Piratas del Caribe

Bartolomeu Português, el bucanero que creó el código pirata

A pesar de que los piratas navegaban por el mar Caribe buscando el lucro personal, había una cosa que les unía y les hermanaba: el código de la piratería. Esta serie de normas libertarias, de las que no ha quedado nada por escrito, fueron, al parecer, creadas por un bucanero de origen luso llamado Bartolomeu Português, que se convirtió en un activo pirata, azote de los galeones españoles, cuya pista se pierde tras sobrevivir a un naufragio.

Grabado que representa a Bartolomeu Português, realizado en el año 1678.

Foto: PD

Cuando los galeones que cruzaban el Atlántico o el mar caribe divisaban en la lejanía una bandera negra con una blanca calavera y dos tibias cruzadas, un profundo terror se apoderaba de la tripulación. Eso significaba que la muerte les había salido al paso. Y tenían motivos para temer. De hecho, la imagen romántica que el cine y las novelas de aventuras nos han transmitido sobre la piratería como una profesión a la que se dedicaban todos aquellos espíritus libres que no estaban dispuestos a someterse a las normas establecidas dista mucho de tener algún parecido con la realidad.

Y es que la vida del pirata era muy peligrosa. Estaba plagada de asaltos, secuestros, crímenes y prostitución, todo ello aderezado con grandes dosis de alcohol. La mayoría de estos piratas estaban integrados en diversas hermandades que no dudaban en pelear entre sí por hacerse con un cuantioso botín. Pero a pesar de las diferencias existentes entre todas ellas había una cosa que sí tenían en común: el código. Y, al parecer, el autor de estas normas por las cuales se regía toda la piratería fue un pirata portugués llamado Bartolomeu Português (originalmente Bartholomeus de Portugees), un bucanero muy activo durante el siglo XVII.

Grabado de la isla Tortuga en el siglo XVII, durante el período en el que estuvo activo Bartolomeu Português.

Foto: PD

Los Hermanos de la Costa

Bartolomeu Português era un bucanero. El término proviene de bucán, una palabra de origen caribeño que hacía alusión a los habitantes de la parte occidental de la isla de La Española, la actual Haití, que se dedicaban a ahumar la carne. Finalmente, estos individuos fueron expulsados de la isla por los españoles. De hecho, la corona española imponía un rígido monopolio comercial, así que, para sobrevivir, todas aquellas personas que habían sido expulsadas tomaron el nombre de bucaneros y empezaron a comerciar al margen de la ley en la vecina isla de la Tortuga, donde se desarrolló una comunidad carente de leyes dirigida por un gobernador francés, al igual que sucedería posteriormente en la vecina Nassau.

Bartolomeu Português era un bucanero, término que proviene de bucán, palabra caribeña que hacía alusión a los habitantes de la parte occidental de isla de La Española que se dedicaban a ahumar la carne.

Litografía que muestra un retrato de Bartolomeu Português realizada por George S. Harris & Sons en 1888. Museo Metropolitano, Nueva York.

Foto: PD

Bartolomeu descubrió muy pronto que la piratería era muy cómoda: proporcionaba ingentes beneficios con poco trabajo, por lo que durante su estancia en Cuba adquirió un pequeño barco de cuatro cañones, posiblemente un balandro, que por su velocidad para perseguir a barcos más pesados era el tipo de embarcación preferida para aquella actividad. Su primer ataque lo llevó a cabo contra un mercante español cargado con 100.000 libras de cacao y una enorme cantidad de munición. Durante los siguientes cuatro años, Bartolomeu fue ganando fama hasta alcanzar cierta relevancia entre los miembros de la Cofradía de los Hermanos de la Costa, una organización nacida en la isla de la Tortuga. Allí, bucaneros y filibusteros se acabaron integrando bajo un código común que, al parecer, fue creado por Bartolomeu.

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El código pirata

A pesar de que no se ha conservado ningún documento escrito que contenga el código pirata (solo ha llegado hasta la actualidad gracias a la tradición oral), sí se conocen algunas de sus reglas: para ser pirata era necesario ser hombre (aunque hay constancia de mujeres piratas) y no tener prejuicios de raza, nacionalidad o religión. Asimismo, la propiedad privada quedaba abolida, la libertad individual era sagrada, se suprimían las obligaciones y los castigos (los conflictos se dirimían entre los afectados) y se preveían indemnizaciones para heridos y tullidos. Las mujeres quedaban excluidas. Pero el código de la piratería no era un conjunto de reglas cerrado. Otros piratas, como Bartholomew Roberts, añadirían nuevas normas para la vida en el mar, como el reparto del botín por méritos y jerarquía, la prohibición de apostar dinero a las cartas, la obligación de mantener las armas en buen estado o de hacer aportaciones personales a un fondo común.

Del código pirata no se conserva ningún documento escrito y solo ha llegado hasta la actualidad gracias a la tradición oral.

Así se dividió el tesoro. Pintura realizada por Howard Pyle en 1905. 

Foto: PD

Integrado en esta hermandad, Bartolomeu navegaba libremente por aguas del Caribe donde, gracias a las rápidas acciones de su pequeño y ágil navío, no tardó en hacerse con otra importante presa: un galeón español procedente de Maracaibo con rumbo a La Habana cargado con cacao, pero también con 70.000 reales de a ocho (un tipo de moneda de plata de gran valor conocida también como dólar español). El botín constituía una auténtica fortuna y por ello la tripulación española lo defendió con su vida. El plan de Bartolomeu era llevar el tesoro y el buque capturado a Port Royal, por entonces capital de Jamaica. Sin embargo, los fuertes vientos lo acabaron desviando hacia el golfo de México, donde los piratas tuvieron la mala fortuna de cruzarse con tres buques de guerra españoles que pretendían recuperar el dinero robado.

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Desaparecido de la historia

Cargado hasta los topes, el barco de Bartolomeu acarreaba un gran peso lo que le hacía perder velocidad y destreza. Además de haber perdido una gran parte de su tripulación. Poco a poco, los buques españoles empezaron a acortar distancias hasta que finalmente consiguieron alcanzar a los piratas. Los veinte hombres que quedaban a bordo no tuvieron ninguna posibilidad, y junto con Bartolomeu fueron encerrados en la sentina de uno de los tres navíos españoles. Pero un fuerte temporal separó al barco donde se hallaban retenidos del resto de la flota, y este tuvo que buscar refugio en Campeche, donde Bartolomeu fue condenado a la horca. La noche antes de su ejecución, el pirata consiguió arrebatar el cuchillo a uno de los vigilantes y apuñalarlo. Pero pronto se dio cuenta de que la embarcación estaba fondeada en medio de la bahía y de que (aunque pueda parecer raro en un pirata) no sabía nadar.

La noche antes de su ejecución, Bartolomeu consiguió arrebatar el cuchillo a uno de los vigilantes y apuñalarlo.

Durante su huida, Bartolomeu se ató a la cintura un par de damajuanas de vino vacías (un tipo de garrafa) para que le sirvieran de flotadores y poder así alcanzar la costa. Pero una vez en tierra firme los problemas no hicieron más que sucederse. Bartolomeu se hallaba en tierra hostil. Por un lado, el Yucatán pertenecía al Virreinato de Nueva España y, por otro, para alcanzar un puerto en el que poder embarcarse hasta Port Royal debía atravesar la densa y peligrosa selva yucateca. Durante más de quince días, Bartolomeu estuvo huyendo de los perros enviados por los españoles a darle caza, de las fieras, los mosquitos, los pantanos y del insoportable calor tropical. Finalmente consiguió llegar al golfo Triste, lugar donde solían recalar piratas franceses e ingleses, y desde allí zarpó hacia Jamaica.

Pieza de a ocho o dólar español de plata acuñado entre 1621 y 1665.

Foto: Centpacrr (CC BY-SA 3.0)

Una vez en Port Royal, Bartolomeu reunió una pequeña tripulación y regresó hasta México, aún a sabiendas de que los españoles habían puesto precio su cabeza, con la intención de recuperar su botín. Bartolomeu volvió a capturar el barco en el que había estado prisionero y que transportaba parte de la preciosa carga de cacao y unas 700 monedas de oro. Pero finalmente la meteorología le jugó una mala pasada y naufragó en los arrecifes de la isla de Pinos (la actual isla de la Juventud), situada al suroeste de Cuba. Bartolomeu sobrevivió al naufragio, aunque gravemente herido. Después se le pierde la pista; algunas fuentes afirman que murió durante un terremoto que azotó Jamaica en 1692 y otros en la misma isla, pero unos años antes, en 1669.