Temístocles contra los persas

La batalla de Salamina: una victoria de todos los griegos

El 26 de septiembre del 480 a.C. los griegos derrotaron completamente a a la flota persa en los estrechos que separan la isla de Salamina del continente, aislando al gran rey Jerjes en tierra y liberando Grecia de la amenaza persa.

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En Salamina los griegos esperaron a que las triremes persas entraran en el estrecho para caer sobre ellas por sorpresa.  Litografía inglesa, principios de siglo XX.

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En el 499 a.C. Atenas se convirtió en enemiga del gran Imperio Persa cuando apoyó la revuelta de las ciudades griegas de Jonia contra el Gran Rey Darío. Los atenienses enviaron una pequeña flota de trirremes para apoyar la insurrección, pero Darío aplastó la revuelta y luego cruzó el Egeo para castigarles por su atrevimiento. Por fortuna los griegos lograron derrotar a los persas en la llanura de Maratón (490 a.C), deteniendo el avance persa.

Pese a este primer revés persa, su sucesor Jerjes decidió retomar la obra de su padre diez años más tarde invadiendo Grecia a la cabeza de un gran ejército que Heródoto cifra en más de un millón de personas. Una descomunal amenaza frente a la que los griegos permanecieron desunidos. Esparta se mantuvo al margen mientras celebraba el festival de la Carneia, y solo el rey Leónidas y su guardia de 300 hoplitas acudieron a defender el paso de las Termópilas, donde murieron tras una heroica resistencia.

Oracle of Delphi, red figure kylix, 440 430 BC, Kodros Painter, Berlin F 2538,

Oracle of Delphi, red figure kylix, 440 430 BC, Kodros Painter, Berlin F 2538,

El Oráculo de Delfos, representación de la Pitia o profetisa de Apolo en un Kylix ático del 440 a.C. 

Al ser uno de los principales objetivos persas Atenas no había permanecido ajena al conflicto, sino que por el contrario había reunido una importante flota formada por varias polis que fue derrotada en el cabo Artemisio. Desesperados los atenienses acudieron al Oráculo de Delfos, quien les aseguró que encontrarían su salvación en “murallas de madera”.

The Capture of the Acropolis by the Persians

The Capture of the Acropolis by the Persians

La captura de la Acrópolis por los persas, grabado de la toma de Atenas realizado en 1900 por Jacob Abbot.

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Muchos interpretaron que la Pitia se refería a la nueva flota de trirremes construida por iniciativa del político Temístocles, y abandonaron la ciudad para refugiarse en la isla de Salamina; pero otros creyeron que se refería a la línea de árboles que rodeaba la Acrópolis y se atrincheraron en el templo de Atenea. Cuando Jerjes llegó a Atenas arrasó la ciudad, tomó la ciudadela sagrada, y tras pasar a cuchillo o esclavizar a sus defensores, incendió los templos de los dioses.

El engaño de Temístocles

En Salamina los atenienses contemplaron descorazonados la destrucción de sus casas, pero Temístocles les animó prometiendo que las reconstruirían una vez derrotados los persas. Por fortuna para ellos, los espartanos habían acudido finalmente al combate junto a sus aliados, y la flota combinada finalmente tenía alguna posibilidad de victoria.

Kaulbach, Wilhelm von   Die Seeschlacht bei Salamis

Kaulbach, Wilhelm von Die Seeschlacht bei Salamis

La batalla de Salamina, óleo sobre tela de Wilhelm von Kaulbach pintado en 1868. A la izquierda aparecen representados Jerjes en su trono y bajo él Artemisia combatiendo arco en mano, los victoriosos griegos empuñan sus armas a la derecha con Zeus, Atenea y Poseidón contemplando la batalla desde los cielos. Maximilianeum, Múnich.

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Sabedora de la maestría de los atenienses en combates navales, la reina Artemisia de Caria aconsejó a Jerjes que no presentara batalla, sino que confiara en su ejército para ir tomando las ciudades griegas una por una hasta acabar con toda resistencia. El Gran Rey desoyó este consejo, eufórico por las recientes victorias conseguidas y el saqueo de Atenas, de manera que ordenó a su general en jefe Mardonio atacar de inmediato.

Battle of Salamis,

Battle of Salamis,

Plano de la batalla trazado en 1862, Biblioteca Británica.

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En la decisión de Jerjes influyeron las noticias que le hicieron llegar sus espías sobre disensiones en el bando griego, muchos de cuyos capitanes preferían volver a casa para defender sus poléis de manera individual. Además parecía que algunas naves enemigas estaban desertando y navegaban hacia el sur lejos del estrecho de Salamina, con lo que parecía que los griegos habían perdido toda voluntad de lucha.

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La trirremes griegas se enfrentan a los persas en Salamina, grabado de 1885.

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De hecho nada de ello era verdad, sino que se trataba de una apariencia de debilidad orquestada por Temístocles para provocar a los persas a atacarle en los estrechos que separaban Salamina del continente; donde al igual que en las Termópilas su superior número no serviría de nada, sino que se convertiría en una debilidad al impedirles maniobrar. Enviando unas pocas galeras al otro lado del estrecho logró además dividir a la flota persa, muchas de cuyas naves de dirigieron al sur para cerrarles el paso.

La batalla de Salamina

De este modo la mañana del 26 de septiembre del 480 cientos de trirremes persas se adentraron en el canal de Salamina confiando en una fácil victoria sobre poco más de trescientas naves griegas. El propio Jerjes observaba su avance desde una colina cercana, donde había instalado su trono para ser testigo de la victoria final sobre los griegos.

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Jerjes observa la batalla rodeado de su guardia de Inmortales, tras la derrota el Gran Rey se retiró a Asia Menor abandonando el ejército de invasión.

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Temístocles hizo retroceder a sus naves hacia el interior del estrecho fingiendo que se acobardaba, atrayendo a los persas hacia él. Entonces cuando la vanguardia de la flota enemiga ya había entrado en el canal saltó la trampa, y un escuadrón de naves griegas cayó sobre el flanco persa desde Salamina mientras el resto atacaban de frente.

Los pesados espolones de bronce abrieron grandes brechas en el casco de las sorprendidas trirremes asiáticas, hundiéndolas en cadena al tiempo que las de primera línea eran abordadas por hoplitas fuertemente armados, quienes exterminaban a las tripulaciones equipadas con armaduras ligeras y escudos de mimbre.

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La mejor manera de hundir una trirreme era embistiéndola de costado con el ariete de bronce que todas llegaban en la proa, una maniobra que los griegos aplicaron con gran éxito en los primeros momentos de la batalla. Acuarela de Andrew Howat.

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Incapaces de retroceder por la presión que ejercía tras ellos el resto de la flota persa, los invasores fueron tomados entre dos frentes y destrozados. Cuenta Heródoto que “en esa dura lucha murió un hermano de Jerjes, y con él muchos medos y aliados de renombre”.

Al poco la vanguardia persa había sido destruida por Temístocles, y las pocas naves que intentaban huir chocaron de frente con la segunda línea, siendo hundidas por los persas que entraban a toda velocidad en el estrecho para demostrar su valor ante el Gran Rey.

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Muerte de Ariamenes , hermano mayor de Jerjes y almirante de la flota persa durante la batalla de Salamina. Litografía de William Rainey, 1910.

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En la confusa melé que siguió los griegos volvieron a demostrar la superior calidad de sus soldados y remeros, mandando a pique o capturando en combate al grueso de la flota durante horas de intenso combate. Solo unas pocas naves lograron escapar de la trampa y emprender la fuga con la retaguardia, entre ellas la de Artemisia, quien había hundido una galera de su propio bando para hacerse pasar por griega y escapar de la persecución.

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Aunque Temístocles fue aclamado como un héroe en toda Grecia y honrado en Esparta, la envidia de sus conciudadanos llevó a su ostracismo y exilio en Persia.

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Cuando al fin la noche puso punto final a la batalla estaba claro que Jerjes había sufrido una derrota sin paliativos: no solo había perdido entre 200 y 300 naves, sino que muchos de sus soldados se habían ahogado durante el combate al hundirse con sus trirremes.

El Gran Rey quedó completamente desmoralizado por el desastre y escapó hacia Persia, dejando a Mardonio al mando, quien sería expulsado de Grecia al cabo de algunos años tras perder a los restos del ejército la batalla de Platea. Tal y como predijo el oráculo de Apolo las murallas de madera habían salvado a Grecia de la dominación extranjera.