acusatorio y se realizara otro nuevo.

Un nuevo método

El tribunal eligió a tres farmacéuticos de Limoges para analizar de nuevo los restos biológicos de Charles Lafarge, ahora mediante un método más moderno. Estos peritos sometieron parte del estómago y vómitos del difunto a un ensayo de alta sensibilidad que había sido introducido por James Marsh cuatro años atrás. Su conclusión fue clara: no encontraron «ni un átomo» de arsénico en las muestras.

Ante resultados tan contradictorios, el tribunal ordenó una tercera prueba, para la que fue necesario exhumar el cadáver de Lafarge porque las muestras disponibles habían sido consumidas en los dos análisis anteriores. El examen fue realizado conjuntamente por el primer y segundo grupo de expertos y el resultado fue, de nuevo, negativo.

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Todo apuntaba a que la acusada sería pronto liberada sin cargos. Pero un médico afirmó que durante los ensayos había notado "un ligero olor a ajo", característico del arsénico al ser volatilizado. Apoyándose en tan vagos indicios, el fiscal logró que se realizara un cuarto ensayo pericial, una prueba que se pretendía definitiva y concluyente.

Ante el tribunal se presentaron hasta cuatro informes toxicológicos con conclusiones contradictorias entre sí

El análisis definitivo

El nuevo análisis fue encargado a un equipo de expertos encabezados por Mateu Orfila i Rotger, un menorquín que había hecho carrera en Francia y se había convertido en una eminencia de la química. Los peritos llegaron a Tulle el 13 septiembre de 1840 y volvieron a emplear el ensayo de Marsh para analizar las pocas porciones disponibles del cuerpo de Lafarge. La prueba se realizó, como las dos anteriores, ante el tribunal y el público y los periodistas que abarrotaban la sala. Un silencio sepulcral precedió a la lectura del informe de Orfila. Su conclusión fue contundente: "Que existe arsénico en el cuerpo [...]. Que no proviene de los reactivos químicos empleados ni de la tierra que rodeaba el ataúd [...]. Que no viene de esa porción de arsénico que naturalmente existe en el cuerpo humano". También ofreció una explicación verosímil de los resultados negativos obtenidos por los anteriores peritos.

El juicio cambió de rumbo bruscamente. Lo que parecía una pronta absolución, gracias a dos informes periciales negativos, se transformó en una probable condena a la máxima pena para la acusada. En un movimiento desesperado, los abogados de Marie Lafarge contactaron con François-Vincent Raspail, uno de los más conocidos críticos de los métodos de Orfila en otros juicios. Pero, cuando Raspail llegó a Tulle, el juicio estaba visto para sentencia. Solamente las "circunstancias atenuantes" permitieron que Marie Lafarge evitara la pena de muerte. Su condena a cadena perpetua fue ratificada por el tribunal supremo de París a finales de 1840.

La intervención de Orfila fue determinante para cambiar el rumbo del juicio de manera brusca y hacer aparecer a Marie como culpable

En los meses siguientes el debate a favor y en contra de la inocencia de Lafarge dividió a la comunidad médica francesa y se extendió al conjunto de la sociedad. Mateu Orfila defendió sus conclusiones en varias lecciones públicas sobre intoxicación arsenical en el abarrotado an teatro de la Facultad de Medicina de París. En la primera mitad de 1841 se celebraron sesiones monográficas en la Academia de Ciencias y en la Academia de Medicina de París.

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Las revistas científicas, y también la prensa cotidiana y las publicaciones jurídicas, dedicaron muchas páginas al juicio. En Francia e Inglaterra se representaron diversas obras teatrales inspiradas por los acontecimientos.

La propia Marie Lafarge publicó una autobiografía que alcanzó gran popularidad. Aprendió nociones de toxicología para buscar posibles falacias en los métodos periciales, y en 1847 escribió una conmovedora carta a Orfila, en la que cuestionaba la fiabilidad de sus conclusiones. Marie rogaba a Orfila que recapacitara a la luz de las novedades descubiertas en los últimos años, en particular las investigaciones acerca del "arsénico normal" (el presente en seres humanos sanos) realizadas por químicos de la Academia de Ciencias de París, y pedía un nuevo informe: "Después de tres análisis, uno de ellos casi negativo y los dos restantes negativos sin lugar a dudas, ha sido necesario todo vuestro saber para hacer que aparezca una cantidad infinitesimal de veneno. Me parece, señor, que ya lo he dicho todo... ¡Ahora que Dios me proteja y que le otorgue a usted la iluminación de su verdad!".

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Aunque Orfila nunca llegó a escribir la rectificación solicitada, en los años siguientes se multiplicaron las peticiones de indulto. La esperanza de obtenerlo creció en los primeros días de la revolución de 1848, cuando los políticos republicanos destituyeron a Orfila de todos sus cargos al frente de la Facultad de Medicina. Raspail escribió nuevos artículos donde afirmaba que la condena de Marie Lafarge era "una de las más grandes vergüenzas de la prueba pericial química".

¿Caso cerrado?

Los partidarios de Marie Lafarge hicieron numerosas gestiones para conseguir un acto de gracia del gobierno republicano, sin resultado. Sólo cuando Marie enfermó de tuberculosis aceptó el gabinete de Luis Napoleón Bonaparte indultarla, en junio de 1852. Marie apenas pudo disfrutar de su libertad, porque murió pocos meses después en un balneario del sur de Francia donde trataba de recobrar la salud.

Pese a las pruebas aportadas durante el juicio, muchos no han aceptado nunca la culpabilidad de Marie Lafarge. Hubo numerosos intentos de reabrir el caso, sobre todo en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial, cuando se conocieron nuevas revelaciones acerca del arsénico normal. Entre los promotores de la campaña figuraba Julien Raspail, que recopiló la documentación de su abuelo y elaboró un largo texto con los supuestos errores periciales de Orfila. Todavía en la actualidad el tema es objeto de debate y existe una sociedad de amigos de Marie Lafarge dedicada a reclamar una revisión completa del juicio. Ello contrasta con la insistencia de los manuales médicos en presentar este caso como un momento fundacional de la toxicología. La turbadora incertidumbre que sigue rodeando el caso Lafarge es una invitación a la prudencia en los usos de la ciencia dentro de la administración de justicia.

Para saber más

La verdad sobre el caso Lafarge. José Ramón Bertomeu. Ediciones del Serbal, Barcelona, 2015.