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En el siglo XVII, la Antigüedad clásica constituía un símbolo del poder absoluto. Luis XIV de Francia, el «Rey Sol», más que ningún otro monarca europeo, aspiró a reunir el mayor número de piezas de esta época o mandó copiarlas. Versalles debía servir de enlace con ese pasado idealizado, debía ser la sede de su inmenso poder, un palacio para impresionar al mundo con sus jardines, estatuas, colecciones de pintura y esplendorosas fiestas. Versalles fue una nueva Roma por varios motivos: su desmesura, su ambición de trascender el paso de los siglos, las múltiples referencias a los grandes modelos de la Antigüedad...
Culto a Apolo
Por primera vez desde la Revolución Francesa, cincuenta piezas regresan al Palacio de Versalles con motivo de la exposición Versalles y la Antigüedad, que se celebra hasta el 17 de marzo de 2013. La muestra reúne más de 200 obras (esculturas, pinturas, dibujos, grabados, tapices, mobiliario y objetos de arte) procedentes de las principales colecciones francesas, el Museo del Louvre y Versalles. La decoración de Versalles y Marly (el palacio que construyó Luis XIV para alejarse de Versalles) hacía referencia a los dioses y héroes de la mitología e historia clásicas. Los palacios y sus jardines recreaban un mundo dominado por la figura del dios Apolo, que regulaba las horas del día, las estaciones del año y el temperamento de los humanos. Pero también otros dioses y héroes de la Antigüedad clásica personificaban la visión política de Luis XIV y de sus sucesores.