Un castigo bárbaro

En la Britania romana también se crucificaban personas

Los arqueólogos han descubierto los restos de un hombre con un clavo incrustado en el talón en un pequeño cementerio de época romana en el sureste de Inglaterra. El hallazgo es la primera evidencia física de una crucifixión en Gran Bretaña y el ejemplo arqueológico mejor conservado de estas brutales ejecuciones en el mundo romano.

El campo maldito (esclavos ejecutados). Fiódor Andréyevich Brónnikov recreó en 1878 un patíbulo de esclavos en la antigua Roma. Galería Tretyakov, Moscú.

Foto: Wikimedia Commons (CC)

El condenado rondaba la treintena. No conocemos cuál fue su crimen, pero sí que se le impuso el castigo romano más cruel posible: la crucifixión. Después de un penoso camino hasta el lugar de la ejecución en el que debió sufrir vejaciones y malos tratos, el reo fue desnudado por completo (si no había hecho el trayecto ya desnudo), dispuesto en el pesado travesaño que él mismo había cargado sobre sus hombros y atado al poste. Entonces, alguien procedió a clavar sus pies al madero. El dolor debía ser horrible.

Al intentar perforar el talón derecho, el verdugo no logró atravesar el hueso. Sacó el clavo y volvió a percutir la tachuela con su maza en otro punto hasta, ahora sí, taladrar el talón y fijarlo al tablón. La madera, con el reo sujeto a ella, fue levantada y clavada al suelo. El convicto agonizó durante horas, tal vez días, hasta morir deshidratado y asfixiado a medida que los músculos de su pecho se quedaban sin energía para permitir el funcionamiento de los pulmones.

Tras morir, su cuerpo inane debió permanecer algún tiempo en el lugar para disuadir a los testigos de perpetrar crímenes similares al que este pobre desgraciado había cometido. Después, alguien lo descolgó y le dio sepultura.

El convicto agonizó lentamente hasta morir deshidratado y asfixiado sin fuerzas ni para respirar.

Esta escena que nos recuerda tremendamente a la que relata el Nuevo Testamento, en realidad tuvo lugar entre el siglo II y el siglo IV d.C. Y no ocurrió en Judea, sino al otro extremo del Imperio Romano, en Gran Bretaña. Lo sabemos porque un equipo de arqueólogos de la Universidad de Cambridge y la compañía Albion Archaeology ha encontrado las evidencias de este episodio durante las excavaciones en un yacimiento en el condado de Cambridgeshire, al norte del Gran Londres.

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Un esqueleto y 13 clavos

El esqueleto de un hombre hallado en un pequeño cementerio de época romana junto a la carretera al sur de la localidad de Fenstanton estaba enterrado rodeado por 12 clavos de hierro, una estructura de madera que se cree formaba parte del féretro y otro clavo fijado al hueso del talón derecho. Para la osteoarqueóloga de la Universidad de Cambridge, Corinne Duhig, este último supone la prueba de que el hombre murió crucificado y sería el ejemplo "mejor conservado" de una crucifixión de la era romana en cualquier parte del mundo, además de ser el primero hallado en Gran Bretaña.

Los huesos fueron exhumados entre 2017 y 2018 durante una excavación que sacó a la luz cinco pequeños cementerios romanos con tumbas principalmente del siglo IV d.C. en los que se hallaron los restos de 48 individuos, entre ellos cinco niños. Los detalles preliminares del hallazgo han sido publicados en la revista British Archaeology, en un artículo firmado por David Ingham, director de la excavación y la propia doctora Duhig

Vista aérea del yacimiento de Fenstanton, situado en una encrucijada de carreteras al sur de la localidad.

Foto: Albion Archaeology

Mala vida

Junto a los cadáveres, se descubrieron artefactos romanos como broches esmaltados, monedas, cerámica decorada y cantidades significativas de huesos de animales que muestran métodos de carnicería especializada. Pero ninguna de las tumbas llamó especialmente la atención de los arqueólogos durante la excavación, ya que se encuentra en una zona en la que los hallazgos desde la Edad del Hierro hasta época romana son habituales. Fenstanton se encuentra en la ruta de la Via Devana, que unía las ciudades romanas de Cambridge y Godmanchester y los arqueólogos concluyeron que el yacimiento, de unas seis hectáreas, formaba parte de un próspero asentamiento de un tamaño significativo en la zona.

En el yacimiento hallaron los restos de 48 cadáveres, broches esmaltados, monedas, cerámica decorada y gran cantidad de huesos de animales.

En un principio se pensó que los cadáveres pertenecían a individuos con algún tipo de parentesco, teoría que se descartó tras los análisis genéticos de los huesos. La mayoría de esqueletos presentaban signos de salud precaria, como enfermedades dentales o malaria, y lesiones físicas como fracturas. Fue el caso de nuestro anónimo protagonista, bautizado por los arqueólogos como Esqueleto 4.926: un hombre de entre 25 y 35 años, de 1,70 metros de altura y que vivió entre los años 130 y 360 d.C., según las dataciones por radiocarbono.

Un arqueólogo trabaja en el lugar de enterramiento del llamado Esqueleto 4926.

Foto: Albion Archaeology

Un esqueleto lleno de sorpresas

Sus huesos mostraban signos mala salud dental y artritis, comunes en la época, pero también de haber sufrido algún tipo de trauma antes de la muerte: evidencias de infección o inflamación en sus piernas, como el adelgazamiento de las espinillas. Pero la característica más sorprendente apareció en el lavado y estudio del esqueleto en el laboratorio, cuando se descubrió el clavo que atravesaba horizontalmente el hueso calcáneo de su pie derecho, que había pasado desapercibido durante la exhumación.

Si bien, esto no es una prueba incuestionable de que hubiera muerto crucificado, sí supone la interpretación más plausible para explicar la herida, según sostienen David Ingham y Corinne Duhig en su artículo. Los autores refuerzan su hipótesis asegurando que el estrechamiento de sus espinillas indicaría que había sido atado o encadenado antes de morir o que, junto al agujero principal, se encontró una hendidura más pequeña, que revelaría un primer intento fallido de clavarlo en la cruz.

Imagen del hueso calcáneo una vez limpio con el clavo atravesándolo.

Foto: Albion Archaeology

De confirmarse esta tesis, se trataría del "único caso de crucifixión conocido en las Islas Brit��nicas y el cuarto del que se tiene noticia en todo el mundo, y el mejor conservado", señalan los investigadores en su artículo. La crucifixión era común en el Imperio Romano pero es muy difícil encontrar pruebas arqueológicas de esta práctica porque rara vez se usaban clavos (normalmente la víctima estaba atada a la madera con cuerdas) y estos normalmente se quitaban tras la crucifixión para reutilizarlos, desecharlos o como amuletos. El objetivo de los clavos no era el de sujetar el cuerpo, "sino evitar que los condenados usaran sus pies para relajar su posición" durante el tiempo que duraba la agonía hasta morir asfixiados y deshidratados.

Este excepcional hallazgo demostraría que este cruel castigo se habría practicado en los confines del imperio hasta una época avanzada. La crucifixión fue abolida en el Imperio para los ciudadanos romanos en el año 212, aunque siguió aplicándose a los esclavos. La mala salud y las lesiones reflejadas en el esqueleto vendrían a confirmar que efectivamente se trataba de un siervo que habría cometido algún abominable delito (a ojos e los romanos).

Esta sería tan solo la cuarta evidencias arqueológica de una crucifixión romana hallada en todo el mundo.

Pero el hecho de haber encontrado su cadáver enterrado en un cementerio ha descolocado a los investigadores. Realmente no era usual enterrar a los que habían sido crucificados, nadie solía reclamar el cadáver, y menos si se trataba de un esclavo. Lo cierto es que hubo alguna excepción a la prohibición de crucificar ciudadanos, grandes delitos como la traición, aunque no parece la suerte destinada a alguien que viviera tan lejos de Roma. Otra explicación, sería que tal vez la práctica persistió en las regiones agrestes de los confines del imperio.

El esqueleto fue hallado con las manos cruzadas sobre su vientre.

Foto: Albion Archaeology

De nuevo, la explicación más simple remite a la del esclavo que importara tanto a alguien como para reclamar su cadáver, pero realmente nunca podremos saber mucho más de este individuo, ni su nombre ni el delito que pudo haber cometido. Tan solo que tuvo una muerte brutal, pero recibió un enterramiento respetuoso. Lo que visto desde la perspectiva de la arqueología ya es mucho.

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