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"La Torre Maldita", de Roger Crowley
Tras sus libros sobre asedio de Malta y la conquista otomana de Constantinopla, el historiador británico Roger Crowley escribe un nuevo capítulo de las guerras entre cristianos y musulmanes en el Mediterráneo: la caída del último baluarte de los cruzados en Tierra Santa, San Juan de Acre, en 1291. El método es el mismo que en sus obras anteriores: a partir de la lectura directa de las fuentes originales, escasas en número para este episodio, pero de gran riqueza documental y literaria, Crowley construye una narración con generosas dosis de dramatismo, pero manteniendo siempre un total rigor documental y una visión imparcial.
El lector encontrará escenas con el colorido, las palabras y hasta los sonidos de la época: «En las murallas, los defensores esperaron a que el enemigo estuviera a tiro con los trabuquetes y ballestas cargados y una gran cantidad de rocas, virotes de ballesta y flechas listos para usarse; los vecinos de la ciudad se encontraban en los tejados de sus casas, listos para hacer llover piedras, y guarnecían las barricadas de madera que cerraban las calles. El patriarca exhortaba incansablemente a los defensores a resistir en nombre de Cristo: “¡Rodéanos con tu inexpugnable muralla, oh Señor, y protégenos con tus armas!”. Las campanas de las iglesias de la ciudad tocaban a rebato».
El horror de la guerra
Avezado historiador militar, Crowley describe con precisión el impacto de las armas: los enjambres de flechas emplumadas lanzadas por los mamelucos, las catapultas de gran tamaño, o el «fuego griego», una terrible granada capaz de abrasar en pocos segundos a un hombre: «Primero, se le quemó el rostro y luego todo su cuerpo. Ardió como un caldero de brea y murió allí mismo», decía un testigo. Crowley relata la lucha en los baluartes, como la Torre Maldita, pero también las minas y contraminas excavadas en el subsuelo o las salidas por sorpresa de los sitiados. Sin necesidad de recreación literaria, nos hace sentir el drama y el horror del conflicto y muestra cómo la guerra medieval se movía entre la generosidad y el fanatismo, entre las grandes gestas individuales y las rencillas y traiciones más mezquinas.