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El exterior de este monumento de Padua, de ladrillo visto, poco hace imaginar el tesoro que esconde dentro. En 1303, un joven Giotto recibió el encargo de recubrir su interior con escenas bíblicas. El resultado fueron medio centenar de frescos ejecutados con una sorprendente madurez iconográfica y hoy considerados el conjunto más monumental del artista, además de obra cumbre del Trecento (siglo XIV).
El proyecto nació cuando el mecenas Enrico Scrovegni hizo erigir junto a su palacio –ahora desaparecido– una capilla para redimir los pecados de su padre, quien había amasado su fortuna con la usura, tal y como relata Dante en el "Infierno" de su Divina Comedia. Conocida como la capilla de la Arena porque se situaba junto a los restos de un anfiteatro romano, fue concluida en 1305. Tras el altar del ábside se halla el sepulcro del mecenas.
Imágenes: Getty Images, Deposiphotos.