Entre los siglos XII a XIX surgieron en África meridional los llamados Asentamientos Amurallados de Piedra (SWS, por sus siglas en inglés). Estos emplazamientos, de forma y tamaño variables, que fueron ocupados por comunidades agrícolas y pastorales de habla bantú, reciben su nombre de las estructuras de pared construidas en piedra seca que los caracterizan. Estos yacimientos arqueológicos confirman la existencia en el pasado de auténticas ciudades, donde miles de personas (granjeros, pastores, chamanes, reyes y reinas con su propia corte) vivían como sociedades consolidadas. Se trata de capitales de reinos, más o menos extensos, que han dejado una huella imponente en los paisajes de países como Sudáfrica, Botsuana, Zambia, Mozambique, y Zimbabue.
Pero a pesar de su visibilidad y buen estado de conservación, los SWS han permanecido prácticamente desconocidos fuera de su territorio hasta hace relativamente poco tiempo. En el siglo XVI, los navegantes portugueses ya reportaron la existencia de ciudades de piedra en África, pero no sería hasta dos siglos después cuando la comunidad científica, e incluso el gran público, empezaron a familiarizarse con esta asombrosa evidencia arqueológica.
¿Una tradición constructiva local?
A finales del siglo XIX, los primeros geógrafos y exploradores visitaron uno de los yacimientos de este tipo más impresionantes de África: Gran Zimbabue. Este lugar lleva maravillando a los viajeros desde hace años. De hecho, la complejidad y el alto grado de desarrollo alcanzado en la ejecución y construcción de los diversos elementos que componen Gran Zimbaue hizo que los primeros investigadores descartaran su autoría por parte de la población autóctona, creyéndola incapaz de llevar a cabo una obra como aquella, así que le atribuyeron un origen fenicio, árabe e incluso egipcio. A inicios del siglo XX, y con la decisiva aportación de la célebre arqueóloga británica Gertrude Caton Thompson, finalmente se reconoció que el yacimiento de Gran Zimbabue, junto con otras ciudades de piedra de África meridional, representaba una tradición original y plenamente local que se había desarrollado a lo largo de los últimos mil años, sin influencias de otras civilizaciones europeas o asiáticas.
Los primeros investigadores descartaron la autoría de Gran Zimbabue por parte de la población autóctona, creyéndola incapaz de llevar a cabo una obra como aquella.

El yacimiento de Seoke, en Botsuana, uno de los SWS estudiados por el equipo del proyecto GEA.
Foto: Stefano Biagetti
Pero los SWS que se extienden por el continente africano presentan unas características que hacen que su estudio sea muy difícil de abordar con las técnicas arqueológicas tradicionales, sobre todo a causa de su gran tamaño (por ejemplo, el yacimiento de Gran Zimbabue se extiende en una superficie de más de siete kilómetros cuadrados). Asimismo, buena parte de este tipo de yacimientos se caracterizan por disponer de un registro arqueológico de escaso espesor que no permite una excavación de tipo tradicional debido a la falta de estratigrafía. Además, debido al hecho de que se trata de conjuntos monumentales es crucial emplear para su estudio procedimientos de análisis mínimamente invasivos.
Métodos de estudio punteros
Así, para llevar a cabo un estudio pormenorizado de los depósitos arqueológicos y los elementos químicos que contienen estos yacimientos de piedra surge el proyecto "GeoEtnoArqueologia del uso del espacio" (GEA), cuyo objetivo es desarrollar nuevas aproximaciones para mejorar el conocimiento de dichos yacimientos, aplicando técnicas pioneras y totalmente cuidadosas. De este modo, como las ocupaciones humanas dejan huellas en forma de elementos químicos en los sedimentos arqueológicos, ha sido a partir de estos elementos que el equipo del proyecto GEA ha podido identificar diversas actividades en estos yacimientos (por ejemplo, zonas de preparación y consumo de alimentos, producción artesanal, almacenamiento, cuidado del ganado, etc.). Para llevar a cabo su investigación, los expertos han realizado un análisis portátil de fluorescencia de rayos X (pXRF): se trata de una valiosa herramienta que analiza la composición química del sedimento en pocos segundos, sin destruir ni dañar la muestra.
El objetivo del proyecto GEA es desarrollar nuevas aproximaciones para mejorar el conocimiento de los yacimientos, aplicando técnicas pioneras y totalmente cuidadosas.
Tras concluir el pXRF, los resultados del análisis químico se elaboran estadísticamente para evaluar la distribución espacial de los elementos químicos. Hasta ahora, se ha aplicado con éxito este protocolo en el SWS de Seoke, en Botsuana, un yacimiento que data del siglo XVIII. El estudio ha permitido identificar áreas de procesamiento de cereales, de preparación de alimentos, de estabulación para animales, zonas de producción de cerámica y también vertederos. Los magníficos resultados del estudio del yacimiento de Seoke han puesto de manifiesto la eficacia de esta metodología de estudio. De hecho, se ha demostrado que en un plazo relativamente breve (dos semanas de trabajo de campo), con un procedimiento rápido, de bajo coste y no invasivo, se recogieron y analizaron muestras que han permitido generar un auténtico registro arqueológico complementario, combinando el análisis de los elementos químicos con la geoestadística.
El futuro del proyecto GEA
Los investigadores están convencidos de que el proyecto GEA abre unas posibilidades sin precedentes para la comprensión de este tipo de yacimientos arqueológicos africanos, ya que permiten analizarlos sin alterar el patrimonio cultural con nuevas excavaciones. Durante las próximas campañas, el equipo tiene previsto analizar más muestras de sedimentos procedentes de asentamientos rurales actuales para conseguir generar un registro de referencia de los marcadores químicos conectados con las actividades humanas, además de seguir estudiando y analizando otros SWS que se extienden por el territorio de la actual Botsuana.
En las próximas campañas, el equipo tiene previsto estudiar y analizar otros SWS que se extienden por el territorio de la actual Botsuana.

Los investigadores P. Groenwald y S. Biagetti recogen muestras de suelo.
Foto: Stefania Merlo
GEA es un proyecto arqueológico internacional, financiado por la Fundación Palarq, la Universidad de Cambridge, la Universidad de Witwatersrand en Sudáfrica y la Universidad de Botsuana, y está liderado por Stefano Biagetti, del grupo de investigación Culture and Socio-Ecological Dynamics-CaSEs de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, que además cuenta con la participación del equipo de CaSEs, de Patricia Groenwald de la Universidad de Ciudad del Cabo, de Jordi Ibáñez-Insa de Geosciences Barcelona (GEO3BCN-CSIC), de Fred Morton de la Universidad de Botsuana y de Stefania Merlo de la Universidad de Cambridge, y ha contado también con la colaboración de Philip Segadika del Museo de Botsuana.
Para más información sobre proyectos de arqueología y paleontología humana visita la web de la Fundación Palarq.