Abel G.M.
Periodista especializado en historia y paleontología
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Poco después de la proclamación de la Primera República española, en febrero de 1873, estalló una insurrección que durante medio año se sumó a los numerosos problemas a los que se enfrentaba el nuevo gobierno. Aunque en las Cortes circulaba el compromiso de realizar una reforma política de corte federalista, había grupos que abogaban por un procedimiento más radical: proclamar diversos Estados en la península que después acordaran cuál debería ser su relación, sin pasar por la autoridad de un gobierno central.
El inicio y desenlace de la rebelión tuvieron lugar en la población murciana de Cartagena, desde la cual los sublevados quisieron extenderla a otras ciudades como Murcia, Valencia, Barcelona y Sevilla. Y fue en Cartagena, que se constituyó en cantón federal, donde sucedieron las dos anécdotas más recordadas del conflicto, relacionadas ambas con una bandera.
¿Turcos en la costa?
Nada más empezar la insurrección, el 12 de julio, una de las primeras cosas que quisieron hacer los sublevados fue izar en el castillo de Galeras una bandera que proclamase su independencia del gobierno central. Una guarnición formada por voluntarios decidió que la bandera del cantón sería roja, pero había un problema: la única bandera de ese color que encontraron era la otomana, que incluía la media luna y la estrella de color blanco.
Un comandante del ejército se dio cuenta del extraño suceso y envió al ministro de Marina un telegrama en el que le advertía que “el castillo de Galeras ha enarbolado bandera turca”. Finalmente uno de los voluntarios improvisó una solución drástica: hacerse un corte en el brazo y teñir con su sangre las partes blancas de la bandera. Unas horas después, otros voluntarios ocupaban el Ayuntamiento, donde sí pudieron izar una bandera roja sin necesidad de recurrir a sangrientos apaños.

Caricatura en la revista "La madeja política"
Esta caricatura representa a Emilio Castelar, presidente del gobierno republicano, apagando diversos "fuegos" como la insurrección de Cartagena o la guerra carlista.
Foto: Biblioteca de Catalunya (CC)
Carta a América
La revolución federalista no fue tan exitosa como esperaban: aunque los insurrectos lograron sublevar algunas ciudades, en la mayoría de ellas la rebelión duró solo unos días antes de que el ejército regular restableciera el orden republicano. También Murcia cayó al cabo de un mes de empezar la insurrección; pero Cartagena, epicentro del movimiento cantonal, resistió varios meses más gracias a que los sublevados se habían hecho con el control de la marina; el Cantón llegó incluso a tener moneda propia, el duro cantonal.
No obstante, a finales de otoño, la presión del ejército republicano hacía prever una derrota no muy lejana. Al iniciarse los bombardeos sobre Cartagena, los dirigentes cantonales tuvieron una nueva idea: usar la bandera de los Estados Unidos con la esperanza de que el amparo norteamericano frenara el ataque. Pero para que dicha protección fuera efectiva había que hacer una petición formal al gobierno de los Estados Unidos, por lo que el jefe del gobierno cantonal, Roque Barcia, escribió una carta al presidente estadounidense Ulyses S. Grant y se la hizo enviar a través del embajador norteamericano en Madrid.
La carta al presidente Ulyses S. Grant no pedía expresamente unirse a los Estados Unidos, sino enarbolar su bandera como medida disuasoria
Se sabe que efectivamente Grant recibió la carta y que prometió estudiar la petición; pero si lo hizo, fue demasiado tarde para los federalistas: tras un bombardeó que redujo a escombros gran parte de la ciudad, Cartagena se rindió el 12 de enero de 1874. Así terminaba la historia del Cantón.
El episodio ha pasado a la historia como el momento en el que Cartagena pidió incorporarse a los Estados Unidos, pero no fue realmente así. Lo que pedía la carta era “si no autoriza en un caso extremo, como medio último de salvación, enarbolar en nuestros buques, en nuestros castillos, en nuestros baluartes un pendón federal glorioso y acatado en todo el Norte”. De ello no puede deducirse que las autoridades cantonales pidieran el ingreso a la Unión, sino más probablemente que solicitaban usar su bandera como medio disuasorio o, a lo sumo, ponerse bajo su protección. Si aquello hubiera llevado a algo más o no, sólo podría decirlo el propio Grant, que nunca llegó a contestar a la carta.
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