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A finales del siglo XIX, la revolución tecnológica conquistó de repente el ámbito más etéreo e inmaterial de la cultura humana: la música. En 1877, el estadounidense Thomas Alva Edison fue el primero en grabar y reproducir el sonido con la invención del fonógrafo. Diez años más tarde le siguió el gramófono, ideado por un alemán instalado en Estados Unidos, Emil Berliner.
En el sistema de Edison, el sonido se grababa en un cilindro cubierto de cera y se reproducía haciendo girar el cilindro con una manivela en el fonógrafo, que llevaba acoplado una bocina. El gramófono de Berliner, en cambio, usaba discos planos que pronto demostraron sus ventajas: elaborados con goma laca, una resina natural, eran más ligeros y manejables (aunque también eran más fáciles de romper) y más duraderos. Y lo que aún era más importante: se podían producir en masa.

Gramófono
Foto: Bridgeman / ACI
Cronología
Del disco de goma al de vinilo
1887
Emil Berliner inventa el gramófono. En 1888 nace la discográfica Columbia Phonograph Company.
1904
Odeon lanza el primer disco de dos caras, que se impondrá internacionalmente a partir de 1923.
1925
La Western Electric crea un micrófono para captar el sonido. Se hacen las primeras grabaciones eléctricas.
1948
Columbia Records comercializa el disco de vinilo a 33 rpm, con veinte minutos de sonido en cada cara.
Inicialmente, en el sistema de Edison cada cilindro registraba una grabación original; sólo más tarde se desarrollaron métodos para hacer duplicados, aunque éstos no eran más de un centenar. En cambio, Berliner podía conseguir miles de discos a partir de un ejemplar matriz, lo que los hacía mucho más baratos. Aunque Edison mejoró los cilindros y aumentó el tiempo de duración para competir con los discos de Berliner, éste ganó la batalla industrial y en 1894 fundó una exitosa compañía discográfica, la Gramophone, cuya rama alemana, Deutsche Grammophon, existe aún hoy día.
Grabaciones complicadas
Los primeros discos giraban a velocidades que oscilaban entre 60 y 130 revoluciones por minuto (rpm), se accionaban manualmente y duraban unos tres minutos; hacia 1894, la Berliner Gramophone vendía discos que giraban a una velocidad de 70 rpm, y en 1905 se extendió el estándar de 78 revoluciones por minuto.

Estudio de grabación
Una pianista sentada a la altura de la campana de grabación en el primer estudio de Emil Berliner, en el Hotel Cockburn de Londres. 1898.
Foto: Heritage / Getty Images
Los precarios métodos de grabación obligaban a hacer malabarismos para lograr el mejor sonido. Los instrumentos más débiles se situaban cerca de la campana grabadora. Algunos músicos debían colocarse de espaldas al resto y utilizaban un espejo para ver las indicaciones del director. Los cantantes lograban mejores resultados si metían la cabeza en la campana, haciéndose difícil el encuentro visual con el pianista. En las notas agudas y potentes, retrocedían unos pasos para que no saltase la aguja, por lo que se marcaban con tiza en el suelo los lugares idóneos para la grabación; una persona se encargaba de empujarlos para acercarlos o alejarlos de la campana en los momentos requeridos.
Las primeras grabaciones fueron canciones populares como Oh! Susanna o My Old Kentucky Home, marchas militares, valses, polcas o piezas cortas de música clásica. Las obras largas resultaban inabordables, aunque en 1903 se grabó, recortada, la ópera Ernani de Verdi en 40 discos, y en 1906 se editaron extractos de El Mesías de Haendel en 25.
Pese a su menor precio que los cilindros, los discos no eran aptos para todos los bolsillos: en Inglaterra, la Quinta Sinfonía de Beethoven se vendía en ocho discos por el equivalente al sueldo medio de dos semanas.

Colección de discos de vinilo
Foto: Alamy / ACI
La gran revolución llegó con el italiano Enrico Caruso. En abril de 1902, el tenor napolitano grabó diez arias que constituyeron el primer fenómeno de ventas de la historia discográfica. En 1904 firmó un contrato con la discográfica Victor Talking Machine Company, y en 1907 vendió más de un millón de copias de Vesti la giubba, un aria de la ópera Pagliacci, de Leoncavallo. En total Caruso vendió más de cinco millones de discos.
Este artículo pertenece al número 200 de la revista Historia National Geographic.