Desastres navales

La catástrofe del "Cabo Machichaco" que arrasó el puerto de Santander

El moderno vapor atracaba en el puerto de Santander el 3 de noviembre de 1893 cargado con unas 1.700 cajas de dinamita y 20 botellas de ácido sulfúrico, además de casi 1.000 toneladas de material siderúrgico. A pesar de la prohibición expresa del atraque de buques cargados con dinamita en el puerto, el capitán del barco no avisó de lo peligroso de su carga y tras una breve cuarentena fondeó en el muelle de Maliaño de la capital cántabra, donde provocaría una gigantesca tragedia.

Imagen del vapor Cabo Machichaco envuelto en llamas en el puerto de Santander.

Foto: PD

Durante la apacible tarde del 3 de noviembre de 1893, Santander estuvo a punto de desaparecer del mapa cuando la proa del Cabo Machichaco, un barco fondeado en el puerto de la ciudad, estalló. El ácido sulfúrico y la dinamita que el navío almacenaba en sus bodegas estallaron convirtiendo al resto de la carga en una metralla letal que saltó por los aires. Balas de fusil, afiladas piezas metálicas, todo salió despedido en dirección al puerto, donde una multitud curiosa se había reunido para observar la llegada del carguero. Aquello se convirtió en la mayor tragedia portuaria en la historia moderna de España. Ese fatídico día murieron 590 personas y otras 2.000 resultaron heridas, mutiladas o abrasadas. Santander tampoco se libró de la destrucción ya que la tremenda explosión arrasó 25 manzanas de viviendas alrededor del puerto.

"En las primeras horas de la noche de ayer comenzó a circular la noticia, vaga primero, agrandada más tarde, rodeada por último de cuantos horrores puede imaginarse la fantasía, de que el hermoso vapor de los señores Ibarra de Sevilla Cabo de Machichaco, tan conocido en Bilbao por hacer la travesía entre nuestro puerto y el de Sevilla, había volado en el puerto de Santander, causando innumerables víctimas. ¿Cuántas? Imposible precisarlo ¿Quiénes eran? Más difícil y aventurado decirlo: sabíase que había muertos y esto era todo". De este modo informaba el diario vespertino de Bilbao El Nervión sobre la catástrofe sucedida el día anterior a sus horrorizados lectores.

Sobrecargado con dinamita

La historia de la explosión del Cabo Machichaco empieza el 24 de octubre de 1893, cuando el moderno vapor, perteneciente a la compañía Ybarra, zarpaba del puerto de Bilbao cargado hasta los topes con harina, materiales siderúrgicos y, lo más peligroso de todo, 1.700 cajas de dinamita y 20 botellas de ácido sulfúrico. El destino final era Sevilla, aunque antes debía hacer escala en Santander, donde el navío tenía que descargar una veintena de cajas de explosivos además de otros materiales.

Pero la ciudad de Bilbao se encontraba en aquellos momentos afectada por una terrible epidemia de cólera, por lo que el Cabo Machicaco fue obligado por las autoridades portuarias a fondear al final de la bahía, frente al lazareto (asilo para leprosos) de Pedrosa. Finalmente, sin que se llegase a completar la cuarentena, las autoridades del lazareto autorizaron al Cabo Machichaco (cuyo capitán no había informado de lo peligroso de sus carga), a acercarse a la ciudad para fondear y descargar.

La historia de la explosión del 'Cabo Machichaco' empieza el 24 de octubre de 1893, cuando el moderno vapor zarpaba del puerto de Bilbao.

El Cabo Machichaco ardiendo en la bahía de Santander.

Foto: PD

Así, el Cabo Machichaco quedó amarrado a las siete de la mañana en el puerto de la capital cántabra. Y mientras los trabajadores del puerto descargaban algunas de las cajas de dinamita almacenadas en el carguero, súbitamente de la nada surgió una llama que fue creciendo hasta convertirse en un incendio incontrolado. El ácido sulfúrico y la dinamita (compuesta por nitroglicerina, un elemento altamente explosivo) contribuirían poco después a aumentar la magnitud de la catástrofe. Mientras, el espectáculo del carguero en llamas, que los bomberos intentaban por todos los medios sofocar, atrajo a una enorme cantidad de curiosos, que se acercaron peligrosamente al lugar del siniestro. Al poco rato se comunicó que entre la carga había explosivos, lo que hizo cundir el pánico entre los asistentes.

Una carnicería evitable

Pero a pesar de la gravedad de la situación, la gente congregada en el puerto se resistía a retirarse. El hecho de que las autoridades no abandonasen la zona creó una falsa sensación de seguridad entre los curiosos. Un testigo de la tragedia contó días después a El noticiero bilbaíno lo que vio: "Corrió la voz de que el buque llevaba 1.700 cajas de dinamita y entonces la gente echó a correr, pero regresaron muchos cuando alguien les dijo que la dinamita había sido desembarcada en el muelle".

En efecto, la dinamita que iba destinada a Santander, 20 cajas, ya había sido desembarcada, pero las autoridades, que sí sabían que en el barco aún quedaban más cajas, no se decidieron a desalojar la zona porque sabían que la dinamita no explota en contacto con el fuego, sino que tan solo arde. Pero el ácido sulfúrico y la nitroglicerina en contacto con el agua hicieron el resto. Tras la terrible explosión, el barco disparó hacia lo alto toda la carga, y todas las vigas y raíles que la componían acabaron convertidos en metralla.

Las autoridades no se decidieron a desalojar la zona porque sabían que la dinamita no explota en contacto con el fuego, sino que tan solo arde.

Operarios del puerto de Santander durante los trabajos de salvamento del Cabo Machichaco.

Foto: PD

La tromba de agua provocada por la explosión del Cabo Machichaco hizo volar a la gente que estaba en el puerto en esos instantes enviándola directamente al mar, además la onda expansiva acabó con la vida de familias enteras de inmediato. "En la catedral, a más de 200 metros, cayeron unas 60 vigas de 300 kilos cada una. Debieron de morir en el acto unas 300 personas, otras 500 sufrieron heridas graves, con muchas mutilaciones, y hasta 2.000 más resultaron con heridas de diversa consideración. Y esto en una ciudad descabezada, porque la mayor parte de las autoridades habían muerto", explica el historiador naval Luis Jar Torre. Santander se hallaba en esos momentos sin medios para afrontar una situación de tanta gravedad.

Para saber más

Imagen del reina Regente tomada el 27 de abril de 1893.

El misterioso naufragio del "Reina Regente"

Leer artículo

Santander arrasada

La prensa se hizo enorme eco de la tragedia. El escritor, periodista y dramaturgo español José Fernández Bremón, testigo de los hechos, narró así en la revista de la época La Ilustración española y americana el momento de la explosión: "Acudieron las autoridades, marinos y pueblo para ayudar a extinguir el fuego y al muelle gran número de paseantes curiosos. Transcurrieron en esos trabajos y duraba el espectáculo unas dos horas, cuando surgió del buque una gran llamarada, retumbó un trueno formidable, el humo ennegreció el aire, que se llenó de fragmentos negros o inflamados; aquellos se esparcieron como metralla haciendo estragos. Los otros prendieron fuego a cincuenta o sesenta edificios, y los gases, dilatados con terrible violencia, echaron casas a tierra, buques a pique y cadáveres por el aire. La tierra tembló y toda la fábrica de la ciudad". Una descripción absolutamente apocalíptica.

'Surgió del buque una gran llamarada, retumbó un trueno formidable, el humo ennegreció el aire, que se llenó de fragmentos negros o inflamados', contó Bremón.

La explosión del Cabo Machichaco ocasionó graves destrozos en la ciudad de Santander.

Foto: PD

Además de las imágenes aparecidas en la revista Blanco y Negro, donde se veía a una Santander totalmente destruida por la explosión, el escritor y periodista español Torcuato Luca de Tena firmó una crónica en la que decía: "Imposible dar idea del número de víctimas causadas por la formidable explosión; semejante hecatombe, la más horrible de las habidas en mucho tiempo entre los humanos, no puede medirse por la estadística ni puede contarse por el libro de entradas del hospital y por las bajas del Registro civil. A los cadáveres encontrados hay que añadir los que se pudren en el fondo de la bahía; a los muertos del camposanto, los muertos moralmente por la horrible sacudida nerviosa o por inmensas pérdidas en familia o en intereses; a los operados que expiran, los desequilibrados para siempre y los que morirán poco a poco sin que el público se entere o los periodistas se percaten". Una tragedia que la capital de Cantabria tardaría mucho tiempo en poder superar.