En los albores de la creación, el ave Bennu, una elegante garza, se posó majestuosamente sobre la colina Ben Ben, que acababa de emerger como una isla en medio de las aguas del Nun, el océano primordial del que todo surgiría. Una vez en aquella colina primigenia, Bennu incubó el huevo cósmico del que nacería el dios Re, el Sol, dador de vida.
Eso es lo que cuenta la cosmogonía de Heliópolis, la ciudad donde se alzaba un gran templo dedicado al dios Re y era la sede de su poderoso clero, sobre el ave Bennu, representada como una garza real tocada con la corona blanca del Alto Egipto flanqueada por dos plumas, la típica corona atef asociada al dios Osiris.
Al principio, los egipcios identificaron a Bennu con el ba (una de las cinco partes que componen el espíritu de una persona y que tiene forma de pájaro con cabeza humana) de Re en su forma de Atum, el dios primordial que se crea a sí mismo. Otras veces, el ave Bennu aparece como el ba de Shu, dios del aire.
Sería más tarde, a partir del Reino Medio, cuando se consideró que el ave Bennu era el ba de Osiris, dios del inframundo, cuando este resucitó tras ser asesinado por su hermano Seth, señor del caos. Mucho más tarde, los griegos, por su parte, asociaron esta garza con su ave Fénix, un ser fantástico que cada quinientos años resurgía de nuevo de sus cenizas.
Los antiguos egipcios eran grandes observadores de la naturaleza y vieron que las garzas, aves migratorias, aparecían en Egipto con la crecida del Nilo y ponían sus huevos sobre la tierra. Por ello fueron consideradas símbolo de regeneración. Además, el hecho de que surcasen el cielo al amanecer las relacionaba con el Sol y las convirtió en símbolo de la mañana.

El ave Bennu representada en el interior de la tumba de la reina Nefertari en el Valle de las Reinas.
El ave Bennu representada en el interior de la tumba de la reina Nefertari en el Valle de las Reinas.
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¿un asteroide peligroso?
Fue precisamente esta hermosa ave migratoria relacionada con el dios Osiris, que tanto inspiró a los antiguos egipcios, la fuente de inspiración de Michael Puzio, un niño de 9 años de Carolina del Norte, para poner nombre a un asteroide de 500 metros de diámetro que hace unos años empezó a ser objeto de interés por parte de la NASA, la agencia espacial estadounidense.
Pero vayamos por partes. Hace un tiempo, la NASA puso sus miras en un asteroide de nuestro sistema solar al que llamó 1999 RQ36. El estudio de su órbita llevó a los científicos a plantear que esa roca espacial podría catalogarse como un asteroide potencialmente peligroso para nuestro planeta. Incluso se dijo que 1999 RQ36 podría tener ciertas posibilidades de chocar contra la Tierra en un futuro lejano. Concretamente el 24 de septiembre de 2182 (aunque también han anunciado, para tranquilidad de todos, que las posibilidades reales de que eso ocurra son de una entre 2.700).
El estudio de la órbita de Bennu llevó a los científicos a plantear que esa roca espacial podría catalogarse como un asteroide potencialmente peligroso.

Recreación del asteroide Bennu acercándose a la Tierra.
Recreación del asteroide Bennu acercándose a la Tierra.
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En 2016, la agencia espacial estadounidense lanzó la misión Osiris-REX para estudiar esta esquiva roca espacial. Aunque llama la atención su nombre, que es precisamente el del dios egipcio del inframundo (con el cual se relaciona el ave Bennu), en realidad es un acrónimo de Origins, Spectral Interpretation, Resource Identification, Security-Regolith Explorer (Orígenes, Interpretación Espectral, Identificación de Recursos, Seguridad-Exploración de Regolitos). Finalmente, tras un largo viaje, la sonda Osiris-REX llegó al asteriode en 2018.
una sonda que parece una garza
Y ¿por qué el nombre de Bennu para este asteroide? En 2013, antes del lanzamiento de la misión, la Sociedad Planetaria había organizado un concurso para dar un nombre a la roca espacial. El certamen tuvo mucho éxito, ya que se recibieron más de 8.000 propuestas, aunque, como hemos apuntado, entre todas ellas llamó poderosamente la atención la de Michael Puzio, que propuso llamarle Bennu.
Como es bien sabido, tradicionalmente ha sido costumbre entre los investigadores bautizar a los cuerpos celestes recién descubiertos con nombres grecorromanos (no hay más que pensar en los nombres que tienen los planetas de nuestro sistema solar). Así que cuando los organizadores, sorprendidos, le preguntaron al chico qué le había llevado a proponer ese nombre, este ofreció una explicación sorprendente: la forma de la sonda Osiris-REX, con sus paneles extendidos y su "aguja" para tomar muestras del asteroide, le recordó a una garza, la mitológica ave Bennu.
Un niño, Michael Puzio, propuso llamar a la roca espacial Bennu puesto que la forma de la sonda Osiris-REX le recordaba la de una garza.
Y precisamente muestras es lo que desde entonces se ha dedicado a recoger la sonda Osiris-REX, materiales que pueden tener un enorme interés científico para conocer más sobre los asteroides, esos enigmáticos y temidos objetos que pueblan nuestro sistema solar. De los hallazgos realizados por los científicos en Bennu cabe destacar la presencia de agua. Así, la investigación "indica que el agua líquida estuvo presente en algún momento en el cuerpo principal de Bennu, un asteroide mucho más grande".

Imagen que representa a la sonda Osiris-REX en su aproximación a Bennu.
Imagen que representa a la sonda Osiris-REX en su aproximación a Bennu.
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Asimismo, la sonda recopiló información sobre el tamaño, forma, masa y composición de Bennu, a la vez que analizaba su giro y trayectoria orbital. Finalmente, cargada de muestras, el 24 de septiembre de 2023, la sonda aterrizó en nuestro planeta con su valiosa carga (250 gramos de material).
peligros potenciales
Con todo, Bennu no es el único asteroide con nombre egipcio que ha sido considerado un peligro potencial por la comunidad científica. Hace unos años, un asteroide de mayor tamaño llamado Apofis fue un candidato con muchas probabilidades de caer sobre nuestras cabezas, aunque ahora los expertos ha descartado totalmente esa posibilidad. Pero su nombre sigue siendo pavoroso.
Según la cosmogonía egipcia, Apofis era una maléfica y gigantesca serpiente cuya misión era interrumpir el recorrido nocturno del dios solar Re por el inframundo para, de este modo, sembrar el caos y acabar con la maat, el orden y la armonía cósmica en el universo.
Volviendo a Bennu, al parecer finalmente este objeto no acabará con la "armonía" planetaria. Pero no podemos confiarnos. De hecho, la posibilidad de que un cuerpo celeste de gran tamaño (o pequeño incluso) choque contra nuestro planeta sigue estando muy presente.
En el pasado, de hecho, algunos asteroides llegaron a provocar extinciones masivas, como el que se cree que acabó con los dinosaurios hace unos 65 millones de años (aunque en la actualidad existen teorías alternativas, como por ejemplo la que propone que fue una potentísima erupción volcánica).

Imagen que recrea la toma de muestras de la sonda Osiris-REX en el asteroide Bennu.
Imagen que recrea la toma de muestras de la sonda Osiris-REX en el asteroide Bennu.
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Otros, sin llegar a caer sobre la Tierra, causaron una enorme devastación en los lugares que sobrevolaron. Es el caso del meteorito que estalló sobre Abu Hureyra, en Siria, hace unos 13.000 años, o el de Tall el-Hammam, hace 3.700 años, emplazamiento que algunos investigadores identifican con la ciudad bíblica de Sodoma. Ya en tiempos modernos no podemos olvidar el caso de Tunguska en 1908 o el del meteorito que sobrevoló la región rusa de los Urales en 2013, causando graves daños.
En todo caso, lo que realmente puede resultar más mediático y llamativo, al menos para la opinión pública, con respecto al estudio de Bennu es la posibilidad de que algún día se precipite contra nosotros. Así, a pesar de las pocas probabilidades que los científicos le conceden, ¿podría suceder?
La científica Kelly Fast, responsable del Programa de Observación de Objetos Cercanos a la Tierra, ha hecho hincapié en que su departamento se dedica a realizar "estudios astronómicos continuos que recopilan datos para descubrir objetos previamente desconocidos y refinar nuestros modelos orbitales".
Y cree con respecto a Bennu que "la misión OSIRIS-REX ha brindado una oportunidad extraordinaria para afinar y probar estos modelos, ayudándonos a predecir mejor dónde estará Bennu cuando se acerque a la Tierra dentro de más de un siglo". Tal vez para entonces, los futuros habitantes de nuestro planeta dispongan de instrumentos mucho más precisos para evitar este tipo de catástrofes.