Viajes extraordinarios

Giovanni da Pian del Carpine, un franciscano en la corte del Gran Kan

Este fraile franciscano fue enviado por el papa Inocencio IV en misión diplomática a la corte del Gran Kan Guyuk en 1245. Carpine debía hacerle entrega de una misiva del pontífice, quien tenía la esperanza de poder evangelizar a las por entonces desconocidas tribus mongolas de las estepas asiáticas. Así, su arriesgada aventura lo convirtió en el primer europeo en visitar la corte de un Gran Kan, antes incluso que el veneciano Marco Polo.

Ilustracio´n que muestra al fraile franciscano Giovanni da Pian del Carpine durante su reunión con el Gran Kan.

Ilustracio´n que muestra al fraile franciscano Giovanni da Pian del Carpine durante su reunión con el Gran Kan.

Ilustracio´n que muestra al fraile franciscano Giovanni da Pian del Carpine durante su reunión con el Gran Kan.

Foto: CC BY SA 4 0

Las relaciones entre la Europa cristiana medieval y los grandes imperios de las estepas asiáticas, como el Imperio mongol o el Imperio tártaro, han hecho correr ríos de tinta a lo largo de la historia. Parece existir una auténtica competición por establecer quién fue el primer viajero europeo que visitó alguna de estas cortes asiáticas. Así, la visita del explorador veneciano Marco Polo a Kublai Kan, el quinto y último Gran Kan del Imperio mongol en 1274, está considerada tradicionalmente el primer contacto entre Europa y el poderoso Imperio mongol. Aunque no fue la única. Entre estas embajadas también destaca la realizada por Ruy González de Clavijo a la corte del conquistador turco-mongol Tamerlán en 1404. Pero, al parecer, hubo otro europeo que visitó con anterioridad la corte de un Gran Kan.

Hablamos del viaje protagonizado por un fraile franciscano italiano llamado Giovanni da Pian del Carpine en el año 1246, que llegó a la corte del recién fallecido Ogodei (tercer hijo de Gengis Kan) para asistir a la proclamación de su hijo Guyuk. Y dejó testimonio de aquel encuentro en un relato en el que contaba su experiencia titulado Ystoria Mongalorum.

Retrato de Ogodei expuesto en el Palacio Nacional de Taipei. 

Retrato de Ogodei expuesto en el Palacio Nacional de Taipei. 

Retrato de Ogodei expuesto en el Palacio Nacional de Taipei. 

Foto: PD

Un franciscano con experiencia

Todo tuvo su origen en el temor a una nueva invasión bárbara, por lo que el papa Inocencio IV decidió emular a su predecesor León I Magno, que hizo frente a los hunos del feroz Atila que amenazaban Roma. El pontífice estaba convencido de que el poder de la Iglesia debía estar por encima del poder temporal, algo que dejaría muy claro tiempo después con la promulgación de la bula Agni sponsa nobilis, que consiguió provocar una rebelión contra el rey de Sicilia Federico II Hohenstaufen. Pero antes de eso, Inocencio IV trató de negociar una paz con el Gran Kan de los mongoles, y para ello decidió enviar una embajada encabezada no por un diplomático al uso, sino por un religioso.

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El papa puso al frente de esta embajada a Giovanni da Pian del Carpine, un fraile franciscano que por aquella época contaba ya 60 años. A pesar de su avanzada edad, el fraile tenía a su favor haber superado sus duros votos de pobreza y una extensa formación religiosa. Carpine asimismo había jugado un papel muy destacado en el establecimiento de la orden franciscana y había ocupado importantes cargos en distintos países. También fue testigo de acontecimientos históricos decisivos. Se hallaba en en España en el momento de la gran invasión mongola de la Europa del Este y fue testigo de la desastrosa Batalla de Liegnitz en 1241, en la que los mongoles resultaron vencedores. Por todo ello Inocencio consideraba que Carpine estaba perfectamente capacitado para los desafíos de aquel viaje. 

El papa consideraba que Carpine estaba capacitado para los desafíos de aquel viaje.

Retrato anónimo del Gran Kan de los mongoles Guyuk Kan.

Retrato anónimo del Gran Kan de los mongoles Guyuk Kan.

Retrato anónimo del Gran Kan de los mongoles Guyuk Kan.

Foto: CC BY SA 4 0

Una vez listo, Carpine partió el domingo de Pascua del año 1245. Al principio, por recomendación del rey bohemio Wenceslao I, iba acompañado por otro fraile franciscano llamado Esteban de Bohemia, y más tarde se les uniría un tercer fraile, Benedicto de Polonia, que haría las veces de intérprete gracias a sus amplios conocimientos lingüísticos. Los tres siguieron la Ruta de la Seda hasta Oriente, pero por el camino Esteban enfermó y no pudo continuar el viaje, debiendo quedarse en Cumania, en la estepa euroasiática, que por aquel entonces estaba dominada por tribus nómadas. 

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El flagelo de Dios

Así, Carpine y Benedicto continuaron viaje cruzando el río Dniéper hasta el Don y el Volga, donde se encontraron con Batú Kan, señor de la Horda de Oro, comandante supremo en las fronteras occidentales del Imperio mongol y conquistador de Europa del Este. Para poder penetrar en su territorio, ambos hombres tuvieron que someterse a un singular ritual purificador: caminar entre dos fuegos para eliminar cualquier pensamiento impuro. Superada la prueba, Carpine se reunió con Batú Kan, le hizo entrega de los regalos que portaba y este les ofreció un salvoconducto para poder ver al Gran Kan, que se hallaba en Mongolia.

Carpine se reunió con Batú Kan, le hizo entrega de regalos y este les ofreció un salvoconducto para ver al Gran Kan.

Reproducción de la carta enviada por Inocencio IV "al rey y al pueblo de los tártaros".

Reproducción de la carta enviada por Inocencio IV "al rey y al pueblo de los tártaros".

Reproducción de la carta enviada por Inocencio IV "al rey y al pueblo de los tártaros".

Foto: PD

Pero el trayecto estuvo plagado de penalidades. Los dos hombres viajaron 4.800 kilómetros en poco más de tres meses y llegaron exhaustos al campamento imperial cerca de Karakorum a mediados de julio, donde fueron retenidos. El 24 de agosto fueron recibidos por el Gran Kan quien finalmente les permitió regresar a Europa y les hizo entrega de una carta dirigida al sumo pontífice. En esta misiva, escrita en tres idiomas diferentes, el Gran Kan afirmaba que él era el auténtico "flagelo de Dios" e instaba al papa a jurarle lealtad. 

La Ystoria Mongalorum

El largo viaje de regreso de Carpine y su grupo resultó especialmente duro, sobre todo durante los meses de invierno. Finalmente, el 9 de junio de 1247, la embajada llegó a Kiev, un puesto avanzado cristiano en la zona eslava, donde fueron calurosamente recibidos. Cuando los religiosos llegaron por fin a Roma entregaron en mano la carta del Gran Kan al papa. Posteriormente, Carpine redactó un informe sobre su viaje, y a pesar del contenido de la carta del Gran Kan se mostró muy confiado en poder convertir a los mongoles al cristianismo. 

El 9 de junio de 1247 la embajada llegó a Kiev, un puesto avanzado cristiano en la zona eslava.

Tras su aventura, Carpine fue nombrado arzobispo de Antivari, en Dalmacia, y publicó su libro Ystoria Mongalorum. No obstante, durante mucho tiempo la versión más conocida del relato de Carpine fue un simple resumen incluido por Vincent de Beauvais en su obra Speculum Historiale (una de las tres partes que componían la enciclopedia Speculum Majus, compilada en 1473). El texto completo no sería editado hasta muchos siglos después, en el año 1838. En su obra, Carpine describió el carácter, la historia, la política exterior y las tácticas militares de los mongoles, e incluso incluyó una sección sobre la mejor manera de derrotar o resistir a estos nómadas de las estepas en caso de ataque.

El libro de Carpine resultó muy novedoso para su época. El fraile ofreció un fiel relato acerca de la vida cotidiana de aquellas gentes, refutando que se tratase tan solo de una banda de bárbaros asesinos. El libro, considerado un relato riguroso y detallado, también sirvió de modelo para aventureros posteriores. Muchos historiadores lo consideran, quizás, el mejor estudio cultural realizado por un escritor cristiano en esa época, superior incluso a la crónica del místico Jan van Ruusbroec, quien escribió acerca de una misión similar emprendida en el año 1253.

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