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En Gettysburg, la vida de aproximadamente 50.000 hombres jóvenes se perdió para siempre. Este sangriento enfrentamiento que comenzó el 1 de julio de 1863, señalaría el principio del fin de la revolución que los confederados estados del Sur de norteamérica, partidarios de la esclavitud, habían llevado a cabo contra los estados unionistas del Norte. La batalla de Gettysburg marcaría también un punto de inflexión en la Guerra de Secesión, ya que las fuerzas de la Unión, dirigidas por el general George G. Meade, mostraron a los estados rebeldes, liderados por el general Robert E. Lee, que jamás podrían obtener una victoria lo suficientemente determinante como para lograr que sus enemigos les reconocieran como un país independiente.
Una masacre
En el caso de que los estados del Sur se hubieran impuesto al los del Norte, ¿hubiera cambiado algo el futuro mapa político mundial? En palabras del historiador norteamericano Allen C. Guelzo: "Gettysburg no puso fin a la guerra. El conflicto prosiguió durante casi dos años más, pues fue necesario ese tiempo para destruir por completo la resistencia de la Confederación sureña". Lo que ocurrió en Gettysburg fue que se frenó el intento de invasión del ejército de la Confederación, liderado por Robert E. Lee, un militar que era, y siguió siendo (pese a la derrota final), muy respetado, y que amenazaba con abalanzarse sobre las ciudades del Norte. Tras varios días de lucha y de superar situaciones límite, las tropas de la Unión se pusieron al mando de George G. Meade, un general escogido a propósito por el presidente Abraham Lincoln para encabezar el ejército de la Unión a tan solo tres días de la crucial contienda.
Las tropas federales se pusieron al mando de George G. Meade, un general escogido por Abraham Lincoln para liderar el ejército de la Unión a tres días de la crucial contienda.
El 1 de julio se produjo el primer choque entre ambos bandos, un encontronazo que no entraba dentro los planes de ninguno de los mandos. En realidad, tanto los unionistas como los confederados fueron enviando efectivos a Gettysburg hasta que se produjo la escaramuza inicial que acabó en una batalla campal. En lo que sí coinciden los historiadores es que en Gettysburg se marcó un récord en brutalidad. Fueron tres días de incesante lucha, librada sobre 38 kilómetros cuadrados de territorio. Al final de la contienda se registraron unas 50.000 víctimas mortales, más de 20.000 heridos y alrededor de unos 10.000 desaparecidos y prisioneros.

Los retratos del general unionista George G. Meade y el confederado Robert E. Lee.
Una carga suicida
A primeras horas de la tarde del día siguiente, 2 de julio, los confederados del general Lee, viendo que el ejército de la Unión no iba a moverse de las posiciones que había tomado, iniciaron el ataque. Los combates fueron encarnizados, pero en ningún momento las defensas unionistas se debilitaron y pudieron aguantar las sucesivas oleadas hasta que cayó la noche. Incluso el propio Lincoln sentía perplejidad y preocupación por lo que estaba sucediendo en el campo de batalla de Gettysburg. Ninguno de los dos bandos tenía claro el siguiente paso a dar. Finalmente, el día 3, el general Lee recibió refuerzos comandados por el general George Edward Pickett y decidió emplearlos en una carga que destrozara las líneas unionistas y provocara así una retirada desordenada que aprovecharía para acabar con el enemigo.
El día 3, el general Lee recibió refuerzos comandados por el general George Edward Pickett y decidió emplearlos en una carga que destrozara las líneas unionistas.
El mediodía del 3 de julio de 1863, la artillería confederada empezó a bombardear posiciones unionistas sin que se produjeran daños relevantes. A pesar de ello, un extraño silencio se apoderó de las posiciones de la Unión, lo que llevó a creer a los sudistas que habían alcanzado su objetivo. A las 15 horas, unos 15.000 soldados confederados atacaron las posiciones unionistas cruzando una extensión de más de cuatrocientos metros. La primera parte del campo fue recorrida con relativa facilidad, pero entonces los cañones de la Unión abrieron fuego sobre los atacantes causando el pánico entre las filas confederadas y sembrando de cadáveres el campo de batalla. El resultado final fue una auténtica carnicería. Tan solo algunos de los rebeldes lograron llegar a posiciones enemigas, donde fueron masacrados. El general Lee se mantuvo en el campo de batalla hasta el día siguiente para dar una impresión de normalidad, pero lo cierto es que había sufrido más de 25.000 bajas en un ejército de 75.000 mil hombres. Un desastre sin paliativos.
El fin del sueño del Sur
En palabras de la doctora en Historia Montserrat Huguet Santos: "Materialmente hablando fue una derrota muy dura, por la pérdida de hombres y de recursos en un momento muy avanzado de la guerra. Esta derrota se unió a la que se produjo el 4 de julio, en Vicksburg, a cargo del general unionista Ulises Grant. Pero sobre todo fue una derrota devastadora en el plano moral. Después de Gettysburg las esperanzas de reconocimiento de la Confederación se desvanecieron".
La derrota de Gettysburg se unió a la que se produjo el 4 de julio en Vicksburg, a cargo del general unionista Ulises Grant. Pero sobre todo fue una derrota devastadora en el plano moral.
"Ahora, estamos librando una gran guerra civil que pone a prueba si esta nación, o cualquier otra nación dedicada al mismo principio, puede perdurar en el tiempo. Nos hemos reunido en un gran campo de batalla de esa guerra. Hemos venido a dedicar una parte de este como lugar de reposo para aquellos que murieron aquí para que la nación pueda perdurar. Es por tanto justo y adecuado que procedamos a hacer esto". Las breves y hoy célebres palabras que pronunció el presidente Abraham Lincoln en Gettysburg, el 19 de noviembre de 1863, cuatro meses después de la sangrienta batalla, sonaron y aún suenan como un clamor a favor de la democracia, la erradicación de la esclavitud, la unidad y la libertad.