La historia en imágenes

1973, la primera crisis energética

El estallido de un conflicto entre Israel, Siria y Egipto interrumpió las exportaciones de petróleo y disparó de forma alarmante el precio del combustible en todo el mundo

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1973, la primera crisis energética

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1973, la primera crisis energética

En el otoño de 1973, la guerra de Yom Kipur puso de manifiesto los límites de un crecimiento económico occidental basado en la abundancia y los bajos precios del petróleo, cuyos derivados suponían casi la mitad de la energía primaria utilizada en todo el mundo.

El fin de una era

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El fin de una era

En 1973 se produjo la ruptura del orden económico surgido después de la Segunda Guerra Mundial y marcado por el crecimiento sostenido de los países capitalistas desarrollados; una época que en Francia recibió el expresivo nombre de Les Trente Glorieuses (Los Treinta Gloriosos) por sus casi tres décadas de duración. A partir de aquel año, su crecimiento experimentó un brusco frenazo, cuyo elemento más impactante fue el agudo incremento de los precios del petróleo, considerado como el detonante de la crisis por sus efectos sobre la economía. El símbolo de aquel cambio de tendencia fue el embargo de la venta de crudo a los Estados que apoyaban a Israel durante la guerra de Yom Kipur, decretado por los países árabes exportadores de petróleo. En la imagen, un niño llena bidones con combustible en una gasolinera de Alemania, en noviembre de 1973. En la página anterior, cartel de una estación de servicio estadounidense anunciando que no hay gasolina.

El petróleo como arma

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El petróleo como arma

El 6 de octubre de 1973, cuando se celebraba la festividad judía de Yom Kipur, Egipto y Siria atacaron Israel para recuperar la península del Sinaí y los Altos del Golán, territorios que habían perdido tras la derrota árabe ante los israelíes en la guerra de los Seis Días, en 1967. El rey Feisal de Arabia, que se había comprometido con el presidente egipcio Anwar el-Sadat a usar «el petróleo como arma», convocó junto con el emir de Kuwait una reunión de los países árabes de la OPEP (la Organización de Países Exportadores de Petróleo), que se celebró el 16 de octubre, y en ella se decidió reducir gradualmente la producción de petróleo y elevar su precio para minar el respaldo a Israel en Occidente. El día 19 se embargó la venta de crudo a EE. UU. por apoyar a los israelíes, y luego se embargó a los países occidentales que actuaban de igual modo. En la fotografía, fuerzas israelíes se dirigen a los Altos del Golán el 8 de octubre de 1973 para luchar contra las tropas sirias.

Sed de carburante

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Sed de carburante

Un conductor empuja su automóvil en la cola de una estación de servicio en Roslindale, Boston, en 1973. Ese año, Estados Unidos (cuya producción de crudo había llegado a su límite y no podía satisfacer la demanda interna) importaba 6,2 millones de barriles de petróleo diarios, con lo que el embargo tuvo un impacto directo en la economía. Los sectores más afectados fueron los que tenían que ver con el automóvil: los 117 millones de vehículos del país consumían mucho más carburante que los coches europeos y japoneses, más pequeños, ligeros y eficientes. Para ahorrar combustible se adoptaron medidas como la limitación nacional de la velocidad a 55 millas (88,5 kilómetros) por hora, en enero de 1974, y a comienzos de febrero estados como Massachusetts, Maryland o Nueva Jersey imitaron a Oregón: los vehículos con matrículas pares podían comprar combustible en días pares, y los de placas impares, en fechas impares.

Tiempo de restricciones

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Tiempo de restricciones

Tiempo de restricciones. Cola para obtener cupones de racionamiento de combustible en la oficina de Correos de Hanover Street, en Liverpool, el 29 de noviembre de 1973. En Gran Bretaña, sólo el 20 por ciento del suministro de energía provenía del petróleo: un 70 por ciento procedía del carbón y el resto lo generaban las centrales nucleares e hidroeléctricas, con lo que la crisis energética no fue comparable a la de otros países. De hecho, el racionamiento no llegó a entrar en vigor, a diferencia de lo que sucedió en otros países europeos, que temían una escasez generalizada de petróleo. Para prevenirla, además del racionamiento se tomaron medidas como restringir la calefacción en edificios públicos o reducir el alumbrado. Sin embargo, la escasez de petróleo fue limitada y temporal, a diferencia del alza de precios del crudo, que no se revirtió: entre octubre de 1973 y enero de 1974 el precio del barril (159 litros) pasó de 3 a 12 dólares.

Todo por ahorrar combustible

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Todo por ahorrar combustible

Los Países Bajos, que apoyaron activamente a Israel, fueron el país europeo más afectado por el embargo; Francia y el Reino Unido, que se distanciaron de la política estadounidense en el Próximo Oriente, fueron los que menos. En la imagen, cuatro niños pasean en bicicleta por una autopista de los Países Bajos durante el 4 de noviembre de 1973, el primero de los diez «domingos sin coches» instaurados para ahorrar gasolina. El racionamiento de combustible terminó aquí el 4 de febrero, después de sólo 23 días en vigor, y resultó ineficaz porque muchos conductores cruzaban a Alemania Occidental para llenar el depósito. Otros países también racionaron temporalmente el combustible, como Suecia, y prohibieron circular los domingos, como Dinamarca, Noruega, Bélgica, Alemania Occidental o Italia. La súbita escasez de petróleo puso fin a la sensación de que los recursos disponibles para los países desarrollados eran ilimitados.

Ganadores y perdedores

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Ganadores y perdedores

El rey Feisal y Henry A. Kissinger, secretario de Estado de EE. UU., se reunieron el 15 de diciembre de 1973 en Riad, la capital de Arabia Saudí, para abordar la situación del Próximo Oriente tras el fin de los combates el 26 de octubre. El 5 de marzo de 1974, Israel se retiró del Sinaí y doce días después acabó el embargo de crudo. La crisis benefició a los países exportadores –Arabia Saudí, el mayor productor del mundo, tuvo en 1973 y 1974 tasas de crecimiento del PIB en torno al 20 por ciento– y a las grandes compañías petroleras, que multiplicaron sus beneficios. En los años siguientes, el control del petróleo pasaría a los países productores a través de nacionalizaciones (como en Irak, Argelia, Libia y Venezuela) o de la participación en las concesionarias privadas (como la estadounidense Aramco, en Arabia Saudí); por su parte, Occidente lidiaría con la inflación, el estancamiento económico y el paro fruto de la crisis de 1973 y de un nuevo shock petrolero en 1979.

En realidad el relato es mucho más complejo. A continuación encontrarás la historia detallada de cómo sucedió todo:

Un reparto injusto

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Un reparto injusto

Operarios de ARAMCO realizan labores topográficas para el tendido de un nuevo tramo de sus oleoductos en Arabia Saudí, en enero de 1951.

A comienzos de la década de 1950, los países productores de petróleo empezaron a considerar que el sistema de concesiones a las petroleras occidentales les proporcionaba un escaso margen de los inmensos beneficios que generaba el petróleo. ARAMCO (un consorcio estadounidense integrado por Exxon, Mobil, Chevron y Texaco), que gozaba de los derechos de explotación en exclusiva del petróleo saudí, obtenía unas ganancias que triplicaban los ingresos del propio estado saudí en 1949. De hecho, los impuestos que ARAMCO abonaba al gobierno federal de Estados Unidos (EE.UU.) superaban en unos cuatro millones de dólares la parte de los beneficios del petróleo que se llevaba el gobierno saudí. Es decir, la Administración estadounidense obtenía más beneficios por el petróleo saudí que los propios saudíes. En el caso de otros países industrializados, la fiscalidad sobre los derivados del petróleo también proporcionaba jugosos ingresos a los estados.

En busca de un trato más justo

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En busca de un trato más justo

Bomba de extracción de petróleo en Texas. En la década de 1950, el mercado mundial del crudo estaba controlado por siete gigantescas compañías, dos de las cuales eran texanas: Gulf y Texaco.

Con el precedente de Venezuela, que en 1943 había logrado un acuerdo con las concesionarias de las explotaciones petroleras para conseguir un reparto al 50 por 100 de los beneficios del petróleo, los saudíes negociaron en diciembre de 1950 un reparto igual con ARAMCO, y los demás estados árabes siguieron su ejemplo. Hasta ahí estaban dispuestas a llegar las siete grandes compañías petroleras -las llamadas Siete Hermanas- que habían dominado el comercio mundial del petróleo desde la primera guerra mundial: las estadounidenses Exxon, Mobil, Chevron, Gulf y Texaco; la británica British Petroleum (en su origen, Anglo-Iranian) y la anglo-holandesa Royal-Dutch Shell. Temían que los países productores terminaran imponiéndose a ellas, y no iban desencaminadas: dadas las vastas reservas de crudo en el subsuelo de los países árabes, su poder estaba llamado a crecer cada vez más. Entre 1948 y 1972, la producción de petróleo del Próximo Oriente pasó de 1.100.000 a 18.200.000 barriles diarios (un barril equivale a 159 litros). Entre las mismas fechas, EE.UU. -que desde 1902 ocupaba ininterrumpidamente el puesto de primer productor mundial de crudo- pasó de 5.700.000 a 9.300.000 barriles diarios. La región del golfo Pérsico había adquirido un papel crucial en el desarrollo del Occidente industrial.

El fatal error de British Petroleum

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El fatal error de British Petroleum

Logotipos de cuatro grandes petroleras: British Petroleum (BP), Exxon, Chevron y Shell.

El reparto al 50 por ciento se mantuvo porque los estados árabes se enfrentaban a un exceso de oferta petrolífera, ya que a principios de la década de 1950 el petróleo soviético había comenzado a inundar los mercados, y, por otra parte, temían que si planteaban nuevas exigencias a las petroleras éstas abandonarían la extracción de crudo en sus territorios (en un momento en que los países árabes no podían asumir las riendas del negocio por carecer de equipos que lo gestionaran y de la tecnología necesaria) y centrasen su negocio en sus enormes reservas de América, África o Asia. Pero en 1959 British Petroleum (BP) decidió recortar el precio del petróleo que vendía en un 10 por ciento, debido a que el exceso de oferta soviética había presionado a la baja el precio del crudo, y lo hizo sin comunicarlo antes a los países productores de petróleo. Ello suponía que la petrolera les imponía unilateralmente una reducción de beneficios y, en consecuencia, un recorte de sus presupuestos nacionales. La actuación de BP reveló cuán desigual era la relación entre las compañías y los estados productores.

Hasta las narices: el nacimiento de la OPEP

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Hasta las narices: el nacimiento de la OPEP

El jeque Abdalá al-Turaiki, ministro de Energía de Arabia Saudí y promotor de la creación de la OPEP, en una fotografía de 1958.

En agosto de 1960, y también de forma unilateral, la estadounidense Standard Oil recortó en un 7 por ciento el precio del petróleo que vendía. Ello enfureció a los países productores de petróleo y dejó meridianamente claro que las petroleras seguirían controlando a las naciones árabes mientras éstas no se hicieran con el control de su propio petróleo. En aquel entonces, el ministro de Energía saudí era Abdalá al-Turaiki (Abdullah Tariki), uno de los primeros saudíes que habían estudiado en el extranjero con vistas a ocuparse del negocio petrolífero. Al-Turaiki, que se había formado como geólogo y químico en EE.UU., fue el promotor de la creación de un cartel internacional que defendiera los derechos de los estados productores de petróleo, que se concretó el 14 de septiembre de 1960 con el anuncio de la formación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) por Arabia Saudí, Kuwait, Irán, Irak y Venezuela.

Libia: el final de la barrera del 50 por ciento

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Libia: el final de la barrera del 50 por ciento

Imagen de una concesión petrolera en Libia otorgada a una compañía occidental sobre 113.205 km2: la fotografía data de febrero de 1971.

En 1956 se habían descubierto grandes reservas de crudo en Argelia, y en 1959 se descubrieron en Libia, gobernada por el rey Idris I. Escarmentados por lo que sucedía en el golfo Pérsico -donde se habían entregado a las grandes petroleras concesiones de explotación sobre enormes territorios-, los libios crearon multitud de concesiones y las ofrecieron a compañías independientes. En 1969, sus exportaciones de crudo igualaban las de Arabia Saudí. Pero la relación entre las concesionarias y el estado empezó a cambiar después de que, en septiembre de 1969, oficiales de las Fuerzas Armadas derribaran la monarquía. Su líder, el coronel Muammar el Gadafi, anunció una nueva era «en la que, con la ayuda de Alá, habremos de ver cómo imperan entre nosotros la prosperidad y la igualdad». Se expropiaron las propiedades en manos de extranjeros, se cerraron las bases militares estadounidenses, las tropas extranjeras fueron expulsadas y se buscó cambiar la política petrolera, dado que el control extranjero del crudo se consideraba como la mayor amenaza para la soberanía libia. De entrada, en abril de 1970, Libia exigió una subida del 20 por ciento en el precio del petróleo (ello suponía 43 centavos de dólar por barril, que por entonces se vendía a 2,20 dólares). Semejante aumento no tenía precedentes, y Esso (filial europea de la estadounidense Exxon) hizo una contraoferta de 5 centavos por barril. Como Esso y Exxon podían extraer crudo de sus otras muchas reservas eran inmunes a las amenazas de Gadafi. Entonces el gobierno libio se centró en una compañía estadounidense independiente: Occidental Petroleum, que entonces no disponía de crudo fuera de Libia, por lo que su negocio dependía del petróleo de este país. En septiembre, la compañía se plegó a las condiciones del gobierno y accedió a subir el precio del petróleo libio 30 centavos, con lo que el barril de crudo libio se vendería a 2,53 dólares, el precio más alto de la historia hasta entonces. Más aún, Occidental Petroleum concedió a Libia una parte de beneficios superior a la suya propia: el 55 por 100 de las ganancias sería para Libia, y el 45 por ciento para la petrolera. Era la primera vez que un país productor de crudo obtenía la mayor parte de los ingresos resultantes de su extracción.

El acuerdo de Teherán

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El acuerdo de Teherán

El petrolero Almizar en el puerto libanés de Sidón, en febrero de 1971, a la espera de cargar 420.000 barriles de crudo con destino al puerto francés de Le Havre. El petróleo llegaba a Sidón desde Arabia Saudí por el oleoducto Transarábigo (Tapline), en servicio desde 1950.

El precedente de Occidental Petroleum acabaría por aplicarse a todas las petroleras que operaban en Libia, y, a su vez, el precedente libio sería la pauta de una nueva política petrolera: en febrero de 1971, Irán, Irak y Arabia Saudí firmaron el acuerdo de Teherán, por el que se garantizaba que los estados productores de petróleo percibieran un mínimo del 55 por 100 de los beneficios, elevándose además en otros 35 centavos el precio del petróleo. En abril de 1971, Libia y Argelia negociaron otra subida de 90 centavos por barril que aplicarían a los mercados del Mediterráneo. Comenzaban así dos tendencias: la del incremento de los precios del petróleo por parte de los estados productores de crudo, y la del descenso de la parte de beneficios reservada a las compañías petroleras.

Libia, la primera nacionalización exitosa

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Libia, la primera nacionalización exitosa

El presidente de Egipto, Anwar el-Sadat, flanqueado por el coronel Muammar el Gadafi de Libia, a la izquierda, y el presidente sirio Hafez al-Assad, a su derecha, en El Cairo, en octubre de 1971. Los tres se habían reunido para impulsar una efímera Federación de Repúblicas Árabes formada por sus países a instancias de Gadafi, que por entonces se erigía como promotor del panarabismo (la unión de los pueblos árabes en una única nación).

En 1968 había nueve estados del golfo Pérsico bajo la tutela colonial de Gran Bretaña: Bahréin, Qatar, Abu Dabi, Dubái, Sharjah, Ras al-Jaima, Umm al-Qaiwain, Fuyaira y Ajmán. La posición del Reino Unido le había permitido obtener allí valiosas concesiones para sus petroleras, especialmente en Abu Dabi y Dubai. Pero Gran Bretaña, sumida en una crisis económica, no podía seguir manteniendo su presencia militar allí, de manera que anunció su retirada para 1971. Sin embargo, Irán declaró su soberanía sobre numerosas islas del Golfo situadas cerca de importantes yacimientos submarinos de crudo. Frente a ello, y para hacer viable la existencia de sus protegidos, el Reino Unido los animó a unirse en un único estado y quiso aplacar a Irán ofreciéndole tres islas pertenecientes a Ras al-Jaima y Sharjah. Al final, Bahréin y Qatar se declararon independientes, y los otros siete emiratos formaron los Emiratos Árabes Unidos. Pero la ocupación de las islas por Irán desató las iras del mundo árabe (Irán, un estado de población y lengua persas, no es un país árabe; su religión, además, es mayoritariamente el Islam chií, a diferencia del resto de naciones árabes, en las que es hegemónico el Islam suní). En respuesta, el 7 de diciembre de 1971, Libia nacionalizó todas las propiedades relacionadas con intereses petroleros británicos.

Mossadeq, el precedente fracasado

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Mossadeq, el precedente fracasado

Mohammad Mossadeq, primer ministro de Irán, declarado “Hombre del año 1951” en la portada de la revista estadounidense Time. Su retrato aparece sobre un mapa del Próximo Oriente en el que se levantan un puño en Egipto, que reivindicaba la posesión del canal de Suez, y otro puño en Irán, donde Mossadeq nacionalizó la industria del petróleo.

Sólo había un precedente de nacionalización del petróleo: la que en 1951 llevó a cabo Mohammad Mossadeq, primer ministro de Irán, donde la explotación del crudo estaba dominada por los británicos. La acción concertada de EE.UU. y Gran Bretaña impidió la venta de crudo iraní en los mercados internacionales, al tiempo que la la armada británica anunció que hundiría cualquier petrolero que cargase crudo en Irán. El gobierno de Mossadeq cayó por un golpe de estado orquestado por la CIA y el MI6 británico -y respaldado por el soberano de Irán, el sha Mohamed Reza Pahlevi-, que llevó al político iraní a la cárcel. Veinte años después, la actuación de Gadafi mostraba que la dependencia cada vez mayor del petróleo árabe hacía que Occidente fuese vulnerable a represalias relacionadas con el crudo. Los árabes empezaron a percatarse de que el petróleo podía ser un arma eficaz para obtener sus objetivos políticos, y no tardarían en plantearse cómo utilizarla en el conflicto que los enfrentaba a Israel.

El fiasco del arma del petróleo: la guerra de los Seis Días

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El fiasco del arma del petróleo: la guerra de los Seis Días

Prisioneros egipcios custodiados por soldados israelíes tras ser capturados en las cercanías de la localidad de El Arish, en la península del Sinaí, durante la guerra de los Seis Días, en junio de 1967.

La primera vez que se empleó el petróleo como arma fue durante la guerra de los Seis Días entre árabes e Israelíes, que se desarrolló entre el 5 y el 10 de junio de 1967 y terminó con la aplastante derrota de Egipto, Jordania y Siria a manos de Israel, cuyas tropas ocuparon la península del Sinaí, la franja de Gaza, Cisjordania y los altos del Golán. Los países árabes, reunidos el 6 de junio, acordaron prohibir el envío de petróleo a EE.UU., Gran Bretaña y Alemania Occidental por su respaldo a Israel. El suministro árabe se redujo en un 60 por ciento, pero Occidente resistió sin dificultades. Por una parte, los estados sometidos al embargo eludieron la prohibición comprando el crudo a otros estados no afectados por el veto árabe. Por otra parte, EE.UU. y los países no árabes productores de petróleo aumentaron su producción, mientras Japón operaba con un nuevo tipo de barco, los gigantescos «superpetroleros», para colocar el crudo en los mercados internacionales. Al cabo de un mes, los estados industrializados ya disponían del suministro necesario, al tiempo que los países árabes productores de petróleo se habían privado de los vitales ingresos del petróleo. En agosto, Egipto, Siria y Jordania, derrotados por Israel, solicitaron a los productores de crudo que restablecieran el suministro para poder rehacerse de las pérdidas económicas causadas por la guerra. Así pues, además de ineficaz, el arma del petróleo causó a las economías árabes un daño que se agravó cuando su petróleo volvió a los mercados internacionales y generó un exceso de oferta que provocó una bajada de precios.

¿Por qué no?

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¿Por qué no?

El 9 de enero de 1968, en Beirut, representantes de Arabia Saudí, Libia y Kuwait -los tres mayores productores de petróleo del mundo árabe- firman el protocolo que dio origen a la Organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo. De izquierda a derecha, los ministros Ahmed Zaki al-Yamani, de Arabia Saudí; Khalifa Musa, de Libia; y Abdul Rahman Salim Ateeqi, de Kuwait. Su fin era separar el comercio del petróleo y la política tras el fiasco de la guerra de los Seis Días.

A pesar de lo sucedido en la guerra de los Seis Días, el petróleo podía seguir siendo un arma poderosa, como sostenía Abdalá al-Turaiki, el promotor de la OPEP, en un ensayo publicado tras la guerra de los Seis Días. Al-Turaiki -que en 1962 había sido reemplazado como ministro de Energía saudí por Ahmed Zaki al-Yamani- consideraba que el petróleo árabe era «un arma de guerra» y su uso resultaba perfectamente legítimo: «Todo estado tiene derecho a valerse de cuantos medios encuentre a su alcance para presionar a sus enemigos. Y lo cierto es que los árabes poseen una de las armas económicas más potentes que quepa utilizar contra un enemigo». Como mínimo, los árabes poseían el 58,5 por ciento de los recursos petrolíferos descubiertos en el planeta, y los países industrializados dependían cada vez más de ellos. ¿Por qué habían de suministrar petróleo a Occidente, si EE.UU., Gran Bretaña, Alemania, Italia y los Países Bajos apoyaban a su enemigo, Israel? «Los pueblos árabes exigen que se utilice el arma del petróleo, y los gobiernos de todos y cada uno de los estados árabes tienen la responsabilidad de escuchar la voluntad de sus respectivas poblaciones», concluía al-Turaiki. Seis años después llegaría una nueva oportunidad de comprobar la eficacia de esta arma.

El petróleo y la guerra de Yom Kipur

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El petróleo y la guerra de Yom Kipur

Desde la orilla oriental del canal de Suez, en la península del Sinaí, un oficial del ejército israelí observa con sus binoculares las posiciones del ejército egipcio en la orilla opuesta, el 7 de agosto de 1972.

A finales de agosto de 1973, el presidente egipcio Anwar el-Sadat (que en 1970 había sustituido al fallecido Nasser) viajó sin previo aviso a Riad, la capital de Arabia Saudí, para explicar sus planes de guerra al soberano de este país, el rey Feisal, y recabar su apoyo. La contienda que Sadat había proyectado no tenía como finalidad derrotar a Israel y hacer retroceder sus fronteras a las de 1948, cuando este estado había nacido bajo los auspicios de la ONU. Sadat preveía algo más realista: una ofensiva que obligase a los israelíes a sentarse a negociar la devolución de la península del Sinaí a Egipto, y de los Alto del Golán a Siria. Pero los saudíes estaban escarmentados por el fracaso del empleo del arma del petróleo en la guerra de los Seis Días. Feisal prometió a Sadat que apoyaría a su país, pero con una condición: «Esta vez dennos tiempo -se cree que le dijo-. No estamos dispuestos a emplear nuestro petróleo como arma en un choque que no dure más que dos o tres días y después se detenga. Queremos asistir a un enfrentamiento que se prolongue lo suficiente como para poder movilizar a la opinión mundial». El monarca saudí quería asegurarse de que la nueva e inminente guerra durase lo suficiente como para que el uso del petróleo como arma resultara eficaz.

Occidente depende del golfo Pérsico

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Occidente depende del golfo Pérsico

Tráfico nocturno en los Campos Elíseos de París, en noviembre de 1980, con el Arco de Triunfo al fondo.

Por fortuna para Sadat, en 1973 el mundo dependía mucho más del petróleo árabe que en 1967. La producción petrolífera estadounidense había alcanzado su punto culminante en 1970, y desde esa fecha había decrecido año tras año. En consecuencia, EE.UU. y las potencias industrializadas se hallaban más expuestas que nunca a los efectos negativos del arma petrolífera. En 1973 se estimaba que EE.UU. importaba del mundo árabe aproximadamente el 28 por 100 del petróleo que utilizaba, mientras que Japón importaba en torno al 44 por 100 y los estados europeos importaban entre el 60 y el 65 por ciento.

Triunfo y fracaso de Egipto

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Triunfo y fracaso de Egipto

Un soldado egipcio levanta los brazos en señal de victoria el 7 de octubre de 1973, después de que las fuerzas de su país traspasaran la línea defensiva israelí de Bar Lev, en la orilla occidental del canal de Suez, y desembarcaran en la península del Sinaí, ocupada por Israel.

La guerra empezó el 6 de octubre, con el ataque sirio a las fuerzas israelíes en los Altos del Golán y la ofensiva de Egipto en la península del Sinaí, tras cruzar el canal de Suez. Al acabar la primera semana de la contienda, ambos bandos necesitaban reaprovisionarse. El 10 de octubre, la Unión Soviética puso en marcha un puente aéreo con Siria y Egipto para proporcionarles armamento, y cuatro días después EE.UU. hizo lo mismo con Israel. Provistos de tanques y artillería estadounidenses, los israelíes organizaron un arrollador contraataque que el 16 de octubre quebró el frente sirio y permitió rodear a las fuerzas egipcias en la orilla occidental del canal de Suez. A pesar de la ventaja israelí, el conflicto había llegado a un punto muerto: los dirigentes de Israel sabían que no podían humillar a sus adversarios como en 1967, porque ello no supondría una paz duradera sino la semilla de una nueva guerra. Ese día, en el que los combates se intensificaban, los estados árabes emplearon el arma del petróleo.

Encuentro en Kuwait

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Encuentro en Kuwait

Reunión de los ministros de los países árabes productores de petróleo en Kuwait, el 17 de octubre de 1973, cuando anunciaron recortes en la producción de petróleo para presionar a Occidente.

El 16 de octubre, los ministros árabes de Minería y Asuntos Petrolíferos reunidos en Kuwait fijaron un incremento del 17 por ciento del precio del petróleo, sin avisar a las compañías petroleras occidentales: «Éste es el momento que llevamos tanto tiempo esperando -dijo al-Yamani, el ministro saudí de Asuntos Petrolíferos, a uno de los delegados-. Ha llegado la hora. Somos dueños de nuestros propios recursos». La medida tuvo un impacto inmediato y provocó una oleada de pánico. Al acabar el día, el barril había alcanzado un precio de 5,11 dólares, superior en un 70 por 100 por ciento a los 2,90 dólares negociados con las petroleras en junio de aquel mismo año. Al día siguiente, los representantes árabes anunciaron una serie de recortes de la producción y de embargos con el fin de obligar a Occidente a cambiar su actitud ante Israel. Su comunicado decía: «Los países árabes exportadores de petróleo se disponen a reducir de inmediato sus respectivas capacidades de producción cuanto menos un 5 por ciento respecto a las cifras del mes de septiembre, y en lo sucesivo reducirán mensualmente la producción al mismo ritmo hasta que las fuerzas israelíes se retiren totalmente de los territorios árabes ocupados durante el conflicto de 1967 y no restauren los legítimos derechos del pueblo palestino».

Pánico en la gasolinera

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Pánico en la gasolinera

Cola de vehículos para repostar en una gasolinera de Hendon (un barrio de Barnet, en Gran Bretaña), el 27 de noviembre de 1973.

Los países árabes anunciaron que los estados «que demuestren profesar un respaldo moral y material al enemigo israelí se verán expuestos a una drástica y paulatina reducción de los suministros de petróleo árabe, hasta la completa cesación del abastecimiento». De este modo, la amenaza de un embargo total planeaba sobre EE.UU. y los Países Bajos, tradicionalmente aliados de Israel, y sobre «cualquier otro país que adopte medidas que vengan a apoyar activamente a los agresores israelíes». Uno a uno, los países árabes productores de petróleo decidieron imponer un embargo petrolífero total a EE.UU. Mientras tanto, la producción árabe de crudo cayó un 25 por ciento y los precios del petróleo se dispararon hasta los 11,65 dólares por barril en diciembre de 1973. En seis meses, el precio del petróleo se había multiplicado por cuatro, lo que desestabilizó a las economías occidentales y perjudicó de forma nunca vista a los consumidores. A medida que disminuían las reservas, los conductores hacían largas colas para repostar en las estaciones de servicio y se intentaba minimizar el gasto energético por todos los medios.

Deseosos de acabar con la guerra

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Deseosos de acabar con la guerra

Negociaciones entre el general israelí Aharon Yariv y el egipcio Abdel Ghani el-Gamasy, el 28 de octubre de 1973, en el kilómetro 101 de la carretera que unía Suez y El Cairo, acerca del intercambio de prisioneros y el aprovisionamiento del Tercer Ejército egipcio, cercado por las fuerzas israelíes. Fueron las primeras negociaciones directas llevadas a cabo por representantes de ambos estados desde 1948.

Paradójicamente, a medida que aumentaba la presión sobre las economías occidentales se deterioraba la situación militar de Egipto y Siria: en la tercera semana de octubre, las fuerzas israelíes llegaron a menos de 100 kilómetros de El Cairo y a sólo 32 de Damasco. Pero esos avances se obtuvieron a cambio de un coste humano extraordinario: habían muerto 2.800 israelíes y otros 8.800 habían sido heridos. Por otra parte, ante la alarmante situación de Egipto, el dirigente soviético Leónidas Brezhnev exigió al presidente estadounidense Richard Nixon la adopción de medidas diplomáticas conjuntas; de no ser así, señaló, la URSS podría tener que intervenir para proteger a sus aliados egipcios, en una velada alusión al posible empleo de armamento nuclear. Ambas superpotencias evitarían la colisión y forzarían la negociación de israelíes y árabes, que también deseaban poner fin a un conflicto económica y humanamente catastrófico. De este modo, el 22 de octubre se acordó un alto el fuego que ponía fin a 16 días de combates incesantes.

Los jeques ganan la paz…

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Los jeques ganan la paz…

Un portavoz, flanqueado por Belaid Abdessalam (a la izquierda) y Ahmed Zaki al-Yamani (a la derecha), ministros del Petróleo de Argelia y Arabia Saudí respectivamente, anuncia el fin del embargo en marzo de 1974.

El embargo no logró los objetivos políticos marcados por los países árabes productores de petróleo, pero sí supuso su triunfo en el ámbito económico: el precio del crudo, que antes de la guerra estaba por debajo de los 3 dólares por barril, se situaría entre 11 y 13 dólares durante buena parte de la década de 1970. Y aunque las petroleras occidentales obtuvieron enormes beneficios de la crisis y vieron cómo se multiplicaba el valor de sus inmensas reservas de crudo, la guerra de Yom Kipur terminó con el sistema de concesiones petrolíferas que había regido sus relaciones con los productores árabes. Éstos incorporaron a sus industrias petrolíferas nacionales los activos de las petroleras mediante nacionalizaciones o compras, y antes de que terminara la década clausuraron la influencia de Occidente en el petróleo árabe.

... y Estados Unidos también gana

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... y Estados Unidos también gana

El sha Reza Pahlevi durante su autocoronación como emperador de Irán el 26 de octubre de 1967 en el palacio de Golestán, en Teherán. Está sentado en el llamado “trono del pavo real”, hecho con 27.000 piedras preciosas engarzadas en oro, y luce la corona imperial, con 3.380 piedras preciosas.

La guerra de Yom Kipur y el alza de los precios del crudo también reportaron beneficios geopolíticos a EE.UU. y, por extensión, a las potencias occidentales. Por una parte, el papel de EE.UU. en la solución del conflicto le permitió asentar su influencia sobre Egipto, hasta entonces en la órbita soviética. Por otra parte (en un momento en que los estadounidenses estaban inmersos en la guerra de Vietnam y no podían asignar una fuerza de disuasión al golfo Pérsico), el incremento de los precios del crudo facilitó a los regímenes aliados de Occidente cuantiosos fondos con los que rearmarse frente a las ansias expansionistas de un Irak que, de la mano de Sadam Hussein, había estrechado lazos con la URSS. En este sentido, el Irán gobernado por el sha Reza Pahlevi, fiel aliado de EE.UU. y entonces cuarto productor mundial de crudo (después de la Unión Soviética, Arabia Saudí y EE.UU.), incrementó exponencialmente su potencial bélico gracias a las rentas petrolíferas, asegurando su papel de gendarme de Occidente en el Próximo Oriente, donde debía convertirse en un muro frente a Irak (y, colateralmente, en un apoyo a Paquistán, también aliado de EE.UU., frente a la India, rival de los paquistaníes). Kissinger jamás abordó la cuestión de los precios del petróleo durante las largas entrevistas que mantuvo con el sha en 1974, tras la crisis petrolera, y no es extraño: los precios del crudo ya estaban bien como estaban, porque servían a los intereses geopolíticos de Occidente.

Irán, el segundo shock petrolífero

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Irán, el segundo shock petrolífero

Protestas en la Universidad de Teherán contra el sha Reza Pahlevi en enero de 1979, durante las revueltas que llevarían a su derrocamiento. La pancarta, donde se lee “¡Abajo con el sha, el chupasangre!”, alude a la la SAVAK, la sanguinaria policía secreta del autócrata iraní.

En enero de 1979, la dictadura prooccidental de Reza Pahlevi fue derrocada por una revolución popular encabezada por el clero islámico. La revolución islámica fue uno de los acontecimientos más significativos de la Guerra Fría, ya que alteró profundamente el equilibrio de poder en el Próximo Oriente al hacer que EE.UU. perdiera uno de los pilares de su influencia en la región. La revolución irani, además, tuvo un profundo impacto en los precios del petróleo. Por una parte, con la agitación de la revolución, la producción petrolífera iraní quedó prácticamente detenida; por otra parte, a la caída del sah le siguió una enorme incertidumbre sobre el futuro de Irán y su petróleo. Todo ello hizo que los mercados globales sufrieran la segunda gran conmoción petrolífera de la década: los precios del crudo casi se triplicaron, pasando en mayo de 13 a 32 dólares por barril.

Mientras los países industrializados sufrían las consecuencias del alza del precio del crudo (la inflación, el paro y una desaceleración económica que incluía un fenómeno nuevo: la estanflación, el estancamiento económico acompañado de inflación), los productores de petróleo conocieron una nueva era de prosperidad. Arabia Saudí, el mayor exportador mundial de hidrocarburos del planeta, se convirtió en el prototipo de los estados enriquecidos gracias al petróleo. Sus ingresos por la venta del crudo y sus derivados pasaron de 1.200 millones de dólares de 1970 a los 22.000 mil millones que ingresó durante el embargo petrolero de 1973-1974, y alcanzaron los 70.000 millones en 1979, tras la segunda crisis del petróleo. Así pues, sus beneficios se multiplicaron casi un 60 por ciento en menos de una década, y los ingresos del resto de productores árabes -Libia, Kuwait, Qatar, los Emiratos Árabes Unidos…- crecieron de forma similar.

Arabia Saudí empleó aquella súbita riqueza para acometer un programa de gasto público inédito en el mundo árabe: de 2.500 millones de dólares en 1970 pasó a 57.000 millones en 1980. Una parte significativa de esa cantidad se destinó a Defensa: en 1981 era el quinto país del mundo en gasto militar; su gasto militar per cápita era el más elevado del planeta después de EE.UU., la URSS, China y Gran Bretaña. Desde entonces, la industria militar de EE.UU. fue la beneficiaria casi exclusiva de esa política de rearme: en 2021, Arabia Saudí fue el sexto país con mayor gasto en Defensa del mundo (detrás de EE.UU., China, India, Rusia y Gran Bretaña), y casi el 80 por ciento de su armamento provenía de EE.UU. Los ingresos del petróleo habían convertido el territorio saudí en el baluarte estadounidense del Próximo Oriente, frente al Irak de Sadam Hussein y el Irán de la revolución islámica. Sin embargo, también contribuyeron a extender por el Próximo Oriente y Asia la versión más rigorista del Islam: el wahabismo. Saudíes, kuwaitíes y qataríes financiaron, bajo el signo de esta corriente religiosa, la formación de clérigos, la construcción de miles de mezquitas y la impresión de millones de ejempl

Los petrodólares, protagonistas de la economía global

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Los petrodólares, protagonistas de la economía global

El presidente de México, José López Portillo, flanqueado por sus jefes de estado mayor durante el desfile de las Fuerzas Armadas el 16 de septiembre de 1982, día de la fiesta nacional del país. En noviembre de aquel año, al término de su mandato presidencial, la deuda externa de México, -resultado de los préstamos financiados con petrodólares- ascendía a 87.400 millones de dólares, lo que representaba un incremento del 240 por ciento respecto de 1976.

El término “petrodólares” se acuñó durante la primera crisis del petróleo para designar las divisas obtenidas por los países exportadores de petróleo. Entre 1974 y 1981, su volumen alcanzó tal magnitud que la economía de estos países no los pudo absorber y tomaron la forma de vastos flujos financieros que dieron lugar a lo que se conoció como “reciclaje de los petrodólares”: éstos se invirtieron en la banca comercial de Occidente, que los utilizó para prestar dinero a los países en vías de desarrollo, hundidos en una grave recesión debido al aumento de los precios del petróleo en 1973-1974. En 1979, la segunda crisis energética golpeó otra vez y más duramente a estos países, que recibieron nuevos préstamos para salir del atolladero pero a un interés más alto (ya que los estados occidentales elevaban las tasas de interés para contener la inflación derivada del alza del precio del crudo). El resultado fue que los países prestatarios no pudieron devolver los créditos: la moratoria del pago de la deuda anunciada por México en 1982 marcó el estallido del problema de la deuda de los países en vías de desarrollo, que aún hoy sigue sin solucionarse.

307693616. Los petrodólares, protagonistas de la economía global

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Los petrodólares, protagonistas de la economía global

Los petrodólares también apuntalaron el dólar con la compra de bonos del Tesoro de EE.UU., lo que aseguró la estabilidad de la economía estadounidense después de que el presidente Richard Nixon abandonara el patrón oro en 1971. Por otra parte, lo acaecido con el reciclaje de los petrodólares en los años Ochenta influyó en el futuro destino de las divisas obtenidas por el crudo, en especial de los ingresos a raíz del fuerte aumento de los precios del crudo entre 2003 y 2008. Así, los fondos soberanos de los productores del golfo Pérsico (Arabia Saudí, Kuwait, Qatar, Emiratos Árabes Unidos) invirtieron en multitud de sectores económicos de Occidente, desde el automovilístico y el inmobiliario hasta el deportivo o del ocio. Qatar, por ejemplo, aprovecharía la caída de las bolsas durante la crisis financiera de 2008-2009 para invertir en Crédit Suisse, Barclays, Volkswagen y Porsche, del mismo modo que Arabia Saudí se beneficiaría del derrumbamiento de la bolsa estadounidense a comienzos de 2020 por el efecto de la COVID-19 y la paralización de la economía mundial para adquirir acciones de multinacionales como Boeing, Facebook, Disney, Marriott, Starbucks, Bank of America y Pfizer.

El petróleo soviético

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El petróleo soviético

Las plataformas petrolíferas salpican el puerto de Bakú, en Azerbaiyán (entonces una de las repúblicas que formaban la Unión Soviética), en mayo de 1966. El petróleo hizo de Bakú, a orillas del mar Caspio, la cuarta ciudad más grande de la URSS.

EE.UU. y Arabia Saudí no fueron los únicos grandes protagonistas de la crisis de 1973: la Unión Soviética fue otro de sus actores principales. El 25 de septiembre de 1973, doce días antes de la ofensiva siria y egipcia contra Israel, Radio Moscú llamaba a los países árabes productores de petróleo a "emplear el arma del petróleo contra la agresión israelí", y cuatro días más tarde les incitaba "a emplear el petróleo como arma política contra la agresión imperialista". De esta forma, la URSS pretendía alcanzar dos objetivos: por una parte, desestabilizar a las economías capitalistas, y, por otra parte, aumentar los ingresos que obtenía de la venta de petróleo, del que a comienzos de aquel año era el segundo productor mundial (el primer puesto lo ocupaba EE.UU., y el tercero, Arabia Saudí). En aquel entonces, dos tercios del crudo que exportaba la URSS iban a sus países satélites, mientras que el resto terminaba en el mercado internacional, que en 1973 proporcionaba al estado soviético unos ingresos de 1.200 millones de dólares. Esta cifra se duplicó en 1974, cuando abasteció de petróleo sobre todo a EE.UU. y los Países Bajos, que padecían el embargo de crudo de la OPEP (los soviéticos no sólo vendieron su propio petróleo, sino que importaron crudo árabe y lo revendieron a un precio tres o cuatro veces superior al que habían pagado por él, lo que les valió durísimas críticas de los productores árabes). Aquel año, la Unión Soviética se convirtió en el primer productor de petróleo del mundo, y los ingresos por su venta representaron por primera vez el 50 por ciento de sus ingresos en divisas. Así pues, la URSS obtuvo considerables beneficios del empleo del petróleo como arma por parte de los países árabes productores de crudo, una estrategia que los propios soviéticos les habían animado a emplear.

El petróleo se había convertido en un ingreso esencial para la Unión Soviética, cuya ineficiente economía tenía su reflejo más patente en una agricultura a la que se destinaban enormes inversiones (un rublo de cada tres) que no obtenían fruto. Ello obligó a importar fuertes cantidades de cereal pagadas con dólares estadounidenses (en 1975, por ejemplo, importó grano por valor de 1.500 millones de dólares), obtenidos con la venta de un petróleo cuyo precio se había disparado a raíz de las crisis de 1973 y 1979. Esta última circunstancia afectó gravemente a las economías del bloque soviético. Aunque la primera crisis energética no las golpeó con la misma fuerza que al Occidente capitalista gracias al suministro de crudo soviético en términos muy favorables, el precio que pagaban por éste se fue aproximando progresivamente al del mercado internacional, y tras la crisis del petróleo de 1979 la URSS subió los precios como hicieron los demás productores; con ello, la crisis económica del mundo occidental se transmitió a los países de economía planificada. Ya en 1976, y por primera vez desde la segunda guerra mundial, la Unión Soviética vendió más petróleo a los países industrializa

La espita del gas soviético

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La espita del gas soviético

Ingenieros de la empresa Achimgaz (formada por una filial de la alemana BASF y la rusa Gazprom) se dirigen a una plataforma de perforación cerca de Novi Urengói en noviembre de 2018. La ciudad de Novi Urengói se fundó en septiembre de 1973, tras el comienzo de la explotación del yacimiento de gas natural de Urengói, el segundo mayor del mundo. El primer pozo se perforó en 1966, y la producción comenzó en 1978; el proceso de extracción requeriría un centro urbano en las inmediaciones para acoger a los trabajadores.

Tras la primera crisis petrolera, las economías industrializadas buscaron reducir el consumo del petróleo recurriendo a otras fuentes de energía, como la nuclear (no es casualidad que el movimiento antinuclear, origen de los movimientos políticos verdes, surgiera en la década de 1970 y se afianzara en la siguiente). Entre esas fuentes alternativas figuraba el gas, y una Europa occidental que deseaba emanciparse en lo posible del petróleo árabe para evitar nuevas sacudidas energéticas encontró una fuente de energía alternativa en el gas que la URSS estaba dispuesta a vender para obtener las divisas que necesitaba desesperadamente. En 1982, los soviéticos empezaron la construcción de un gigantesco gasoducto de 4.650 km de longitud entre el vasto campo de gas siberiano de Urengói y la localidad de Úzhgorod, en Ucrania, entonces una de las repúblicas que formaban la Unión Soviética. Originalmente, el gasoducto debía atravesar la República Democrática Alemana, pero la República Federal de Alemania protestó porque temía que la Alemania comunista pudiera cerrar el suministro del gas en caso de una crisis entre ambos países. El gas soviético (40.000 millones de metros cúbicos anuales) podría representar el 30 por ciento de las importaciones de gas de la República Federal de Alemania y Francia, y el 40 por ciento de las de Italia, sus principales clientes, que, con Japón, también suministraron financiación, tecnología y equipamiento para construirlo. Pero EE.UU., entonces bajo la presidencia de Ronald Reagan, consideró que aquellas cifras suponían un nivel de dependencia demasiado grande de la URSS, que podría presionar políticamente a sus clientes occidentales reduciendo o cortando el suministro de energía (igual que habían hecho los productores árabes de petróleo en 1983). De ahí que EE.UU. lanzara un embargo contra las empresas que participaran en la construcción del gasoducto, lo que abrió una de las mayores crisis de la Guerra Fría con sus aliados europeos, a quienes los estadounidenses propusieron como alternativa recurrir al carbón procedente de EE.UU. y gas de Noruega, fuentes que resultaban insuficientes. Tras agrios enfrentamientos, el gobierno estadounidense puso fin a las sanciones en noviembre de 1982, y en 1984 el gasoducto transiberiano UPU empezó a bombear gas con destino a Europa Occidental. Y, en efecto, cuarenta años más tarde, en 2022, Rusia, heredera de la extinta Unión Soviética, utilizaría el arma del gas como los países árabes habían empleado antes el arma del petróleo…

Fuentes:

Roberto Centeno. El petróleo y la crisis mundial, Alianza, Madrid, 1982.

Eugene Rogan. Los árabes. Crítica, Barcelona, 2018.

José Morilla Critz, José Miguel Reyes Mesa. Los fundamentos de las grandes crisis económicas: 1873, 1929, 1973, 2008, Síntesis, Madrid, 2021.