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En 1925, un huaquero o saqueador de tumbas prehispánicas condujo a Julio César Tello, el padre de la arqueología peruana, y a su colega norteamericano a la península de Paracas, un territorio desértico y misterioso de la costa sur de Perú. Sobre la falda norte del Cerro Colorado, en un promontorio rojizo, encontraron fragmentos textiles de rico colorido y huesos humanos. Unos años después, Tello exploró las colinas rojizas del Cerro Colorado junto con Toribio Mejía Xesspe, su discípulo, y descubrieron la llamada necrópolis de Wari Kayan, formada por recintos subterráneos que contenían 429 fardos funerarios con restos humanos. Los hermosos mantos de múltiples colores que cubrían las momias, con bordados que representan extrañas figuras mitológicas, han sido relacionados con la cultura paracas, antecesora de la cultura nazca, que se desarrolló en la costa central y sur de Perú entre 700 a.C. y 200 d.C., aunque la cronología aún es objeto de debate. A pesar de la fama que rodea a la Paracas Necrópolis de Wari Kayan, se han llevado a cabo pocas investigaciones bioarqueológicas y aún hay muchos interrogantes sobre los individuos enterrados en estos contextos arqueológicos tan espectaculares
, explican Kelly Knudson, Ann Peters y Elsa Tomasto, autoras de un estudio sobre la paleodieta, o alimentación humana preagrícola, de los difuntos de Wari Kayan, publicado recientemente en Journal of Archaeological Science.
Cerveza de maíz y animales marinos
¿Qué productos consumió la civilización que creó los complejos tejidos de Paracas y las magníficas tumbas subterráneas? Para obtener una respuesta, las investigadoras han analizado muestras de cabello de 14 individuos inhumados en la necrópolis de Wari Kayan, además de dos piezas asociadas hechas con cabello humano. El análisis isotópico de cabello humano arqueológico puede ser utilizado para proporcionar un conocimiento muy detallado sobre la paleodieta y la historia de las vidas individuales en el pasado
, afirman. Estos individuos probablemente elaboraron harina con plantas como la quihuicha, que crece en zonas elevadas, bebieron cerveza de maíz, comieron carne de animales terrestres y sobre todo consumieron plantas y animales marinos, pues tenían acceso a una de las pesquerías más ricas del mundo. Además de dilucidar la paleodieta de este importante sitio, interpretamos la información secuencial isotópica del cabello como la evidencia de una población cuya dieta fue predominantemente costera en las últimas semanas o meses de su vida
, concluyen. Hasta la fecha sólo se han abierto 149 fardos de un total de 429, en un excelente estado de conservación, por lo que en el futuro se podrán conocer nuevos detalles sobre esta misteriosa cultura.