Lujo sobre ruedas

Los carruajes y el tráfico en la España moderna

En las ciudades de los siglos XVII y XVIII, las carrozas fueron un signo de distinción y un problema urbano

La Visita, una dama baja de una lujosa carroza a mediados del siglo XVIII. Ignacio de Leon y Escosura, 1871.

Foto: Wikimedia Commons

Madrid, primer tercio del siglo XVII. Día tras día, el lento tráfico de carrozas y coches de paseo entre el Alcázar y el paseo del Prado caracteriza la hora punta vespertina en la ciudad. Tanto el Consejo de Castilla como el Concejo de Madrid llevaban tiempo intentando poner orden en la circulación, pero la moda de los paseos en coche les superaba.

Recordaban que las Cortes de Valladolid ya pidieron en 1555 la prohibición del coche por conducir al desorden moral, la ruina económica y la confusión social, y eso que en aquella época el carruaje de paseo todavía era una anécdota en las calles de Madrid y de las grandes ciudades del reino.

La velocidad a la que circulaban por Madrid los vehículos de los carreteros y los asnos de los aguadores (arriba) llevó al Concejo de la villa, en el año 1500, a imponer multas de hasta 10 días de cadenas en algunos casos.

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En aquel entonces, la población se movía principalmente a pie, a caballo y, en casos excepcionales, a bordo de literas (asientos entre varas movidos por mulas), de sillas de manos (de tracción humana) y de carros, estos últimos utilizados mayoritariamente por las damas. Los pocos coches que se veían por las calles y por algún camino resultaban muy incómodos al estar la caja fija a los ejes de las ruedas y carecer de amortiguación.

AMORTIGUADORES Y CRISTALES

La entrada del siglo XVII cambió los gustos de los ciudadanos. Cerca de 800 coches se movieron por las calles de Madrid en tiempos de Felipe III, cifra que alcanzaría los 1.200 a finales de la centuria. Las mejoras técnicas introducidas por los maestros carroceros –como la caja suspendida, la libertad de giro de las ruedas delanteras, la mayor comodidad y estabilidad y el cierre de los habitáculos con puertas y cristales– dispararon los encargos por hacerse con un modelo de gama alta.

De los talleres italianos, franceses y españoles salían infinidad de modelos de rica decoración interior, como las calesas (coches de dos ruedas y un caballo), las berlinas (de cuatro ruedas y vidrios) o las estufas (carrozas acristaladas), usados para distinguirse del resto de las clases sociales.

Carroza nobiliaria del siglo XVIII. Museo Nacional de Cerámica, Valencia.

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Las novedades técnicas estaban a la orden del día. Se contaba que un día de julio de 1625 el marqués de Toral sacó a las calles de la Corte el primer coche con vidrios que circuló por el reino. Fue tanta la expectación que el pueblo marchó detrás del carruaje para ver en qué momento se rompían los cristales del coche por el lastimoso estado de las calzadas y la dudosa suspensión del vehículo.

El siglo XVII no fue sólo el Siglo de Oro de las letras españolas: también fue el siglo de la movilidad y de los atascos en las principales villas como Valladolid, Granada,Vitoria, Sevilla. Ninguna se salvó de los inconvenientes de ver tantos coches circulando sin orden aparente.

LOS PRIMEROS SINIESTROS

Con el aumento de la congestión llegaron los primeros accidentes y los primeros altercados ciudadanos por razón del tráfico, como el que se produjo en el centro de Madrid en enero de 1655. El coche del gobernador del señor arzobispo pasó a tal velocidad que derribó el carruaje del conde de Lodosa. Éste, ofendido, sacó la espada y arremetió contra las mulas del vehículo del gobernador, a las que abrió la barriga de dos certeros pinchazos.

Llegada en coche a una celebración social. La fiesta en el Jardín Botánico, óleo por Luis Paret y Alcázar. 1789-1799. Museo Lázaro Galdiano, Madrid.

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Estaba establecido que todos cedieran el paso al propietario con mayor distinción social, pero esto no siempre se cumplía. La indisciplina viaria marcaba la conducción por parte de los cocheros, que hacían uso del látigo en las calles estrechas sin importarles la presencia de peatones, los cuales debían resguardarse en los portales para no recibir el mismo castigo que los animales. La ostentación de su habilidad, las carreras por presumir de rapidez y destreza y el estado ebrio de muchos cocheros aconsejaron aprobar una legislación que limitara tales excesos.

UN SÍMBOLO DE DISTINCIÓN

En 1611 se publicó una pragmática que prohibía a las prostitutas y a otros colectivos el desplazamiento en cualquier vehículo por carecer de méritos para ello. Sólo los miembros de una élite cercana al poder –eclesiásticos, consejeros, regidores, banqueros, hombres adinerados– disponían, gracias a sus influencias, de licencia para tener coche; una circunstancia que contribuyó a consolidar la desigualdad entre los diferentes grupos sociales.

La citada ley estableció para los hombres la obligatoriedad de circular con licencia pública y con animales y coches propios, y daba libertad a las mujeres para transitar con sus propios coches siempre que fueran descubiertas para ser identificadas; se las autorizaba, además, a llevar en estos vehículos a sus maridos y demás familia.

Las sillas de manos, conducidas por hombres, fueron, junto con las literas (llevadas por mulas), los primeros vehículos de alquiler que prestaron servicio en las ciudades.Ya desde el siglo XVI había sillas de manos de alquiler con paradas fijas en el centro de Madrid, situadas, entre otros lugares, en las plazas de Herradores, Cebada, Antón Martín, Puerta del Sol y junto al Alcázar. Usadas primero por las damas y personajes distinguidos de la corte, luego se generalizaron hasta el punto de influir en la construcción de las casas principales, cuyas escaleras tenían peldaños anchos para que los llamados «mozos de silla» pudieran subir a las señoras hasta la antesala de la vivienda. Estos mozos se alquilaban por un precio establecido de forma oficial; se trataba de un trabajo al que era fácil acceder, puesto que para desempeñarlo lo único que se requería era fortaleza física. Silla de manos fabricada en Nápoles hacia 1750, Museo de Artes Decorativas, Madrid.

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La intervención del Consejo de Castilla, el organismo que había promovido el decreto, obedecía a simples razones económicas: se quería evitar que las clases humildes pudieran comprar un carruaje, operación que suponía mucho dinero.

A mediados del siglo XVIII un coche de cuatro plazas de tipo berlina y con una mula de tiro costaba unos 14.000 reales –a los que había que sumar 500 mensuales de mantenimiento–, en tanto que el salario medio no llegaba a los once reales diarios en el caso de los profesionales. Solo algunos funcionarios y jueces ganaban más de 15.000 reales al año.

EL PASEO, UNA NUEVA DISTRACCIÓN

Funcionarios, eclesiásticos, militares, profesionales..., pero también criados, indigentes y pícaros: en las principales ciudades del reino, eran muchas las personas que se paseaban por las calles como protagonistas o simples espectadores del espectáculo de la apariencia. Los pudientes hacían ostentación del último modelo de coche y de vestido, solazándose en las envidiosas miradas de sus convecinos.

Vista de la Carrera de San Jerónimo y el Paseo del Prado con una procesión de carruajes. Jan van Kessel, 1680, Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid.

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Esta nueva forma de ocupar el tiempo libre se consolidó en la capital y encontró reflejo en las obras de los escritores del Siglo de Oro que llevaron a sus obras el mundo de la circulación. Lope de Vega, Quevedo y Vélez de Guevara, entre otros, entretuvieron a sus lectores con pasajes dedicados al coqueteo entre los caballeros que paseaban a pie o a caballo y las damas que se insinuaban desde el interior de los coches.

Un juego erótico que se acentuaba al caer la tarde, cuando se avivaba el deseo de la belleza oculta por las primeras sombras. El moralista Juan de Zabaleta refería que los jóvenes paraban sus coches junto a los de las señoras y que a éstas la voz les servía de cara: «La que tenía más limpia y más delgada la voz presumía de ser bonita». Así fue cómo el paseo en coche se convirtió en un divertimento tan atrayente como los toros o el teatro.

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