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Después de pasar casi dos décadas en Milán, en la corte de la familia Sforza, Leonardo da Vinci regresó a Florencia a principios del siglo XVI. En 1503 se encuentra instalado en la ciudad al servicio de la República, que ese año le encarga un trabajo monumental: decorar una de las paredes de la sede del Estado florentino, el salón de los Quinientos del palazzo Vecchio. El Gran Consejo de Florencia había reunido a los dos artistas florentinos más importantes del Renacimiento para adornar las paredes de la sala donde se reunía. El encargo, recrear dos batallas en sendos frescos de siete por diecisiete metros: Miguel Ángel, que acababa de finalizar el David, debía representar la batalla de Cascina, mientras que Leonardo pintaría la batalla de Anghiari en el muro enfrentado. Leonardo pasó los siguientes tres años trabajando en este grandioso proyecto.
En su Vida de Leonardo, Giorgio Vasari refiere que el artista pintó un grupo de jinetes, "obra maestra por su manera de tratar la refriega, expresando la furia, la ira y el carácter vengativo, tanto de hombres como de caballos; dos de estos últimos, con sus patas delanteras trabadas, pelean a dentelladas, con no menos ferocidad que sus jinetes, quienes combaten por el estandarte". El biógrafo describe la "increíble maestría hay en la forma y disposición de los caballos, que supo hacer mejor que cualquier otro maestro, con sus recios músculos y su graciosa belleza.
Trabajo arruinado
El mural, igual que su pintura complementaria, quedó inacabado, tal vez por el fracaso de la técnica experimental que utilizó para realizar la obra. Según el relato de Vasari: "para dibujar el cartón hizo una ingeniosa armazón que subía cuando se la apretaba y bajaba cuando se la ensanchaba. Pensando que podría pintar al óleo en la pared hizo una mezcla tan espesa para el encolado del muro que cuando empezó su pintura ésta comenzó a chorrear. Al poco tiempo, Leonardo abandonó la tarea, viendo el trabajo arruinado".
La pintura se perdería tras la reforma del salón realizada por el propio Vasari en la década de 1560, pero algunos artistas hicieron reproducciones de la obra de Leonardo, entre ellos Pedro Pablo Rubens, cuya copia actualmente se conserva en el Museo del Louvre.