Imperio Asirio

Assurbanipal, el rey sabio de Asiria

El gran conquistador del siglo VII a.C. se preciaba de poseer un saber excepcional y creó en Nínive la mayor biblioteca de su época.

El monarca cazador.

El monarca cazador.

Foto: British Museum / Scala, Firenze

Hace tres mil años surgió el mayor imperio que la humanidad había conocido hasta entonces: el Imperio asirio. Los belicosos asirios, establecidos en el norte de Mesopotamia (el territorio comprendido entre los ríos Tigris y Éufrates, en el actual Irak), ya habían construido con anterioridad poderosos reinos que habían acabado por sucumbir a causa de las disputas internas y los ataques de otros gobernantes, como los soberanos de Babilonia y de Mitanni. Durante el reinado de Assarhadón (681-669 a.C.), los asirios llegaron a dominar un vasto territorio, que se extendía desde las orillas del golfo Pérsico hasta el delta del Nilo, dándoles el control de las rutas comerciales por donde circulaban los metales de Anatolia, el oro y el marfil de Egipto, el precioso lapislázuli procedente de Afganistán o el incienso de la península arábiga, empleado en infinidad de rituales religiosos.

Cronología

Un rey guerrero y sabio

672 a.C.

El rey Assarhadón nombra a su hijo Assurbanipal heredero al trono asirio para evitar enfrentamientos en la sucesión.

667-664 a.C.

Assurbanipal reanuda las campañas militares contra Egipto que había emprendido su padre y derrota a los faraones nubios Taharqa y Tanutamón. Tras la victoria, regresa a Nínive dejando como rey vasallo a Psamético I.

653 a.C.

Psamético I se rebela contra Asiria y recupera el control de Egipto. Por su parte, el rey elamita Teumman ataca el norte de Babilonia y se enfrenta a los asirios en la batalla de Til-Tuba.

652-648 a.C.

Shamash-shumu-ukin, hermano de Assurbanipal y rey de Babilonia, se rebela y organiza una gran coalición para luchar contra Asiria. El enfrentamiento acaba con la muerte del rey babilonio.

648 a.C.

Assurbanipal destruye Susa, la capital de Elam, y se hace con este reino. A su muerte, en 627 a.C., le sucede su hijo Assur-etil-ilani.

Sin embargo, poco después de que las tropas asirias llegasen a Egipto, varios rumores inquietantes empezaron a recorrer el corazón del país: una profetisa de la ciudad de Harrán había anunciado de forma solemne que el dios Nusku pronto acabaría con el rey y toda su descendencia. Al mismo tiempo, en la ciudad de Assur –la capital religiosa de Asiria y el corazón de su Imperio–, un alto oficial afirmó haber tenido un sueño premonitorio durante el cual un niño salido de una tumba le entregó el cetro real de Assarhadón para que ocupase su lugar. Aquellas y otras noticias reflejaban la existencia de distintas conspiraciones al más alto nivel para tratar de derrocar al rey e impedir que le sucediese su hijo Assurbanipal. Al final, las conjuras fueron descubiertas y sus promotores, ejecutados. Quedó así la vía libre para la proclamación de Assurbanipal como rey en 669 a.C. A pesar de todas las dificultades, acababa de llegar al trono uno de los monarcas más importantes de la historia de Mesopotamia.

Assarhadón, padre de Assurbanipal, y la reina madre.

Assarhadón, padre de Assurbanipal, y la reina madre.

Foto: Bridgeman / ACI

El conquistador

Al igual que muchos de sus predecesores, Assurbanipal promovió una serie de campañas militares que debían servirle para afianzar su posición como rey. Sin embargo, sus éxitos le llevaron mucho más lejos que a sus predecesores. La lista de sus victorias militares es impresionante e incluye hitos como la conquista de Tebas, capital del Alto Egipto (664 a.C.), la derrota del reino iranio de Elam en la batalla de Til-Tuba (653 a.C.), la represión de la revuelta de su hermano Shamash-shumu-ukin en Babilonia (648 a.C.) o el saqueo de la ciudad de Susa (647 a.C.).

El imperio asirio. El mapa muestra la extensión del Imperio asirio en tiempos de Assurbanipal, sus campañas militares y los territorios perdidos en Egipto.

El imperio asirio. El mapa muestra la extensión del Imperio asirio en tiempos de Assurbanipal, sus campañas militares y los territorios perdidos en Egipto.

Cartografía: eosgis.com

El rey del mundo

No es de extrañar que en sus inscripciones Assurbanipal esgrimiese no solamente títulos como el de «rey de Asiria» o «rey de Sumer y de Acad», sino también el de «rey del mundo». A primera vista, puede parecer exagerado que, a pesar de sus éxitos militares, se presentase como rey de todo el mundo, cuando en realidad los límites del imperio abarcaban únicamente el Próximo Oriente y Egipto.

Prisma de Asarhadón. Siglo VII a.C. Museo Británico, Londres.

Prisma de Asarhadón. Siglo VII a.C. Museo Británico, Londres.

Foto: Scala, Firenze

Sin embargo, para comprender el uso de ese título es importante saber qué entendían por «mundo» los asirios del siglo VII a.C. En efecto, el espacio en el que éstos se movían estaba compuesto por el territorio de Mesopotamia, las montañas nororientales, el desierto suroccidental y los mares circundantes (Mediterráneo y golfo Pérsico). Como todos esos territorios estaban bajo el dominio asirio durante el reinado de Assurbanipal, el uso del título de «rey del mundo» estaba justificado. Por supuesto, los asirios eran conscientes de que más allá de esos límites existían otras tierras, otros pueblos, tribus y ciudades. Sin embargo, se referían a aquellas áreas como las «tierras vacías», es decir, territorios que no revestían interés, espacios caóticos ocupados por gente sin civilizar, incapaz de aportar nada de valor al imperio.

Assurbanipal afirmaba en algunas de sus inscripciones que él era el más excepcional de todos los reyes asirios. Pero la razón que le llevaba a sostener aquella afirmación no era solamente militar ni estaba relacionada sólo con su capacidad para extender el imperio hasta fronteras remotas o someter sin piedad a sus enemigos. En realidad, lo que a Assurbanipal le gustaba resaltar eran sus dotes intelectuales, entre las que destacaba su dominio del arte de la escritura, su capacidad para resolver problemas matemáticos complejos, así como su pericia a la hora de debatir sobre cuestiones teológicas con los más reputados sabios y adivinos de su corte. En uno de sus textos, el soberano asirio llegaba a presentarse como discípulo del mismísimo Adapa, el primero de los siete sabios mesopotámicos, una serie de personajes legendarios a los que se atribuía un conocimiento excepcional procedente de los tiempos anteriores al diluvio que, según el mito babilónico, anegó las ciudades de Mesopotamia. De ahí que Assurbanipal pudiese acometer tareas extraordinarias, como la interpretación de viejas tablillas escritas en sumerio y datadas antes del Diluvio.

Los muros de Nínive. En esta imagen de la muralla de Nínive, la capital asiria, destaca en segundo plano la enorme mole de adobe de la puerta de Adad, una de las quince puertas de la ciudad.

Los muros de Nínive. En esta imagen de la muralla de Nínive, la capital asiria, destaca en segundo plano la enorme mole de adobe de la puerta de Adad, una de las quince puertas de la ciudad.

Foto: C. Sappa / DEA / Getty Images

No es de extrañar, por tanto, que un rey como Assurbanipal, con aquellas inquietudes intelectuales, de las que estaba tan orgulloso, decidiese abordar la que probablemente sea su mayor obra y su más importante legado: la creación de una gran biblioteca real en Nínive que debía recoger todo el saber mesopotámico producido hasta aquellos momentos, en ámbitos como la literatura, la medicina, la magia o la adivinación.

El proceso de creación de la biblioteca de Assurbanipal fue largo y complejo. El rey ordenó a sus funcionarios la incautación de las principales bibliotecas de Asiria y Babilonia. Así pudo adquirir la biblioteca privada de un tal Nabu-zuqup-kenu, antiguo escriba de Sargón II y Sennaquerib, quien había reunido una gran colección de textos adivinatorios basados en observaciones astronómicas y meteorológicas.

Murallas de Babilona. Tras sofocar la revuelta de Babilonia, cuyo rey era hermano de Assurbanipal, el monarca ordenó la incautación de los documentos de sus archivos para alimentar su biblioteca.

Murallas de Babilona. Tras sofocar la revuelta de Babilonia, cuyo rey era hermano de Assurbanipal, el monarca ordenó la incautación de los documentos de sus archivos para alimentar su biblioteca.

Foto: Sergey Mayorov / Getty Images

Los libros, botín de guerra

Más difícil era hacerse con las bibliotecas de Babilonia, ya que estaban en los templos, custodiadas por escribas y sacerdotes muy celosos de su salvaguarda. Mientras las relaciones entre Assurbanipal y su hermano Shamash-shumu-ukin, rey de Babilonia, fueron buenas, el rey asirio optó por ponerse en contacto con los principales sabios babilónicos para que le proporcionasen copias de los textos más importantes. Sin embargo, tras la revuelta babilónica de 652 a.C., la política de Assurbanipal fue mucho más agresiva, procediendo a la confiscación directa de los documentos. Así, por ejemplo, sabemos que en 647 a.C., cuando la revuelta ya había sido sofocada, un total de 1.469 tablillas cuneiformes ingresaron en la biblioteca de Nínive procedentes directamente de Babilonia.

Tablilla cuneiforme que relata el mito del Diluvio. Museo Británico, Londres.

Tablilla cuneiforme que relata el mito del Diluvio. Museo Británico, Londres.

Foto: British Museum / Scala, Firenze

Assurbanipal dedicó mucho tiempo y atención a la creación de su biblioteca. A veces supervisaba en persona el proceso de copia de los textos, e incluso se permitía proponer modificaciones para adaptarlos a sus propios gustos. Esta práctica contravenía la costumbre de los escribas de la época, que no alteraban nunca los textos por considerar que contenían un saber antiquísimo procedente directamente de los dioses o de venerables sabios de otros tiempos. El hecho de que Assurbanipal optase por saltarse aquella norma indica hasta qué punto él mismo se consideraba un intelectual extraordinario, digno de ingresar en el selecto grupo de los siete sabios.

Planisferio procedente de la biblioteca que Assurbanipal construyó en Nínive. Museo Británico, Londres.

Planisferio procedente de la biblioteca que Assurbanipal construyó en Nínive. Museo Británico, Londres.

Foto: RMN-Grand Palais

Otra de las grandes creaciones de Assurbanipal fue la construcción de su propio palacio, hoy conocido como el palacio Norte de Nínive, erigido entre 646 y 644 a.C. Aquella gran obra fue en buena medida posible gracias al botín y los recursos obtenidos tras las decisivas victorias asirias contra Elam y Babilonia. El palacio se alzó sobre una gran terraza de cerca de siete metros de altura, en una de las zonas más nobles de Nínive, junto al templo de Ishtar, diosa a la que Assurbanipal rogó que protegiera su nueva residencia. Centenares de trabajadores, incluyendo numerosos prisioneros de guerra, se encargaron de ejecutar las órdenes de los arquitectos del monarca.

Como la gran mayoría de los edificios asirios, el palacio de Assurbanipal se construyó con adobe, por lo que apenas se han conservado restos de los muros originales. Afortunadamente, las paredes estaban decoradas con bajorrelieves de piedra, muchos de los cuales han llegado hasta nosotros, permitiéndonos conocer un poco mejor la personalidad del rey.

Nínive, gran capital asiria. Esta recreación muestra los templos y palacios de Nínive en el siglo VII a.C. Un afluente del Tigris atraviesa la ciudad, erigida por Senaquerib, abuelo de Assurbanipal.

Nínive, gran capital asiria. Esta recreación muestra los templos y palacios de Nínive en el siglo VII a.C. Un afluente del Tigris atraviesa la ciudad, erigida por Senaquerib, abuelo de Assurbanipal.

Foto: 3D Graphic Kais Jacob

Un palacio lujosamente decorado

Al igual que sus predecesores, Assurbanipal se preocupó por garantizar la protección mágica del edificio, con el fin de mantener lejos de su casa a los espíritus malignos que pudieran amenazarle. Algunos de sus predecesores, como su bisabuelo Sargón II y su abuelo Sennaquerib, confiaron aquella labor de protección a los lamassu, colosales toros y leones alados con cabeza humana. Assurbanipal, en cambio, prescindió de aquellas imponentes figuras y ordenó proteger la sala del trono con representaciones de los sebitti, un grupo de poderosos espíritus protectores en la mitología mesopotámica.

Por supuesto, una parte importante de los relieves de la sala del trono representaba también escenas de temática militar que recordaban las grandes victorias del rey: las campañas contra Babilonia, Elam, Egipto, las tribus árabes... A pesar de que casi nunca acompañó a los soldados en el campo de batalla, Assurbanipal organizó con esas imágenes un poderoso discurso iconográfico destinado a glorificar su imagen como gran líder militar.

Batalla de Til-Tuba. Este relieve representa esta batalla en la que los asirios, liderados por Assurbanipal, vencieron a los elamitas (en el actual Irán) en 653 a.C. Museo Británico, Londres.

Batalla de Til-Tuba. Este relieve representa esta batalla en la que los asirios, liderados por Assurbanipal, vencieron a los elamitas (en el actual Irán) en 653 a.C. Museo Británico, Londres.

Foto: British Museum / Scala, Firenze

Por el contrario, en las habitaciones privadas del palacio, aquellas a las que sólo tenía acceso un número muy limitado de miembros de la corte y algunos diplomáticos, el rey optó por modificar un tanto la decoración. En aquellos espacios, los relieves de temática militar compartían protagonismo con escenas donde el rey aparecía celebrando sus triunfos. Un buen ejemplo lo encontramos en un panel en el que Assurbanipal hace una libación sobre la cabeza cortada del rey elamita Teumman, derrotado en la batalla de Til-Tuba. Aquella hábil combinación de imágenes de victorias militares y de celebraciones triunfales mostraba claramente a los visitantes el precio que debían pagar aquellos reinos que decidían oponerse al poder asirio.

Finalmente, Assurbanipal mandó decorar parte de los muros de sus estancias privadas con otro de sus temas preferidos: la caza de leones. Con esas imágenes, en las que aparecía dando muerte a grandes felinos en el transcurso de concurridas ceremonias públicas, el rey muestra otro de los rasgos típicos de su discurso propagandístico. Y es que, a pesar de su reconocida vocación intelectual, Assurbanipal se preocupó siempre por demostrar que él también era un héroe, un gran guerrero, un rey fuerte y poderoso a la misma altura, como mínimo, que sus ilustres predecesores. Y qué mejor manera de demostrarlo que matando leones ante la atenta mirada de sus súbditos.

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Este panel de yeso, que forma parte de una larga serie de relieves similares, es uno de los muchos que decoran el palacio Norte de Assurbanipal en Nínive.

Este panel de yeso, que forma parte de una larga serie de relieves similares, es uno de los muchos que decoran el palacio Norte de Assurbanipal en Nínive.

Foto: British Museum / Scala, Firenze

El león herido

Se representa con enorme realismo a un gran león herido de muerte por las flechas lanzadas por el monarca durante la cacería. Las cacerías de este tipo se realizaban en un espacio acotado, que estaba rodeado por sirvientes con grandes perros apostados en los extremos para evitar que los leones pudieran escapar. Estas batidas eran habituales entre los reyes asirios. Ya en el siglo IX a.C., Assurnasirpal II se jactaba de su habilidad cazadora: «Los dioses Ninurta y Nergal, que aman mi sacerdocio, me han dado los animales salvajes de las llanuras, ordenándome cazar [...]. 370 grandes leones he matado con lanzas de caza».

Modelo en arcilla del hígado de una oveja usado por los adivinos babilonios. II milenio a.C. Museo Británico, Londres.

Modelo en arcilla del hígado de una oveja usado por los adivinos babilonios. II milenio a.C. Museo Británico, Londres.

Foto: Erich Lessing / Album

El arte de adivinar el futuro

Al igual que sus predecesores, Assurbanipal se rodeó de un conjunto de sabios especializados en la predicción del futuro. Diversos textos confirman que el monarca recurría con bastante frecuencia a sus adivinos para tomar decisiones relacionadas con su tarea de gobierno, como el nombramiento de altos cargos, los días más oportunos para llevar a cabo una acción militar concreta o la conveniencia de celebrar un matrimonio interdinástico. Además de la observación astronómica, el principal método de adivinación que utilizaban los especialistas de Assurbanipal era el análisis de las vísceras de una oveja recién sacrificada, para cuya correcta interpretación se crearon auténticos manuales especializados en la materia.

Assurbanipal en su carro, conducido por un auriga y acompañado de varios sirvientes. Relieve del palacio del rey en Nínive.

Assurbanipal en su carro, conducido por un auriga y acompañado de varios sirvientes. Relieve del palacio del rey en Nínive.

Foto: Bridgeman / ACI

Matemático y adivino

Una de las inscripciones reales de Assurbanipal hallada en Nínive contiene una especie de autobiografía, en la que el monarca destacaba enfáticamente sus propias virtudes intelectuales, que lo convertían a sus ojos en el más sabio de todos los reyes asirios. «Aprendí el oficio del sabio Adapa, la ciencia secreta y críptica de las artes escriturarias. Soy capaz de reconocer presagios terrestres y celestes, y puedo discutirlos en una reunión de eruditos. Puedo discutir con adivinos expertos acerca de la serie de presagios “Si el hígado es un reflejo de los cielos”. Puedo resolver divisiones y multiplicaciones complejas que no tienen fácil solución. He leído enrevesados textos escritos en sumerio y acadio que son difíciles de interpretar. He podido examinar con detalle inscripciones en piedra anteriores al Diluvio».

Panel del palacio de Assurbanipal en Nínive, coloreado para una exposición. Museo Británico, Londres.

Panel del palacio de Assurbanipal en Nínive, coloreado para una exposición. Museo Británico, Londres.

Foto: Alamy / ACI

Los espíritus del palacio de Nínive

El relieve del palacio de Assurbanipal en Nínive que se reproduce sobre estas líneas muestra a tres personajes barbudos, que empuñan una pequeña hacha en la mano derecha y una daga de hoja ancha en la izquierda, aunque se cree que originalmente en lugar de esta última sujetaban un arco que fue borrado con posterioridad. La corona alta y plana, seguramente emplumada por arriba, se parece a un casco que lucen ciertos espíritus protectores de la mitología babilónica. Ello ha llevado a suponer que las tres figuras son representaciones de los sebitti, o «los siete», un grupo de siete deidades menores del panteón mesopotámico. En ocasiones se los representaba de forma esquemática como siete esferas, que se asociaban con las Pléyades. Conocemos templos dedicados a los sebitti en las ciudades asirias de Kalhu, Dur-Sharrukin y la misma Nínive, lo que da una idea precisa de la importancia de su culto. Estos sebitti no deben confundirse con los «siete demonios» que aparecen en un texto babilónico del siglo IX a.C., el Poema de Erra, donde intervienen como consejeros del dios guerrero Erra en sus correrías contra los humanos.

Este artículo pertenece al número 207 de la revista Historia National Geographic.

Para saber más

Shamash, el dios del Sol, era también el dios de la justicia, por lo que era adorado por los reyes. Estatua de terracota realizada hacia el 1900 a.C. Museo Británico, Londres.

Los poderosos amos de los hombres: los dioses de Mesopotamia

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