La segunda mitad del siglo XV fue un período de la historia caracterizado por la aparición de personajes de fuerte personalidad y gran carisma, que condicionaron en buena medida la evolución de su tiempo.Una de estas personalidades destacadas fue el duque Carlos de Borgoña, importantísimo eslabón en una cadena dinástica que lleva a su bisnieto, el emperador Carlos V.
Ambicioso como pocos príncipes de su tiempo, el duque Carlos quiso crear un gran Estado independiente entre Francia y el Imperio, anexionando los territorios colindantes y uniendo entre sí sus dominios, dispersos entre Flandes y Borgoña. Sólo la desgracia malogró su sueño, pero, aunque efímera, su estela surcó con brillo los cielos del otoño de la Edad Media.
EL ASCENSO DE UNA DINASTÍA
La casa de Borgoña descendía de una rama segundona de la dinastía real francesa. Como había sido costumbre desde la entronización de los primeros Capetos en el siglo X, los reyes franceses concedían a casi todos sus hijos varones no primogénitos extensos feudos privativos, denominados apanages. Uno de estos territorios, el ducado de Borgoña, fue el que el rey Juan II entregó en 1363 a su cuarto hijo, Felipe.

Retrato de Carlos el Temerario pintado por Rogier van der Weyden en 1454.
Foto: Wikimedia Commons
De Felipe el Atrevido, como sería denominado en adelante por la historia y la leyenda, y de su esposa Margarita de Flandes nació Juan I, más conocido como Juan Sin Miedo, asesinado en 1419 en medio de las contiendas civiles que acompañaron la fase final de la guerra de los Cien Años. Juan y Margarita de Baviera fueron padres de Felipe III el Bueno, y éste tuvo de su tercera esposa, Isabel de Portugal, a Carlos el Temerario, último representante del linaje. La unión matrimonial de Felipe el Atrevido con Margarita de Flandes, heredera de la casa condal flamenca, en 1369, aportó un enorme patrimonio a la dinastía borgoñona. Con ella, y también gracias a posteriores alianzas familiares y anexiones militares, Borgoña adquirió los riquísimos condados y ducados de Flandes, Hainaut, Brabante o Luxemburgo, áreas fuertemente urbanizadas, auténtico corazón mercantil y manufacturero de la Europa de su tiempo.

Escudo de armas de Antonio de Borgoña, hermano ilegítimo de Carlos. Pieter Coustens 1478.
Foto: Wikimedia Commons
De este modo se conformó, a mediados del siglo XV, un floreciente Estado dividido en dos grandes bloques: el ducado de Borgoña y aledaños, y una indefinida región que englobaba los actuales Países Bajos y Bélgica y algunas comarcas que hoy en día forman parte de Francia. Esta separación territorial en dos bloques explica los reiterados intentos de los duques de Borgoña por conseguir unir sus estados en un todo coherente. Se trataba, en cierto modo, de resucitar el antiguo y efímero reino de Lotaringia, que surgió de la descomposición del Imperio de Carlomagno a caballo entre Francia y Alemania, y que se abría tanto al Mediterráneo como al mar del Norte. Para realizar ese proyecto, los ambiciosos duques de Borgoña no dudaron en aprovechar cualquier pretexto para anexionar las tierras circundantes, amenazando gravemente la integridad territorial de los Estados vecinos.
LA AMBICIÓN DE UN JOVEN DUQUE
Es en este contexto en el que hay que situar la figura de Carlos el Temerario. Nacido en Dijon en 1433, el conde de Charolais (título que ostentó inicialmente en su calidad de heredero del ducado) ya aparece en las crónicas con motivo de la cruenta represión que ejerció en 1452 sobre los rebeldes flamencos, en una clara muestra de lo que habría de ser su carácter expeditivo. Pocos años después, en desacuerdo con la actitud conciliadora de su padre con respecto a Francia, dio un golpe de Estado cortesano mediante el cual se apoderó del gobierno efectivo, que ejerció durante los dos últimos años de vida del duque Felipe el Bueno, fallecido en 1467.

La corte del duque en una miniatura del siglo XV. Colección Granger Nueva York.
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Consciente de que la grandeza de su linaje era incompatible con su condición de vasallo del rey Francia, el duque Carlos intentó por todos los medios a su alcance desembarazarse de la tutela francesa y convertirse en un príncipe plenamente soberano. Este deseo de independencia le llevó a enfrentarse en reiteradas ocasiones con el rey Luis XI, al que venció en un primer momento poniéndose al frente de una rebelión de la nobleza francesa, la Liga del Bien Público. El tratado de Conflans (1465) puso en sus manos la región de la Picardía, con lo que extendió amenazadoramente su territorio al norte de París.

Carlos obliga a Luis XI a ratificar la cesión del condado de Champaña en el tratado de Péronne. Grabado siglo XIX.
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La alianza antifrancesa se afianzó pocos años después con su boda con Margarita de York, hermana del rey de Inglaterra Eduardo IV. Este acercamiento recordaba peligrosamente la colaboración que los borgoñones prestaron décadas atrás, durante la guerra de los Cien Años, a los ingleses, con quienes formaron una coalición que a punto estuvo de conquistar todo el territorio de Francia para la Corona inglesa. La tensión entre Borgoña y Francia llegó a su punto álgido con la humillación sufrida por el monarca francés en la entrevista de Péronne (1468), en la que un indefenso Luis XI se vio obligado a ceder el extenso condado de Champaña y tuvo que asistir en persona a la brutal represión de la ciudad de Lieja, que se había sublevado contra el duque Carlos con el apoyo francés.
GOBERNAR COMO UN REY
La expansión borgoñona continuó a pasos agigantados en todos los frentes. En el este, Carlos aprovechó las dificultades de la casa de Austria para hacerse con numerosos enclaves en la actual Alsacia y en Brisgau, avanzando hacia el corazón del Sacro Imperio. De este modo entró en colisión con los cantones suizos, muy celosos de su libertad y que veían con temor el creciente poder de un vecino tan peligroso.

Carlos preside como Gran Maestre el capítulo de la orden del Toisón de Oro. Iluminación por Guillaume Filastre 1473.
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Para cimentar su posición, el duque también se preocupó por el gobierno de sus estados e impulsó reformas institucionales encaminadas a dotar a sus territorios de una administración más firme y eficaz. Realizó claros intentos por centralizar y homogeneizar en lo posible sus dispersas posesiones; así, mediante los edictos de Thionville (1473) creó un Parlamento general y un Tribunal de Cuentas. Pretendió incluso proclamarse rey de Borgoña, y aunque el intento no prosperó muestra a las claras su deseo de crear un Estado independiente y soberano.
EL FINAL DE UNA AMBICIÓN
El acto final en la carrera expansionista de Carlos el Temerario lo constituyó su ataque contra el vecino ducado de Lorena. Este principado, perteneciente al Sacro Imperio, tenía una excepcional importancia estratégica para el duque Carlos, pues su control le permitiría unir por fin las zonas meridional y septentrional de sus dominios. Carlos entró así en guerra con el duque de Lorena, René II.

Carlos el temerario cargando a la cabeza de sus caballeros, el duque se caracterizó por tomar siempre parte en los combates, algo que le llevaría a la muerte.
Foto: Cordon Press
En 1475 tomó la capital lorenesa, Nancy, pero René, aliado con los suizos, se repuso pronto obteniendo una gran victoria en Grandson (2 de marzo de 1476). Esta batalla marcaría un hito en la historia bélica europea ya que supuso el primer triunfo desde hacía siglos de la infantería frente a la caballería. La ingente tropa de piqueros y lanceros consiguió detener y aplastar las cargas de los nobles a caballo, que hasta entonces siempre habían resultado invictos.

Los alabarderos suizos acaban con Carlos en la batalla de Nancy (1477).
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Como consecuencia de la batalla de Grandson, Carlos perdió el control de Nancy. Para reconquistarla, y acabar de una vez por todas con la resistencia lorenesa, avanzó de nuevo sobre la ciudad, a la que puso sitio en octubre de 1476. Pero la obstinación del duque borgoñón chocó con la inesperada y feroz resistencia de la población local y con un invierno inusitadamente frío, lo que acabó provocando una situación insostenible.
Finalmente, gracias a la ayuda financiera de Luis XI de Francia, el duque de Lorena pudo reclutar un poderoso ejército, con el que avanzó sobre su exhausta capital. Los borgoñones fueron cogidos totalmente por sorpresa y su desastre militar fue irreparable. El 5 de enero de 1477 no sólo fueron masacradas las tropas ducales, sino que el propio duque Carlos murió en el campo de batalla.

René de Lorena descubre el cadáver de Carlos tras el desastre de Nancy.
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Las consecuencias de la derrota fueron catastróficas para la dinastía borgoñona. El rey Luis XI se apoderó de numerosos territorios, además de confiscar el ducado con capital en Dijon. Sólo el matrimonio de María, hija de Carlos, con Maximiliano de Austria, heredero del emperador alemán Federico III, permitió salvar parte de su herencia, que de esta forma pasó a manos de los Habsburgo y acabaría finalmente por integrarse en los territorios del Imperio hispánico. Era el fin de una época tanto o más que el de un linaje. Desde ese momento ya no había lugar para los poderes feudales intermedios; comenzaba la era de la supremacía de los grandes Estados modernos.