Abren al público los subterráneos de las termas de Caracalla en Roma

Las galerías subterráneas de este grandioso complejo de baños del siglo III, donde cientos de esclavos mantenían en funcionamiento los hornos para calentar el agua, son ahora accesibles a los visitantes

Las termas de Caracalla es uno de los lugares más curiosos y fascinantes de Roma

Las termas de Caracalla es uno de los lugares más curiosos y fascinantes de Roma

foto: iStock

Las termas de Caracalla son uno de los complejos balnearios más grandiosos de la antigua Roma, y una de las visitas turísticas más interesantes que pueden hacerse en la Ciudad Eterna. Pero no todo podía visitarse. Hasta ahora.

Por vez primera se han abierto al público los subterráneos de estos majestuosos baños, situados a seis metros de profundidad, un laberinto de galerías de tres kilómetros que acogían las instalaciones hidráulicas y los hornos, las calderas y las chimeneas que calentaban el agua que abastecía a las termas. Estos gigantescos hornos de ladrillos mantenían el agua caliente durante todo el tiempo que los baños estaban en funcionamiento, para deleite de los cinco mil romanos que acudían a diario a disfrutar de estas instalaciones.

Bosques enteros para calentar el agua

En estos subterráneos, cientos de esclavos quemaban toneladas de madera a diario para calentar el agua del calidarium, la sala cálida, de planta circular y con un diámetro de 34 metros. La estancia estaba cubierta por una cúpula sostenida por ocho pilares y albergaba siete piscinas de agua caliente de doce metros de largo. Según Marina Piranomonte, directora del monumento, la leña se disponía en cestos que los esclavos cargaban a sus espaldas y transportaban hasta los cincuenta hornos que alimentaban la gran caldera que proporcionaba agua caliente a las piscinas. El ambiente debía de ser totalmente irrespirable para estos hombres, que estaban obligados a quemar decenas de toneladas de leña extraída de los bosques que rodeaban la ciudad de Roma, unos bosques que se talaron hasta ser totalmente deforestados.

En los subterráneos de las termas de Caracalla, cientos de esclavos quemaban a diario toneladas de leña procedente de los bosques circundantes para calentar el agua del calidarium

Un espacio de lujo y sofisticación

Las termas de Caracalla se inauguraron en el año 216 d.C. Las ruinas de sus muros que aún se conservan, de 36 metros de alto, dan una idea muy aproximada de la magnificencia del lugar, que disponía de una piscina de dimensiones olímpicas, restaurantes, salas de masajes, bibliotecas y salones de belleza. La decoración era sofisticada: delicados pavimentos de mosaico, bellas esculturas y artesonados en los techos, que tenían una altura de unos cincuenta metros... Todo ello a mayor gloria del emperador Caracalla, su impulsor.

Pero nada dura para siempre. Tras tres siglos de constante funcionamiento, las termas de Caracalla fueron víctimas del saqueo del rey ostrogodo Vitigesen el año 537. Para rendir la ciudad de Roma, Vitiges ordenó cegar todos los acueductos, y el agua ya nunca volvió a abastecerlas. Así, este grandioso monumento acabó en ruinas y sus piedras fueron usadas como cantera de materiales en los siglos siguientes. En la actualidad, y gracias a los esfuerzos realizados en su puesta en valor, uno de los monumentos más visitados de Roma, escenario también de exposiciones y conciertos, está más vivo que nunca.

Para saber más

Tocador de una matrona romana. Obra de Juan Giménez Martín. Siglo XIX. Congreso de los Diputados (depósito), Madrid.

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