Actualizado a
· Lectura:
A finales de la década de 1970, Jeromo Bueno, un labrador de Zalamea de la Serena, en la provincia de Badajoz, empezó a construir una alberca de riego en una pequeña elevación que se erguía en medio de su propiedad, la finca llamada Cancho Roano. Sin embargo, al ponerse a cavar empezaron a aparecer grandes construcciones de piedra, junto a enormes cantidades de cenizas y objetos antiguos. Un día, cuando el maestro de una localidad vecina, José Antonio Hidalgo, pasó por las inmediaciones, quedó sorprendido por la magnitud de las estructuras que iban quedando al descubierto, y se apresuró a informar a las autoridades. Pronto se supo que Jeromo Bueno había realizado por casualidad uno de los descubrimientos más espectaculares de la arqueología española de los últimos tiempos: un edificio de la Edad del Hierro quemado y abandonado con todo su contenido.
Primeras excavaciones
El primer arqueólogo que excavó en Cancho Roano fue Joan Maluquer de Motes, una de las máximas autoridades en arqueología tartésica, que entonces ejercía de Subdirector General de Excavaciones. Maluquer trabajó en el yacimiento desde 1978 hasta su muerte, diez años después. Durante este tiempo se exhumó un gran edificio en forma de U, en un excelente estado. Los muros de adobe aún conservaban una altura de más de dos metros y en su interior se hallaron cenizas y otros materiales como joyas de oro y plata, vajilla y arreos de bronce, abalorios de vidrio, adornos de hueso y marfil, herramientas de hierro y una nutrida colección de cerámicas.
Entre estas últimas destacaban unas copas griegas que permitieron fechar el abandono del lugar a finales del siglo V a.C. Trabajos posteriores documentaron una serie de habitaciones que rodeaban el edificio, así como construcciones más antiguas, de finales del siglo VI a.C., y un gran foso que rodeaba todo el recinto. Cancho Roano era un verdadero complejo monumental.
El hallazgo de un yacimiento tan excepcional como Cancho Roano, en un entorno tan desconocido para la arqueología como era entonces Extremadura, produjo gran sorpresa y suscitó numerosas teorías sobre su función y significado, con debates y discusiones que se han prolongado hasta nuestros días.
Este hallazgo suscitó numerosas teorías sobre su función y significado que se han prolongado hasta nuestros días.
¿Un crematorio?
Maluquer creyó que el edificio tuvo en un principio un uso residencial y más tarde habría sido usado como ustrinum o crematorio de cadáveres. Ideó el concepto de «palacio-santuario», pues, según él, el edificio habría aunado el papel de residencia de un reyezuelo local con el de santuario funerario, además de ser un lugar de intercambio comercial. Maluquer acabaría decantándose más por la función de santuario, aunque sin descartar que el sitio cumpliera diversas funciones.
Los equipos que excavaron después de Maluquer se decantaron más por la hipótesis de Cancho Roano como centro religioso, a la luz, sobre todo, de la aparición de una serie de altares en los niveles más antiguos del yacimiento.
Otros investigadores han sostenido teorías distintas. Por ejemplo, Antonio Blanco Freijeiro identificó el yacimiento como un altar de sacrificios donde se realizarían grandes hecatombes (sacrificios de animales) relacionadas con los lusitanos, teoría que pronto fue descartada. En cambio, tuvo mayor repercusión y más seguidores la hipótesis expuesta por Manuel Almagro-Gorbea, que interpreta Cancho Roano como un palacio rural relacionado con edificaciones similares del Mediterráneo de su época.
También se ha discutido si los constructores de Cancho Roano fueron fenicios, griegos o tartésicos. Incluso se ha querido vincular Cancho Roano con el mito griego de la Atlántida, teoría que ha tenido poca acogida entre los investigadores.
El mundo indígena
Cancho Roano se engloba hoy dentro de un contexto histórico mejor conocido. Ya no se lo identifica como un lugar de cremación o hecatombes, y sus altos niveles de ceniza se atribuyen a un gran incendio, quizá ritual, que a finales del siglo V a.C. propició su abandono.
También se ha discutido si los constructores de Cancho Roano fueron fenicios, griegos o tartésicos
Edificios similares habrían ocupado el valle del Guadiana durante el llamado período post-orientalizante (500-400 a.C.); algunos se han excavado en la misma comarca de La Serena o en Portugal. Siguiendo la línea de la teoría palacial que avanzó Almagro-Gorbea, hoy estos edificios se interpretan como residencias rurales de linajes aristocráticos que ocuparían los campos de cultivo. En torno a estos palacios aparecen necrópolis, pequeños y grandes poblados y también agrupaciones de cortijos, lo que subraya el papel de estas residencias como centro de dominios agrícolas.
Así, la hipótesis de Cancho Roano como enclave fenicio, griego o tartésico ha perdido fuerza en favor de otra idea: la que ve este lugar como un centro de las poblaciones locales de Extremadura en época post-orientalizante. Y como, desde siglos atrás, tales poblaciones recibían los influjos de las tres culturas citadas, no es de extrañar que Cancho Roano muestre rasgos de todas ellas.
Para saber más
Cancho Roano, más que palabras. Javier Jiménez Ávila. Diputación Provincial de Badajoz, 2013.