Historias para no dormir

Charles Perrault y los macabros cuentos populares

Cuentos tan populares como El gato con botas, Caperucita Roja, La Bella Durmiente o Cenicienta eran en origen mucho más oscuros de como los conocemos en la actualidad. Charles Perrault los adaptó y dejó por escrito la forma en que los conocemos a día de hoy.

Retrato de Charles Perrault por Charles Le Brun (1670)

Retrato de Charles Perrault por Charles Le Brun (1670)

Foto: Colección privada (desconocida)

Los cuentos populares que recordamos de nuestra infancia no siempre tuvieron un final feliz. En una versión medieval de Caperucita Roja, el lobo no solo se come a la abuela de la niña, sino que, cuando esta llega a su casa, le sirve para cenar un plato de carne de la pobre señora. El príncipe de La Bella Durmiente no se limitaba a besarla, sino que la violaba y dejaba embarazada mientras ella dormía.

Como estos, muchos otros cuentos famosos circulaban de forma oral durante la Edad Media, con versiones que diferían entre sí y que a veces eran muy macabras. Mucho antes de los hermanos Grimm realizaran su gran recopilación en el siglo XIX, el francés Charles Perrault hizo una primera compilación bajo el título Cuentos de Mamá Ganso.

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Ministro y escritor

 

El perfil de Charles Perrault no responde a lo que esperaríamos de un escritor de cuentos, puesto que la mayoría de su obra fue extremadamente burocrática. Nacido en 1628 en el seno de una familia burguesa de París, estudió en las mejores escuelas y en un primer momento encaminó su carrera profesional hacia la jurisprudencia, antes de descubrir su vocación por la escritura y las lenguas.

 

Después de unos años en la Academia Francesa, en 1665 logró un puesto en la corte de Luis XIV gracias a la recomendación del influyente ministro Jean-Claude Colbert. Su trabajo consistía principalmente en redactar documentos oficiales, pero el rey le tenía gran confianza como asesor, hasta el punto que parte de la iconografía del Palacio de Versalles procede de recomendaciones de Perrault: por ejemplo, suya fue la idea de que las fuentes y esculturas del laberinto del jardín – sustituido por el jardín inglés durante el reinado de Luis XVI – representaran las Fábulas de Esopo.

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Pero como solía suceder con los ministros reales, la estrella de Perrault no iba a durar para siempre y eventualmente tuvo que ceder su puesto en la corte a un nuevo afortunado. El funcionario intentó entonces usar su bagaje cultural para ganarse la vida con la escritura. En aquel momento los cuentos estaban de moda para amenizar las reuniones de la alta sociedad, por lo que Perrault quiso aprovechar el filón: después de adaptar diversas historias populares de tradición oral, en 1687 las reunió en el recopilatorio Cuentos de Mamá Ganso.

Los cuentos macabros

 

La edición original contenía ocho cuentos: La bella durmiente del bosque, Caperucita Roja, Barba Azul, El Gato con Botas, Las hadas, Cenicienta o el pequeño zapato de cristal, Riquete el del copete y Pulgarcito. En posteriores ediciones se añadieron otros tres: La paciencia de Griselda, Los deseos ridículos y Piel de Asno. Ninguna era una historia original – algunos habían sido compilados anteriormente por el escritor napolitano Giambattista Basile –, pero Perrault fue el primero que les dio una forma canónica y, además, suavizó muchos detalles que originalmente eran bastante macabros. Eso se debía a que el propósito de los cuentos populares era dar una lección moral o advertir sobre un peligro – por ejemplo, de fiarse de los extraños como hace Caperucita Roja – pero a menudo lo hacían de forma extrema y ciertamente no apta para niños.

Portada de la primera edición de Cuentos de Mamá Ganso

Portada de la primera edición de Cuentos de Mamá Ganso

Foto: Morgan Library and Museum

El Gato con Botas, a pesar de las trastadas que pueda cometer en la versión canónica, era mucho más ingrato en la historia original y usaba cualquier ocasión para aprovecharse de la gente. Hasta la versión de los hermanos Grimm, el lobo no solo se comía a la abuela de Caperucita sino también a la niña; Perrault mantuvo este final dramático, pero eliminó un detalle aún más macabro: antes de devorar a Caperucita, le servía para cenar un plato de carne de su abuela. Y aunque hoy se pueda criticar que el príncipe de La Bella Durmiente la bese estando ella dormida, el cuento original era mucho peor: un rey la violaba y la dejaba embarazada, ella daba a luz a dos hijos y, cuando la esposa del rey lo descubría, ordenaba que los niños – que a saber qué culpa tenían de semejante embrollo – fueran descuartizados y servidos a su marido para comer.

 

Perrault quiso hacer versiones menos sangrientas pero que distan mucho de poder considerarse “para todos los públicos”, aunque en su época fueran contadas a los niños. En los Cuentos de Mamá Ganso, Caperucita es igualmente devorada y, aunque la bella durmiente se salva de la violación y despierta por sí misma, sus hijos siguen corriendo el peligro de acabar en una olla debido a los celos que siente la madre del príncipe hacia su nuera.

Ilustración del cuento Caperucita Roja en una edición de 1862, realizada por el famoso ilustrador Gustave Doré

Ilustración del cuento Caperucita Roja en una edición de 1862, realizada por el famoso ilustrador Gustave Doré

Foto: CC

Y es que Perrault, a pesar de omitir ciertos detalles escabrosos, quiso – como así manifiesta en el libro – mantener el valor moralizante de los cuentos, que podía quedar atenuado si las historias eran demasiado felices. En muchos casos se trataba de asustar a los niños con las consecuencias extremas de lo que podía pasarles si no se comportaban con prudencia, así como de fomentar valores cristianos, puesto que Perrault era un hombre muy religioso. Las historias tendrían que esperar a la pluma de los hermanos Grimm para asemejarse a lo que hoy consideraríamos cuentos para niños.

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