Si un hombre conoce con precisión todos los movimientos de todas las estrellas, del Sol y de la Luna sin que se le escapen ni el momento ni el lugar de sus aspectos [...] y si conoce la naturaleza de los astros como resultado de un continuado estudio […] ¿cómo no va a ser capaz de predecir en cada ocasión las características que presentará el aire según la mutua relación de los astros en ese momento, si será más cálido o más húmedo? ¿Y por qué entonces no va a percibir respecto a cada individuo, según la situación de los astros en el momento de su nacimiento, las cualidades de su temperamento como, por ejemplo, si es tal y cual de cuerpo y tal y cual de alma, y predecir los sucesos que podrían ocurrir, por estar cierta configuración de los astros en armonía con ese temperamento y ser favorable a la prosperidad, y no estarlo otra configuración y conducir a la mala fortuna?».
Sorprendentemente, quien así pondera las virtudes del arte de la predicción mediante los astros no es un astrólogo, sino el astrónomo más destacado de la Antigüedad, Claudio Ptolomeo. En su tiempo, a mediados del siglo II d.C., el pronóstico por medio de la astronomía era considerado una ciencia en Roma, entonces centro del poder político y económico, y en Alejandría, foco de la investigación matemática, astronómica y médica.
Esta ciencia comprendía la predicción tanto de los movimientos de los astros como de los cambios «en el mundo que esos astros rodean», es decir, lo que nosotros entendemos propiamente por astrología. De hecho, los términos astronomía («leyes que rigen a los astros») y astrología («estudio de los astros») se habían utilizado indistintamente para referirse al estudio de los cuerpos celestes. Pero la astrología entendida como forma de adivinación había aparecido quinientos años antes de Ptolomeo, a principios del siglo III a.C., por influencia mesopotámica.
Raíces mesopotámicas
Los habitantes de la antigua Babilonia, los caldeos, consideraban que los astros, igual que intervenían en el tiempo atmosférico y en el crecimiento de la vegetación, lo hacían también en los asuntos humanos, y los fenómenos celestes les servían como indicios del éxito de las acciones emprendidas. Faltos de conocimientos precisos sobre las evoluciones planetarias, se servían para sus pronósticos de los eclipses de la Luna, de su color en el ocaso y de los planetas que la acompañaban. Los avisos de sus sacerdotes afectaban en general a pueblos enteros o a sus reyes. Así, por ejemplo, «la Luna se pone y Mercurio está fijo en su lugar» se interpretaban como «el rey de Fenicia cae y su enemigo saquea la región».

Astrolabium met Arabische inschriften, Jean Fusoris, ca 1436, MAS
Astrolabio para calcular el horóscopo. Los brazos representan los planetas y se pueden ajustar a la posición del Zodíaco. Hecho en bronce, este notable instrumento data del siglo XV.
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Esta costumbre se conservó en la tradición griega bajo el nombre de katholikòn prognostikón. Ptolomeo explica cómo a las naciones les corresponden determinadas influencias según el cuadrante del cielo que las rige: «Britania, Germania, Galacia [en Anatolia] y Bastarnia [junto al Adriático] son familiares de Marte, por lo cual los de allí son bastante salvajes, arrogantes y fieros… mientras que Italia y Apulia, la Galia y Sicilia tienen familiaridad con Leo y el Sol, y por eso son amigos de mandar, benéficos y cooperativos… frente a ellos, Etruria, el país de los celtas, e Hispania están sometidos a Sagitario y a Júpiter: de ahí su independencia, sencillez y amor por la limpieza».
Los avances de las observaciones astronómicas permitieron a los griegos predicciones mucho más amplias y variadas. En ellas tenían gran importancia los planetas y sus posiciones relativas entre sí y respecto al Sol, la Luna y las constelaciones del Zodíaco. Pero la novedad más importante fue que en el mundo griego las predicciones no estaban reservadas a los gobernantes, sino que también se realizaban para los individuos corrientes con el nombre de genetlialogía, práctica que luego se extendería a los romanos.
Los planetas y el Zodíaco
Para los griegos, la Tierra y los hombres recibían la acción de los astros: el Sol y la Luna (llamados luminarias), los cinco planetas entonces conocidos (Saturno, Júpiter, Marte, Venus y Mercurio) y los signos zodiacales. Esta acción era proporcional a su poder, procedía de su propia naturaleza y la ejercían mediante efluvios que dependían de sus posiciones en relación con el Zodíaco y los demás astros.

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En la antigua Side, al sur de Anatolia y a orillas del mar Egeo, se erguía el templo de Apolo (a la derecha), dios íntimamente vinculado al Sol, el gran astro de los griegos.
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Los planetas, en concreto, tenían sus propios rasgos de carácter y personalidad, sentían mutuas simpatías y antipatías y –según su posición en el círculo del Zodíaco– podían estar en sus casas o en territorio hostil, lo que reforzaba o debilitaba sus efectos benéficos o maléficos y su poder. Las influencias astrales eran más significativas en ciertos momentos, por ejemplo, al ir a emprender algún proyecto o en el momento del nacimiento.
Los astrólogos, llamados «caldeos» por los griegos y «matemáticos» por los romanos, determinaban la situación de los astros en el momento para el que se hacía la consulta e interpretaban las señales que ofrecían. La moda astrológica se extendió entre las clases que podían pagar las consultas y reforzó creencias populares más antiguas como, por ejemplo, las que interpretaban los eclipses o la aparición de cometas como signos funestos.

Fernando gallego boveda virgo
A finales del siglo XV, Fernando Gallego pintó en la Universidad de Salamanca una espléndida bóveda con temas astrológicos, hoy conservada en las Escuelas Menores (arriba).
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Los horóscopos más antiguos que conocemos están escritos sobre papiro y contienen la enumeración de la posición de los astros para el momento al que se refiere la consulta o el momento del nacimiento, lo que hoy llamaríamos «carta astral». Algunas veces dan su aviso al consultante, como en este caso: «Año 27 de César, 5 [del mes egipcio de] Faofi en el calendario de Augusto [2 de octubre del año 3 a.C.], a la tercera hora del día: Sol en Libra, Luna en Piscis, Saturno en Tauro, Júpiter en Cáncer, Marte en Virgo, Venus en Escorpio, Mercurio en Virgo, el ascendente es Escorpio, Leo culmina, luego Tauro hace su ocaso; en el nadir, Acuario. Hay peligros. Toma precauciones durante cuarenta días por causa de Marte».
Aparte de consejos de este tipo, es raro que los horóscopos contengan predicciones, para limitar las posibilidades de equivocarse, una sabia medida si el astrólogo quería conservar la clientela. El pronóstico más largo que encontramos en los «horóscopos de los papiros» es el de un niño nacido el 27 de junio de 345 d.C. En este texto, el astrólogo previene: «Marte acercándose al Sol con doble prerrogativa, causará una anomalía. Pero si no hay otro planeta allí, puesto que no es efectivo, no producirá mucho daño; y, si lo intercepta el propio Venus, incluso aportará a su padre relaciones y éxito».
Astros, la clave de una vida
Otros horóscopos que conocemos son los que recogió Vecio Valente, quien escribió su obra astrológica en Alejandría, en el siglo II d.C. Corresponden a personas ya fallecidas, y sirven para ejemplificar las influencias teóricas de los planetas y sus aspectos, es decir, de los ángulos que los planetas, situados en el círculo zodiacal, forman entre sí (oposición, conjunción, sextil, trígono, cuadratura...).

Ptolemy 1476 with armillary sphere model
Claudio Ptolomeo. Retrato por Justus van Gent. Siglo XV. Museo del Louvre, París.
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Así, en el horóscopo correspondiente al 1 de abril del año 78, Valente explica: «El Sol, la Luna, Júpiter y el ascendente, en Aries; Saturno y Venus, en Acuario; Marte en Géminis, Mercurio en Piscis. Esta persona fue amiga de mandar y despótica, pues los regentes del trígono estaban en un centro y ascendentes, y en el mismo lugar estaban también el lote de la Fortuna, y el Demon, y la base y la exaltación. Pero Marte, regente de estos lugares, que estaba situado desfavorablemente y sin aspecto con esa casa, tenía efectos opuestos, tanto el exilio como la muerte violenta. Porque era el regente de la conjunción».
Valente también presenta los horóscopos de personas que padecieron graves enfermedades: «El Sol y Mercurio en Tauro, la Luna en Acuario, Saturno y Venus en Aries, Júpiter en Virgo, Marte en Piscis, el ascendente en Leo; el Lote de la Fortuna, en Tauro; su regente, Venus, en Aries con Saturno. Tal individuo tuvo calvas, herpes y lepra, pues el regente del Buen Genio estaba en Piscis».

Sardonyx cameo of a double capricorn with a portrait of the emperor Augustus MET 29C R45R3
El emperador augusto y su ascendente, Capricornio. camafeo del siglo I d.C. Museo Metropolitano de Arte, Nueva York.
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También ofrece horóscopos de personas que perecieron de forma violenta: «Sol, Marte y Afrodita en Cáncer, Saturno y Mercurio en Leo, Júpiter en Acuario, la Luna en Piscis; el ascendente, Escorpio; el Lote de la Fortuna en Leo, la casa de la muerte en Piscis. Allí la Luna y Saturno estaban presentes en el Lote; el regente, Sol, en Cáncer, signo de agua. Murió en el baño, ahogado en agua. Marte hacía oposición a la Luna llena, y el regente Saturno estaba ausente. De ahí que muriera de muerte violenta».
Aunque para practicar la astrología había que contar con sólidos conocimientos astronómicos, debieron de abundar los farsantes que abusaban de la buena fe de los inocentes, y Juvenal, que vivió en tiempos del emperador Antonino Pío, afirmaba que «no hay astrólogo talentudo que no haya sufrido condena». Incluso así, este recurso adivinatorio estaba tan arraigado que ni siquiera el cristianismo lo hizo desaparecer; de hecho, al considerarlo obra del diablo se admitía implícitamente su eficacia.

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La astronomía, por Rafael. Estancia de la signatura, Vaticano. 1508. La configuración del cielo se corresponde con el 31 de octubre de 1503, cuando julio II fue elegido papa.
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La astrología tampoco desapareció en el Renacimiento, cuando magnates y príncipes admitían en sus círculos a los astrólogos y se decoraban palacios y universidades con sus temas. Lo que acabó con la astrología no fue la religión, ni la filosofía, ni la teología, sino la ciencia. Si la Tierra era objeto de las influencias astrales se debía a su posición central en el Universo; cuando la Tierra dejó de ser el centro del mundo se desvanecieron los fundamentos que daban a la astrología su carácter científico.